Entrevistas
Pandemia y Ser
17 mayo Por: R.C. P.H.
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De antemano ofrezco una disculpa, no solo a ustedes los desafortunados que caen al foso sin fondo que representa estas raquíticas líneas, una mala broma del temporal pandémico. También una disculpa a los geniales ilustradores que dedican parte de su vocación como artistas a levantar con sus creaciones el ánimo de mi pesado rincón de este medio.

He descubierto que no solo mi mamá lee esto, parece que muchos llegaron a la crisis de la pandemia en donde se consume cualquier cosa que se presente enfrente ¿es que nos hemos cansado ya hasta el punto de suspender razones y emociones al momento culmen de discriminar lo que es y no es?

Quizá nos hemos habituado a “lo que sea es bueno”, una continuación a “que se lo que Dios quiera” momentos antes del examen y justo, justo ese pensar que es emoción y razón salen a la luz por la voluntad y la elección de cada uno de nosotros, justo toda esta combinación es un espejo exterior de como nuestro fuero interior se ve comprometido a un hastío del mundo, nos hemos cansado de su mundaneidad, nuestro ser más íntimo está harto y decide no volver a involucrarse con él. Sí es verdad, todo es consecuencia a las condiciones actuales, a la vital circunstancia, sin embargo, no hemos de pasar por alto que es en ella, en el tiempo y el espacio que el ser de cada uno de nosotros se hace, nos hacemos a través de la historia, es decir, con el tiempo llegamos a ser eso que somos ahora. Quizá este sea de los planteamientos más simples y hasta obvios, pero justo es en lo obvio que no prestamos la debida atención. Nuestra experiencia durante en esta circunstancia nos obliga a realizarnos de manera distinta pero siempre igual, de la misma manera, solo como sabemos hacerlo, como humanos.

A esto es la condición humana de la que Jean Paul Sartre hacía mención, somos la respuesta a nuestra circunstancia condicionada de nuestra propia humanidad. El decidir se convierte en el arma más poderosa para afrontar estos momentos, pero vamos, hablamos de un decidir autentico y no patético, de un verdadero razonamiento y discernimiento en donde nuestra fuerza de voluntad, el querer hacerlo, nuestra razón y nuestra libertad como premisa suprema nos haga ver en el mundo un antídoto en lugar de condena. Pronto, muy pronto, muchas cosas buscarán restaurarse, seremos parte de este experimento de regreso a clases, muchos otros ya habrán ingresado a sus centros de trabajo, otros tantos a sus centros y reuniones habituales con amigos y familiares; pronto muy pronto será olvido estos últimos 2 años, pasarán a ser un simple tema de conversación, una anécdota de la que seguramente muchos reirán, otros recordarán nombres que ya no se mencionan y unos pocos habrán descubierto que su vida era una pandemia eterna. A lo que voy con esto, es que se ha escuchado con mucho ruido como las condiciones de pandemia han modificado la psique anímica de las personas, pero ¿qué hay de su estatus ontológico?

Partiendo de las presuposiciones que la circunstancia engendra mi ser, que la historia –como lo atestigua Emilio Uranga- está íntimamente vinculada con la ontología del mexicano ¿qué clase de ser ontológico estamos creando ahora mismo? Porque las consecuencias de la pandemia no solo están en la mente, también en lo más profundo de nuestro ser, ahí donde está el núcleo de lo que somos y actuamos y hacemos, ahí está inmersa también la pandemia. México tiene la maldición de olvidar la historia, pese que muchos han hablado del lastre en la personalidad y en lo social que dejará la pandemia, me atrevo a congetuar que en el caso ontológico del mexicano, en su íntimo ser, no tendrá afectación alguna, no se recordará como debiera recordarse ni mutará en una acción atinada al obrar.

Más aún, en una situación límite como la actual, nuestra carga histórica-ontológica ha salido a flote y al final, somos lo que siempre hemos sido.

Por eso, una vez más, pido disculpas porque, conociendo como somos, no ofrezco algo mejor para que les aparezca en su correo institucional.

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