“Capacitación Docente”, fueron las palabras que escuché previas a un “de 8 a 12, traigan tenis y toda la actitud” que me hicieron asistir de manera presencial a la escuela ubicada en algún lugar de la República Mexicana donde me encuentro sirviendo como “apaga fuegos” –profesor suplente- desde hace unas semanas. No me tomen a mal, considero de vital importancia la preparación docente sin embargo, como soy un amargado con la vida, hubo situaciones que me han puesto a pensar seriamente sobre los objetivos que se buscan alcanzar.
La dinámica y “teoría” de ese día se basó en un video relacionado a una famosilla estrategia gerencial –como no dejaba de repetirlo el singular sujeto que nos daba la capacitación-. Seguramente se podrá reconocer fácilmente si partimos de “ganso, castor y ardilla” como ejemplo del espíritu trabajador del hombre. Hemos de sobreestimar el valor de los signos y símbolos que aún persisten en nuestro proceso de aprendizaje pero, al mismo tiempo, preocupa en parte que tengamos que usarlos para algo tan simple, como reconocer a la otra persona como un igual, como alguien que piensa, siente y es capaz de aporta algo más allá que su trabajo en una línea de producción, pues, recordemos esta táctica es pensada a nivel empresa-industria, en donde los “jefes” deben colaborar en equipo junto con todos los trabajadores de todas la áreas, resulta pues realmente interesante este orientación si presupones que, para que haya este tipo de charlas/talleres/seminarios deben existir –aún- personas cuyo puesto exige aprender a convivir o al menos, a pensar más allá de sus narices o del puesto que se ostenta en la línea de mando, todo esto para mejorar la eficiencia y calidad en la producción. Resulta, pues, divertido hasta cierto punto, criticar las motivaciones que encontramos detrás de todo esto.
Es verdad, el trabajo dota de dignidad al trabajador, el trabajo ayuda al bien vivir de toda persona que busca honestamente trabajar, así lo entendemos gracias a Rerum Novarum, no obstante, hablamos mucho del trabajador o del obrero, pero no de las intenciones primeras que pudiera tener el jefe o patrón. Pareciera ser que, mientras algunos ven una un lado humano de la empresa, en el fondo, denota un interés particular de control. Y no, aquí no es cuando me pongo mi sombrero de aluminio y comienzo con teorías conspiranoicas, tan solo preguntarnos ¿quién saca mayor provecho con todo esto? Ya de entrada nos están dando la respuesta pues, en la historia de los 3 animales comienza con una sucursal en quiebra, la más ineficiente de todo el país con un lapso mínimo para mejorar antes de cerrar permanentemente. Se descubre de manera inmediata los verdaderos intereses: orientar el capital humano para sacarle el mejor de los provechos. Que las cualidades de cada uno, la experiencia y compromiso, estén a la merced de la monetización. Dicho de otra manera, el empleado sigue siendo un medio para la producción, el penetrar en su fuero interno representa la derrota y pérdida del último bastión de la individualidad para incorporarse en la gran masa de producción.
Hemos de ser críticos al momento de toparnos en la implementación de estas sutiles estrategias para el incremento de calidad y cantidad en la producción las cuales sin duda se nos aparecen con buenas intenciones, pero ¿eso bastará como para que podamos verlas como el resultado de verdadero desinterés y fijación el valor humano? Es común que al toparnos con este tipo de charlas venga a la mente de algunos la cuestión de “capital humano” y, por mucho que los departamentos de recursos humanos o por muchas capacitaciones que existan al final, el valor de la persona se le ve centrada en cuan valiosa y exitosa resulta como mano de obra y de pronto toda la vida de una persona se resume en los años de “servicio”.