Entrevistas
Karma, la auto profecía elegida 
20 abril Por: María Isabel Ascención Medina
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“Aquí vas otra vez” o “aquí voy de nuevo”, frases que en fracción de segundos se cruzan por nuestra cabeza y que no nos detuvimos a escuchar porque el coctel de emociones y pensamientos nos arrastró hacia ese todo conocido, donde ya somos expertos.

Qué importa si los personajes son diferentes, las situaciones se perciban atípicas, o incluso aún con kilómetros de distancia la trama se repite. Iluso o ilusa tú que creías estar empezando un nuevo capítulo cuando ni siquiera le has dado la vuelta a la hoja.

Y es que nuestra alma es tan sabía que inconscientemente buscará instar el patrón para que conscientemente sepas que eres dueño de él y lo puedas sanar. Si creías que se trababa de brujería, mala suerte, el clima o cualquier ente externo a ti, debes saber que en realidad la causa no está afuera, está adentro; de ahí la facilidad con la que te pone a prueba vez tras vez.

Dado que nuestra naturaleza es comprendida en retrospectiva, hay que revisar aquello que históricamente nos ha ocurrido en los primeros 8 años de vida, incluyendo la etapa de la concepción y gestación. En este periodo temprano de nuestro desarrollo se montaron los escenarios perfectos para crearnos un “daño” tan grande, que sin importar cuanto tiempo ya ha madurado nuestra piel, va a querer seguir manifestándose.

Tanto terapeutas como psicólogos se refieren a ello como las heridas del alma o las heridas de la infancia. Según los expertos y para alivio tuyo, te diré que entre un quinteto de posibilidades elegiste con cuál o cuáles liarte.  Aquí es donde debería hacerte sentido la máxima de que “lo que te choca te checa”.

Ojo con esto, porque puede que en eso que juzgas, o que te disgusta y aun así terminas haciendo o pareciéndote a quien menos querías parecerte, se estén manifestando las pistas de la herida que te define y que te acerca a situaciones que te obliguen a mirarla de frente - con o sin miedo-.

Es decir, tu herida existe por ti; pero mejor aún, existe para tí.  Sus nombres son: abandono, rechazo, traición, injusticia y humillación. Vaya tarea y responsabilidad en la que nos fuimos a meter.

Para resolver todo este embrollo debemos aprender a reconocerlas, por lo que de forma breve te explico de que trata cada una. En la gestación y hasta el primer año de vida es cuando se puede percibir la sensación de rechazo, la manera en que lo integramos a nuestra historia es sintiendo que no tenemos derecho a existir.

Incluso somos tan creativos que encontramos caminos de hacer que la herida sangre, por ejemplo: cuando vas por la vida creyendo que no mereces tal o cual cosa, tal o cual puesto, tal o cual pareja, por ello busca evadir, encontrando en la soledad el refugio donde nadie te lastime.

Contrario a, en el abandono la persona buscará estar siempre en contacto con alguien, con quien pasar el tiempo, y es dado a tener espectadores, pide ser visto porque su temor es que alguien lo deje, en especial su pareja. Estas personas generalmente atravesaron por la ausencia de uno o los dos padres, por muerte o por distancia física, pero lo peor que les pudo pasar es tenerlos a ambos y sentirse ignorados ( distancia emocional).

Y aunque ahora buscan independencia por el falso desapego que vivieron, no les es suficiente lo que tienen y van de relación en relación, de trabajo en trabajo, de casa en casa, etc.

Otra manifestación es la de la traición porque usa mascaras de fortaleza y seguridad que no existen, lo que conlleva a que la persona quede atrapada entre la realidad y la fantasía. Se hace especialista en engañarse, porque debe negociar con las mentiras que sabe que dice y ahora se dice mentiras sobre sus propias mentiras para justificarse.

A la par lucha con el perfeccionismo, busca demostrar que es el mejor y que siempre tiene la razón, algo fácil porque su personalidad proyectada, es realmente encantadora.  Una promesa rota, una expectativa no cumplida de padres, tíos, hermanos, un super héroe bastaron para que su fragilidad creará una coraza y conducirse con rigidez, a pesar de que en el habita una gran nobleza.

En cambio, en la injusticia la persona busca ser neutral para no sentir, porque lo primero que le pareció injusto es que alguien de su mismo género le haya causado la herida.  Consideran que si ellos hubieran sido perfectos se lo hubieran ahorrado, y por eso son excesivamente cuidadosos con su pulcritud, en especial con el rostro, su olor y vestimenta.

Su comportamiento puede ser obsesivo compulsivo y el conflicto de injustica es mayor cuando creen que alguien les da más de lo que no merecen, que cuando creen que alguien se les dio menos de lo merecido. Han logrado combinar sus sentimientos con la envidia y con no pedir ayuda, porque ellos todo deberían poder.

Teniendo en cuenta que la mayoría de las heridas provino de una situación adversa, la humillación es mucho más difícil de identificar porque provino desde el cuidado y el amor, el riesgo es que como no causa dolor no la percibes, incluso sientes comodidad y aun así el daño este hecho.

En consecuencia, sobreproteger genera que la otra persona no sepa qué hacer con su libertad, que le de miedo arriesgarse, pues siempre hubo alguien ahí para resolverle la vida, y cuando esa persona o ese rol no continúa, lo que queda es el sentimiento de no ser suficiente, y experimenta ingratitud contra lo que alguna vez agradeció.

Acto seguido lo que le toca es resolver la pena para atreverse, el enojo, el desamor, la incomprensión que tiene hacia si mismo por compararse con los demás porque querrá revisar tener todo lo que otras personas tienen, para que algo le funcione.

Felicidades si ya has reconocido y trabajado tu herida, y si aún no lo haces, nunca es tarde, además todos, toditos tenemos una de estas 5. Hay quienes elegimos crear una sobre otra, pero por suerte todo puede resolverse. Me viene a la mente otra frase “tu presente te necesita, tu pasado ya no”.

Y es que, aunque tú puedes volver atrás y recordar el momento exacto en que surgió la herida o puedes hacer que sangre, lo que ya no puedes hacer es que tus padres del pasado regresen a ese tiempo contigo.

Porque ellos ya no existen, los seres somos cambiantes, ya no son los mismo y no lo recordaran igual, pues ellos desde sus heridas y las herramientas con las que contaban hicieron lo que pudieron.

Lo que tu niño o niña herida requiere de ti, en tu versión adulta, es que te hagas cargo de las emociones latentes que le siguen afectando, abraza y acepta tu sentir.

Se vale que te permitas que profesionales te guíen con un proceso terapéutico, con seguimiento, con herramientas que te ayuden a nivelar las cargas emocionales y eviten que sigas padeciendo historias predecibles. Culpar a alguien, incluso si es a ti mismo es ya un remedio inútil y desfasado, no pierdas tu tiempo, ese no es el camino.

Obviamente tú decidirás cuando es suficiente y cuando es momento de trabajar tu herida, en tanto no alimentes la herida de otras personas, no importa si ellas tienen o no la voluntad y conciencia de trabajar en sí mismos. Recuerda que tu chamba es sanar tu herida no la de tu pareja, o de tu hijo, o de tu padre, o de tu hermano, o de tu ex, etc.

Sé empático, y se compasivo. Hacer esto, me parece básico para que entonces sí empiece la reversión de tu karma.

No olvides que tú ya naciste con todo lo que necesitas para vivir en esta esta vida.

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