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Desde la antigüedad, los cometas han llamado nuestra atención por seguir trayectorias caprichosas, en su momento difíciles de predecir, muy distintas al comportamiento regular de otros cuerpos celestes a los que estamos familiarizados, como las estrellas y los planetas. Por poseer un brillo que primero se intensifica y luego se apaga para desaparecer, dejando la incertidumbre de su regreso para quienes los observaban, los cometas eran relacionados con malas noticias o cambios abruptos en las sociedades antiguas.¹

Gracias a los avances tecnológicos, la concepción que tenemos de los cometas ha cambiado. Ya no son más estrellas con cola, ahora sabemos que cada cometa consta de una pequeña parte llamada núcleo (de tipo rocoso) y una cola o cabellera (conformada por gases), y su dimensión puede igualar el tamaño de Júpiter. Cabe mencionar que están compuestos por hielo, polvo y gases (hidrógeno, carbono, oxígeno y nitrógeno), y que estos elementos provienen del comienzo del sistema solar, ocurrido hace más o menos 4600 millones de años. Por consiguiente, más allá de ser cuerpos celestes, podemos entender a los cometas como portadores de información sobre el “pasado” y “presente” del Universo en el que vivimos. También, por su origen de procedencia, los comentas nos proporcionan información sobre lugares del Universo a los que todavía no podemos llegar.

Y, ¿de dónde vienen los cometas? Más allá de Neptuno existe una zona llena de fragmentos de hielo llamado cinturón de Kuiper, de donde provienen los cometas con periodos cortos (200 años de órbita alrededor del Sol). Los cometas de periodo largo (cuya órbita puede ser hasta 30 millones de años) provienen de una región llamada nube de Oort, que se encuentra en las orillas del sistema solar.²

Precisamente, entre julio y agosto, contamos con un visitante proveniente de la nube de Oort. Mirando hacia el noroeste después del atardecer, se pudo observar en el cielo nocturno el cometa Neowise (C/2020 F3) sin la necesidad de binoculares o telescopios debido a su intensa luminosidad. El brillo de este cometa era de magnitud entre 4 y 2; superando el brillo de la Luna, de -12.6, y el brillo de Sirio, de -1.5, la estrella más brillante del cielo nocturno.³ El 23 de Julio fue el día que más se acercó Neowise a la Tierra, a una distancia tan grande que no había peligro de impacto (103 millones de kilómetros). Fue descubierto en marzo de este año por el telescopio espacial del cual lleva su nombre, y está clasificado como cometa de periodo largo pues regresará hasta dentro de 6800 años.

Lo que más llamó la atención sobre este cometa es que, al provenir de la nube de Oort, Neowise contiene material primigenio de la nube que formó nuestro sistema solar. Dicha composición le permite contar con una cantidad de agua equivalente a “13 millones de piscinas olímpicas de agua” de acuerdo con Emily Kramer, investigadora de la NASA.⁴

Entonces, pensando descabelladamente, ¿podríamos resolver la falta de agua cazando cometas? Aunque no lo parezca, es una alternativa posible. En el año 2015, la sonda Rosetta logró con éxito enviar un módulo de aterrizaje, el Philae, al cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko, cuya órbita es de 6.6 años.⁵ En este proyecto participaron ingenieros aeroespaciales y mecatrónicos cuyos conocimientos, en electrónica y ciencia de materiales, permitieron que el Philae descendiera exitosamente en el cometa a pesar de la velocidad y temperaturas extremas del mismo.

Gracias a lo anterior, actualmente contamos con datos de la superficie del cometa que en un futuro nos pueden ayudar a resolver el problema de generación de agua potable. Quizá, también, los avances que logremos con respecto al desarrollo de materiales (cuidar la resistencia de estos al impacto con un objeto a alta velocidad), comunicación con cuerpos celestes (como la que se puede lograr con el satélite Aztech-Sat 1)⁶ y con el uso eficiente de bases de datos (con diferente volumen, características y velocidad de generación)⁷ nos permitan enviar naves tripuladas a los cometas; ya sea para extraer agua o para hacer un viaje turístico por nuestro sistema solar.

Por lo tanto, cuando un cometa atraviesa el cielo nocturno, no sólo estamos contemplando un cuerpo caprichoso que resume el pasado de nuestro Universo, también estamos observando una herramienta que nos puede ayudar a resolver algunos de los problemas que enfrentamos. Así, como se pudo constatar con Rosetta, el estudio de los cometas impulsa avances tecnológicos en diferentes áreas del conocimiento.

Aunque en nuestro país estuvo nublado, ¿pudiste observar al cometa Neowise? Si no fue así, posiblemente el 2 de noviembre del 2021 podamos observar al cometa Churiumov-Guerasimenko de manera más cercana.