Innovación y tecnología
Un puntito de luz
09 septiembre Por: Juan Manuel López Oglesby
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El mundo entero ha vivido días muy difíciles este 2020. Incendios, terremotos, huracanes, y por si fuera poco, pandemia. Muchas personas se pasan estos días en aislamiento, dependiendo de medios digitales para mantener comunicación y socialización con el mundo externo.

No hay esquina de este planeta que no haya sido tocada por los estragos de la actual emergencia global. Ya sea en términos económicos, sociales, culturales, o en la salud de sus ciudadanos. El caos y la cacofonía que abruman tantos espacios hospitalarios es una escena desgarradora que se vive por todos lados. Espacios llenos de la superposición del temor y la esperanza que representan los sonidos de equipos salvavidas. Temor por el riesgo, peligro, y pronóstico que representan, y esperanza porque sin esta tecnología médica, la tragedia global sería aún mayor.

Entre tanto dolor y tragedia, es fácil sentir un aislamiento y separación de aquello que nos hace sociedad. Ya sea por el distanciamiento social, trabajo y escuela a distancia, pérdida de seres queridos, bajas laborales, restricciones de movimiento, o cualquiera de las innumerables dolencias que han lentamente erosionado el sentir de bienestar en tantos lugares y en aun más corazones – es de esperarse este tipo de sentimiento. Es fácil perdernos en ese aislamiento, en ese abandono, dolor, aislamiento, y separación que amenaza con consumirnos por completo, sin remordimiento o consideración.

Todo esto, es normal, es natural, y es de esperarse ante lo que el mundo está viviendo hoy, y la manera en la que cada historia de cada persona engloba un universo propio de dolor, pérdida, tragedia, sufrimiento, y experiencias. Sin embargo, nosotros no estamos aquí para ser normales. No hemos sido llamados a nuestra misión compartida para conformarnos con el mundo tal y cual nos toca. No tenemos una encomienda irrefutable hacia el temor y el silencio.

Estamos aquí para ser un puntito de luz en la oscuridad. Un destello de esperanza, amor, y cuidado para el prójimo. Para mantener viva esa chispa de esperanza en nuestros corazones, afianzada en nuestros compromisos, y evidenciada en nuestras acciones.

Si cuidamos, cultivamos, y crecemos el impacto de esta luz de esperanza – contagiamos de nuestra luz a otros. Un solo puntito de luz se puede multiplicar y volver varios…

Más, se pueden volver muchos…

Muchos, se vuelven una hueste…

Y esta hueste, nos lleva a un nuevo amanecer de esperanza.

Puede sonar bonito, y quizá se dice fácil. Pero es un reto casi inigualable en estos días. Quedan por delante desafíos incontables, dolor, sufrimiento, pérdida, y tragedia. Quedan momentos para los cuales nuestra modernidad no estaba del todo preparada. Quedan cambios que aún no conocemos y que podrán ser difíciles de vivir y aceptar.

Pero también nos queda la esperanza – y esa es la luz que no podemos dejar apagarse en medio de esta tormenta. Por donde quiera que vea, puedo ver tragedia, dolor, y pérdida. Pero también veo heroísmo, entrega, esperanza, y amor.

He tenido el honor, el privilegio, la bendición inigualable de trabajar con estudiantes y profesores que hoy, HOY, en este momento, al escribir esta nota yo, y leer esta misiva tú, están trabajando incansablemente por no dejar morir esa chispa de la esperanza. Estudiantes que han dado todo – tiempo, riesgo, sacrificio, dedicación – a mantener un sistema de salud funcionando y fuera del colapso. Estudiantes activos y egresados que han utilizado su liderazgo para levantar a los compañeros caídos, animar a los que flaquean, capacitar y dar herramientas a aquellos que aún dentro de su temor, desempeñan su labor. Personas que han dado de sí de maneras que no me alcanzarían mil de estos artículos para darles justicia a cada una de las historias. Directivos, profesores, investigadoras, empresarios, trabajadores uniendo fuerzas para dejar en el mundo su prueba tangible de la esperanza en equipos para enfrentar esta emergencia.

Y cuando veo todo esto…cuando derramo las lágrimas al leer sus historias, conocer su trabajo, entender lo que han dado de sí por todos nosotros – siento esa esperanza viva en mi corazón. Siento un orgullo imbatible, incansable, invencible, inmedible en todas y cada una de estas personas a quien Dios me ha dado la muy inmerecida gracia de conocer, animar, apoyar, y aplaudir.

No importa dónde estemos, qué hagamos, en qué nos desempeñemos – TODOS tenemos la oportunidad de llevar con nosotros esa luz de la esperanza, y marcar esa diferencia en nuestras comunidades, escuelas, y entre la gente que tenemos a nuestros alrededores.

A todas las personas que me han inspirado con su luz y su esperanza…gracias. Gracias por ser el tipo de persona en quien puedo tener tanto orgullo de conocerlos. Gracias por su servicio, profesionalismo, dedicación, perseverancia, y fortaleza. Gracias porque aún en los días que no se sienten fuertes, en los días que flaquean, en los días que sienten que no pueden más – se han apoyado, animado, y levantado entre sí, y han retomado su compromiso y su luz.

Gracias por dejar en mí el deseo, la necesidad, la misión, y el compromiso por mantener viva esa luz de la esperanza en mi propia vida.

Juntos, alumbramos un camino hacia un futuro mejor. En todo trabajo. En toda ciudad. En todo país. En toda circunstancia…juntos, pero comenzando como lo que somos cada uno…

Un puntito de luz.

 

Dr. Juan Manuel López Oglesby

 

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