En la búsqueda de construir calidad académica y ser los artífices de una formación integral de nuestros estudiantes, la planeación institucional es una pieza clave. La dinámica del entorno, la creación de nuevos roles, la incorporación de estándares de calidad, así como la exigencia de mayores niveles de desempeño y el impacto de la internacionalización nos convocan a liderar procesos de mejora institucional.
Los mecanismos internos de reflexión y las autoevaluaciones son insumos por demás valiosos en los procesos de planeación institucional (Ojeda, 2013), pues permiten generar estrategia y asumir las responsabilidades y acciones que, construidas de manera participativa, ayudan a trazar la ruta del éxito estudiantil.
Ante los retos actuales, la continuidad de la educación por vías digitales es también motivo de crear planteamientos y rutas de acción para acompañar sin dejar de construir las credenciales formativas y profesionales que esperan nuestros educandos.
La matriculación no es un número, es una vocación de servicio y, como tal, demanda procesos de planeación institucional para que a través de diálogos colaborativos y trabajos sinérgicos se logre acompañar, dar soporte y sentido a los procesos educativos. Los resultados de aprendizaje solo se pueden alcanzar cuando todas las partes de la institución forman parte de la experiencia educativa (AACU, 2002).
La planeación institucional, además de ser una buena práctica valorada por los organismos acreditadores, es un ejercicio que favorece la innovación y creatividad gracias a la riqueza de una mirada integradora del quehacer formativo (Cifuentes, 2006). Esta responde a un ejercicio dinámico y flexible que incorpora temas como evaluación, redes de colaboración, aprendizaje institucional, mejora continua e inteligencia organizacional, entre otros.
Toda planeación lleva una serie de pasos. En primer término, hay una fase de diagnóstico que revela las realidades de la situación y pone de manifiesto fortalezas y áreas de oportunidad. Esta etapa del proceso se potencializa con una mirada objetiva que nos da un punto de partida real a partir del cual se construirán estrategias y acciones.
En un segundo paso viene la generación de estrategias, las cuales se alinean con las funciones sustantivas de la universidad, y se alimentan de trabajo interdisciplinario que busca consolidar el posicionamiento de la organización.
Por último, está la fase de procesos y planes, los cuales dan el toque operativo a lo que previamente se ha delineado y conducen a la operación diaria y la materialización de decisiones.
La planeación estratégica es, pues, un elemento fundamental del quehacer educativo. Construir el camino del éxito estudiantil con la participación de toda la comunidad y de sus recursos, no es un tema de improvisación, sino de construcción orquestada, intencionada y responsable del quehacer educativo, así como de las contribuciones de cada uno de los participantes desde el ámbito individual, pero más que nada desde el trabajo colaborativo.
Referencias / References
AACU (2002). Greater expectations: a new vision for learning as nation goes to college. Association of American Colleges and Universities.
Cifuentes, J. (2006). De la planeación estratégica a la planeación universitaria: síntesis experiencias de planeación en la Pontificia Universidad Javeriana. Tomado de www.javeriana.edu.co
Ojeda, M. (2013). La planificación estratégica en las instituciones de educación superior mexicanas: de la retórica a la práctica. Revista de Investigación Educativa 16