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El año de la calidad UPAEP, preludio de nuestros festejos del 50 aniversario, nos llama a mirar con renovado vigor la responsabilidad inherente a ser una universidad transformadora. Ser capaces de transformar es una cualidad organizacional que se evidencia por las contribuciones positivas que los líderes hacen en las decisiones y acciones a su cargo (Armenakis, Brown y Mehta, 2011), y que está cimentada en una cultura de mejora continua que privilegia la evaluación como fuente de crecimiento, aprendizaje institucional e innovación en prácticas educativas a favor de los estudiantes (Hrabowski y Suess, 2011).

La transformación y el cambio tienen sus bases en la evaluación y mejora continua; y la evaluación es clave en la calidad educativa pues permite tener una panorámica objetiva del estado actual de los procesos para potenciar la generación de estrategias educativas que permitan aún mejores resultados. Evaluar es, entonces, una meta esperada para quienes buscan transformar a la sociedad. Y, es de todos sabido, que no hay mejor manera de transformar a la sociedad que educando a sus ciudadanos.

Toda evaluación puede, y ciertamente debe, hacerse desde diferentes ángulos; en la diversidad y número de formas de evaluación se encuentra la riqueza de la innovación y mejora continua. Internamente, la academia es el corazón de la calidad educativa; por ello, es quien asume el liderazgo de la evaluación. La importancia de la evaluación nunca le ha sido ajena pues lo hace en cada clase y encuentro con sus alumnos con la intención de enriquecer el proceso de enseñanza-aprendizaje y formar integralmente. No obstante, las miradas externas son también deseables, pues bajo la óptica de procesos y estándares expresamente creados para medir la calidad educativa se permite una revisión de logros que enriquecen el crecimiento de las instituciones educativas que deciden acogerse a este tipo de revisión.

Por ello, en los tiempos actuales, la calidad educativa está asociada a la acreditación, que también es un mecanismo de diferenciación que pone de manifiesto los esfuerzos institucionales para dar cabal cumplimiento con requerimientos de calidad (Rama, 2009). La evaluación interna que la comunidad universitaria naturalmente conduce, se complementa con la evaluación externa generando información para la propia institución educativa, sus estudiantes, los empleadores, el gobierno y otras entidades educativas que reciben para estudios subsecuentes a nuestros egresados.

Dada la realidad actual, evaluar es también una gran fuente de posibilidades de adaptación a los cambios y retos sin perder de vista la calidad académica, sino fortaleciéndola. Permite también llevar educación de excelencia a nuevos sectores, incluso allende nuestras fronteras si los retos que nos ponemos son de alcance y reconocimiento internacional. Mirar más allá de los límites nacionales es también una misión UPAEP, pues nos reconocemos como jugadores internacionales y sabemos que nuestros egresados son también ciudadanos del mundo y deben ser formados para ello.

En nuestra búsqueda por la calidad académica, evaluar y analizar los resultados de aprendizaje o de decisiones de apoyo académico son nuestras dos grandes herramientas con beneficios rotundos en el aprendizaje y sostenimiento institucional. Evaluar implica reconocer y remontar debilidades, pero también involucra detectar buenas prácticas que debe replicarse y compartirse en la comunidad universitaria. Este compartir nos ayuda a crear mayores sinergias y camaradería; nos posibilita a fortalecer el sentido de comunidad, pertenencia y orgullo por los logros conjuntos.

Somos una comunidad orgullosa de la calidad educativa que la caracteriza; por ello, nuestro enfoque hacia el éxito estudiantil está ligado a la evaluación. La evaluación forma parte de nuestras metas, de nuestra historia, de nuestros grandes logros y de nuestro compromiso con la excelencia educativa.