El sábado, 27 de junio de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó una apocalíptica advertencia con respecto al alarmante desarrollo del coronavirus conocido como Covid-19. Se trata de un comunicado oficial que realizó el Subdirector General de Iniciativas Estratégicas de la OMS desde su sede en Ginebra, Suiza, Ranieri Guerra. Según él, el coronavirus se comporta exactamente como la gripe española de 1918.
Hasta el momento, se han registrado más de 10 millones de personas registradas como infectadas y más de 5 millones muertas por Covid-19 en todo el mundo. Entre los países más afectados, se encuentran Estados Unidos, Brasil, Rusia, India, Reino Unido, Perú, China y México.
Surge la pregunta: ¿Qué significa el ominoso pronunciamiento de la OMS para nuestro futuro?
El año 2018 fue el aniversario número 100 de la pandemia de influenza que en 1918 arrasó en todo el mundo, en lo que todavía se considera como uno de los brotes de enfermedad más mortales registrados en la historia, aunque en este momento el coronavirus está adquiriendo una dinámica más y más comparable con el desastre de hace 102 años. Se estima que alrededor de 500 millones de personas, o un tercio de la población mundial, se infectaron con el virus de la influenza y el número de muertes en todo el mundo alcanzó a 50 millones, de las cuales unas 600 000 ocurrieron en México.
La pandemia de influenza de 1918 ocurrió durante el último año de la Primera Guerra Mundial y empezó el 4 de marzo en Fort Riley, Kansas con un soldado del ejército de los Estados Unidos. Los espacios reducidos y cerrados en este cuartel y los movimientos masivos de tropas para ayudar a Francia en una etapa crítica de la guerra ayudaron a impulsar la propagación exponencial de la enfermedad.
En los Estados Unidos y en los demás países involucrados en la guerra no se informó nada sobre la gravedad y la propagación del virus porque no querían entregar, en tiempos de guerra, información sobre las enfermedades que afectaban a los soldados de los aliados. Por eso los órganos de propaganda de los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña decidieron inculpar al inocente país neutral: España – por eso todavía conocemos esa pandemia como la “Influenza Española”.
A estos brotes ocurridos en la primavera de 1918 ahora se les considera como una Primera Ola de la pandemia; los casos de enfermedad fueron relativamente limitados y más leves que los que se observaron durante las dos olas siguientes. Pues, en septiembre de 1918, la Segunda Ola surgió en Camp Devens, un campo de entrenamiento de la marina armada en las afueras de Boston, Massachusetts. Esta ola fue absolutamente devastadora y llegó a su punto máximo en los Estados Unidos entre septiembre y noviembre, causando la muerte de más 100 000 personas. (en este momento en 2020, probablemente nos vamos a acercar a una situación comparable).
En México la enfermedad llegó a finales de septiembre de 1918 y se propagó por el norte del país en un inicio y viajó en ferrocarril y barcos hacia el sur. De acuerdo con datos del Archivo del Hospital General de la Ciudad de México, las muertes en octubre de 1918 se elevaron notablemente y para noviembre y diciembre se incrementaron enormemente.
La Tercera y última Ola empezó a principios del año 1919, duró toda la primavera y causó una catástrofe tan apocalíptica que los servicios sanitarios colapsaron en todos los países del mundo, empujando la horrible cifra de 50 millones de muertos a nivel mundial. La pandemia finalmente desapareció paulatinamente en el verano de 1919 en México y también en los E.U.A. y hasta la primavera de 1920 en muchos países del resto del mundo, dejando familias y comunidades diezmadas. Fue hasta el fin de 1919 cuando la prensa en México informó: “¡Medio millón o más de muertos!”
En 1918 los científicos todavía no habían descubierto los virus, por lo tanto, no había pruebas de laboratorio para diagnosticar, detectar o caracterizar los virus de la Influenza Española. Exactamente como ahora con el Covid-19, no había vacunas para protegerse contra la infección, ni medicamentos antivirales. Lo único para limitar la propagación de la influenza era la promoción de una buena higiene personal, la implementación del aislamiento, la cuarentena y el cierre de lugares públicos como universidades, escuelas, teatros etc.
Ante un escenario como el vivido a principios del siglo pasado y el que estamos viviendo, surge la pregunta: ¿Cómo deben los países enfrentar una crisis sanitaria de orden mundial? La información que tenemos a la mano nos sugiere que el sistema público de salud hará la diferencia entre aquéllos que tengan un sistema robusto y profesional y otros que tengan un sistema desmantelado como el mexicano. Basta recordar que el INSABI, es un instituto de salud que acabó con el seguro popular y que además no cuenta con reglas de operación.
En febrero de 2020 se declaró que México ya se encontraba en la fase 3 y se esperaba que la pandemia no se hubiera contenido con éxito, si es que las recomendaciones y las experiencias de otros países se hubiesen tomado en cuenta. Esto quiere decir que para que la fase 3 no tuviese un impacto devastador en el sistema de salud, la curva de infección no debería haber tenido una pendiente vertical y el número de infectados se pudiera atender en una curva de campana lo cual podría dar un respiro al precario sistema de salud. Si bien es cierto que va a seguir creciendo el número de infectados durante los siguientes meses, es indispensable contar con las pruebas suficientes, pero también con el número de camas y respiradores/ventiladores en caso de que la población no haya seguido las recomendaciones de cuidado.
Por último, debemos resaltar que al inicio de este sexenio, la 4T prometió un sistema de salud como el de Dinamarca y el Canadiense pero, hasta este momento, eso sólo ha quedado en un simple deseo y hemos tenido que enfrentar una pandemia del coronavirus fuera de control en nuestro país sin recursos médicos suficientes.
Dr. Juan Carlos Botello Dr. Werner G.C. Voigt |