El lunes 27 de agosto del año 2018, los gobiernos de Estados Unidos y México anunciaron la conclusión de la renegociación del TLCAN en el que Canadá no está involucrado (al momento de escribir esto, las autoridades canadienses anunciaron que se sumarán a la negociación bilateral sin saber el resultado de esto). Analizar y obtener conclusiones sobre el proceso de renegociación no es fácil, la información de lo negociado no fluye con la trasparencia deseable. Sin embrago, presento algunas conjeturas y observaciones preliminares sobre el proceso y los resultados del mismo:
El objetivo fundamental del gobierno de los Estados Unidos al plantear hace un año la renegociación del tratado, no fue modernizar un tratado comercial con más de 25 años de existencia. Su objetivo primordial fue replantear el esquema comercial a favor de la visión mercantilista de Trump y de su equipo. Desde esa visión, los intereses de los EEUU se cumplen si y sólo si, su economía consigue superávits comerciales con sus socios y si regresan a territorio nacional, lo que ellos consideran fuentes de empleos perdidos a favor de México y Canadá.
El proceso de renegociación del TLCAN fue un proceso profundamente asimétrico, opuesto a un esquema de ganar –ganar que a veces prevalece en las relaciones internacionales. La estrategia que utilizaron los estadounidenses desde un inicio, fue la de aprovechar la desigualdad de poder entre los miembros del tratado, a través de amenazar con salirse del instrumento jurídico y a través de poner en la mesa de negociaciones propuestas rupturistas, que de antemano sabían eran inaceptables tanto para México como para Canadá. Sabían muy bien que tanto para México como para Canadá, garantizar el acceso a su principal mercado de exportaciones es de vida o muerte (80% de su comercio exterior es con EEUU), mientras que para EEUU la relación con sus socios regionales es importante pero no vital.
A pesar de la retórica de cooperación, el proceso de renegociación nunca fue un mecanismo en el cual los tres países pusieran sus intereses sobre la mesa para hacerlos valer en el resultado final. Por el contrario la participación de México y de Canadá en la renegociación, tuvo como objetivo tratar de limitar y moldear, tanto como fuera posible, las exigencias de una superpotencia. Es decir, la estructura de fuerzas de la negociación, los limitó a jugar una estrategia defensiva, sin permitirles poner y defender demandas sobre la mesa de negociación. Me parece esta es la métrica con la cual debemos sopesar los resultados.
Es necesario evaluar hasta qué punto la diplomacia económica mexicana logró contener y reducir muchas de las exigencias inaceptables que los EEUU pusieron sobre la mesa, exigencias que, hay que decirlo, eran completamente contraproducentes para la economía mexicana. Hasta donde el flujo de información me permite ver, mencionó lo siguiente sobre los principales temas espinosos de la negociación:
Al parecer la clausula ocaso (sunset clause), que establecía la cancelación del tratado cada 5 años a menos que los países miembros decidieran lo contrario, se matizó en forma relevante y se acordaron periodos de revisión y actualización del acuerdo, sin la amenaza de su cancelación. Lo anterior libera a México de una cláusula que hubiera sometido al país a lustros de incertidumbre económica muy dañinos.
En relación a las reglas de origen se echó abajo la propuesta inviable de los EEUU de incrementar el contenido regional de los autos a 85% (del cual 50% tenía que ser contenido nacional estadounidense) para continuar disfrutando de tasas arancelarias preferentes. El acuerdo al que se llegó dicta que para que un auto pueda disfrutar de la reducción arancelaria, el 40% del valor del auto tiene que originarse en zonas en donde la mano de obra no obtenga un salario menor a 16 dólares la hora.
Adicional a lo anterior, al parecer México aceptó que los EEUU podrán imponer un arancel cuota del 25% por razones de seguridad nacional, en caso de que las exportaciones de autos mexicanos rebasen determinada cantidad de unidades. De confirmarse la información anterior, si bien México logró una renegociación que sigue brindando certidumbre a las cadenas regionales de valor de la industria automotriz (de la que la economía mexicana tanto depende), lo pactado también puede subordinar el crecimiento de este sector mexicano a las decisiones de los EEUU, lo cual no es una buena noticia.
En cuanto a la aplicación de aranceles en productos de agricultura de acuerdo a la estacionalidad, al parecer fue un tema que quedó fuera de la renegociación, lo cual es buena noticia para el sector exportador mexicano en esos rubros.
Hay información que sugiere que dentro del acuerdo quedó el tema energético, aunque no se conocen los suficientes detalles.
En lo que respecta a los mecanismos de solución de controversias, la postura de EEUU era completamente inaceptable debido a que estos mecanismos son esenciales para mantener un equilibrio de beneficios entre los tres países, al obligar a que las diferencias no se resuelvan bajo la ley del más fuerte, sino a través de páneles de arbitraje neutrales. En este aspecto ojalá que la delegación mexicana no haya aceptado cambios que debiliten estos mecanismos.
En algún momento Canadá decidió retirarse de las renegociaciones. Hace unas horas tomó la decisión de reincorporarse al proceso. En este aspecto, probablemente veremos al gobierno de Trudeau sufrir las consecuencias de su error táctico. Por un lado su reincorporación a la renegociación no refleja su preferencia óptima sino más bien es una forma de evitar los costos de quedar excluidos de un posible nuevo acuerdo regional. Esto los puede llevar a realizar más concesiones de las originalmente planeadas. Por otro lado, tendrá el tiempo en contra para tratar de defender sus posiciones, ya que EEUU anunció al viernes 31 de agosto como fecha fatal. En el caso en que Canadá quedé fuera del nuevo acuerdo, a la postre la relación México-Canadá se regularía con las regla del TLCAN actual ya sin EEUU.
En posteriores entregas y conforme la información fluya, se analizará con mayor detalle el impacto de lo acordado en cada uno de los temas. No finalizo sin puntualizar que lo acordado por México lleva el sello de aprobación del próximo presidente mexicano. En unos meses, el acuerdo transitará por un Senado mexicano dominado por MORENA para su aprobación. ¿Qué tan difícil será aprobar lo acordado por una cámara dominada por políticos que han criticado por años al comercio internacional y al esquema de integración con los EEUU? El tiempo y la disciplina partidista de MORENA lo dirán.
Dr. Derzu Daniel Ramírez Ortiz
Profesor
Escuela de Relaciones Internacionales UPAEP