Al llegar allí, Jesús miró hacia arriba y le dijo:
“–Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en tu casa”. (Lc 19:5)
Como docentes, en nuestra labor diaria y con cada curso, nos encontramos con todo tipo de estudiantes: los que salen adelante exitosamente, aquellos líderes que manejan sus materias sin problema y sin abrumarse, los que son simpáticos y alegres, los callados pero que observan detenidamente, y en algunas bancas, tenemos siempre a uno o más Zaqueos…
¿A qué me refiero con Zaqueos? Si recordamos el pasaje Bíblico de Lucas, cuando Jesús ve a Zaqueo en la copa de un árbol, y entre tanta gente, Zaqueo nunca imagina que Jesús fija la mirada en él , aquel acto impone la unicidad y singularidad de la persona de Zaqueo. …lo miró para atraparlo por siempre.
¿Cómo mirar entonces a nuestros zaqueos que están al borde de una banca, al mismo tiempo que al borde de la tristeza y al borde del sinsentido día a día? ¿Aquellos que piensan que ya nada queda por hacer con su situación académica o personal?
Podríamos pensar en metodologías modernas y hasta extravagantes, podríamos dejarles de tarea algunas lecturas o ejercicios. Esto tal vez ayudaría pero estoy convencida que hace falta algo más.
Bueno, pues la receta ideal, como aquellas recetas de las abuelitas, es la más efectiva aunque lenta, y no es un secreto, todos lo sabemos: elevar su Dignidad con un trato único, determinado, pero con toda la delicadeza que significa esa vida, esa alma..
Hay que empezar por la congruencia, por el testimonio de una vida entregada, apasionada y alegre, donde se muestren las ganas de vivir, las ganas de enseñar, de guiar, de formar y de dejar el alma en el salón. Que se transpire en nosotros los docentes, esa certeza de saberse amado.
Es así por lo tanto, momento de comenzar a andar quizá otro camino, a tomar otras actitudes: la de la empatía y el amor. Recorrer el camino de la dulzura, pero a la vez de la firmeza. Ya el buen San Juan Bautista de la Salle decía: “Educar con la firmeza de un padre, pero con la ternura de una madre”. No caben demoras, no hay tiempo que perder, es urgente y necesario que los docentes en cada aula, en cada clase, en cada momento mostremos el rostro de Dios. Que les hagamos saber que no todo está perdido, y que no están solos. Que “encendamos corazones”, porque entonces, estaremos satisfechos de haber hecho nuestra labor. Y de esta manera, cuando dejemos en cada una de esas personas sentadas ahí al frente : una mente que pensó, unos ojos que vieron, unos labios que hablaron , pero sobre todo, un corazón que experimentó sentirse amado, entonces habrá valido la pena. Y la magia habrá ocurrido.
Seamos un imitador de Jesús, mirando de una manera personal y única cada uno de nuestros Zaqueos, invitándolos sutilmente pero sin vacilaciones a que se queden en la Verdad, que se queden en el verdadero amor a los demás y al Bien común. Estudiantes preocupados por su sociedad y los más vulnerables, porque ellos, alguna vez lo fueron y experimentaron sentirse importantes.
No los dejemos en el árbol escondidos, silentes, tristes, lejanos. Cómo me gusta aquella frase que dice: "podrán olvidar qué les enseñamos pero nunca olvidarán cómo los hicimos sentir".
Nuestros pequeños grandes Zaqueos por tanto, habrán encontrado razones para seguir adelante, para saber que sí pueden , encontrando su misión y su sentido de vida. Podrán así contribuir a que otros puedan encontrar una mirada de Persona a Persona…