Desarrollo humano y social
Me parece que se fue
17 mayo Por: David Sánchez Sánchez
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Una mano olvidada en desprendimiento aterciopelado por su espalda habría bastado para que ella nunca se hubiese ido. Las discusiones tercas y los pensamientos escurridizos carentes de herraduras salpicaron con fuego las noches más prometedoras. Nadie sabe quién mostró el primer gesto de evasión pero seguramente ambos se perdieron equidistantes respecto al paralelo de sus corazones. Dos intenciones emancipadas prendieron la fumata blanca. La primera, la falta de comunicación diaria. La segunda, una tonta discusión sobre un postre mal horneado. Pasaban las sombras y aisladamente ella surgía tras la cortina de humo de sus pupilas. Ninguno se alistó a la guerra de una Reconquista, ya habían sufrido demasiado. Prófugos, evitaban mirar los cristales de las tiendas para no verse en ausencia del otro. Las recompensas organizadas por sus anillos de alianza sirvieron para llenar de carteles con sus rostros las esquinas de su conciencia. Fueron parricidas de los sueños que se habían planteado y homicidas en primer grado de los juramentos que por amor se habían hecho. Invadieron tantas veces cada cual el cuerpo del otro que dispersas por la piel aún quedaban fortalezas de cariño. Parece mentira que todo pueda terminar como una tormenta de verano. Lo primero en sonar fueron las campanas de la autosuficiencia,  la supervivencia tomó la batuta a partir de su segundo concierto. Para bien o para mal, ninguno quiso faltar a los siguientes estrenos de cine en los viernes, las cenas de los sábados y las meriendas fuera de la ciudad de los domingos. Parecía que no había tiempo  y en realidad ahora les sobraba demasiado.
Demostrarse a ellos mismos que era la mejor elección les costó todos los ahorros que su autoestima tenía guardados en un plan de pensiones. Los economistas de los sentimientos especularon a la baja su último año juntos. Pese a ello, las pasadas vacaciones habían sido las mejores. Los últimos meses habían caído en lo cotidiano y toda nueva notica cabía en un dedal. Acostumbrarse a compartir la ducha para después nunca limpiarla había dejado paso a limpiarla para nunca compartirla. Los largos esfumatos frente al espejo adoptaron mil pinceladas más por minuto. Incluso los carmines se sonrojaron más agresivamente que sábados pasados. Él no desesperaba buscando las cuchillas entre lápices de labios y ella no volvió a robarle espuma de afeitar. El baño había dejado de ser la frontera de la guerra de los mundos. Los armarios se habían convertido en cementerios de perchas y las desapariciones de cuerpos de tela hacían de ellos paisajes desoladores. Preparar la cena para uno seguía siendo el mismo ritual de siempre, aunque aún añadían dos tenedores en la mesa alrededor de un mismo plato como reflejo del hambriento que siempre llegaba a casa de forma imprevista. Era la fórmula perfecta para describir una despedida.
Los objetos habían pasado a tener nombre, propiedad e incluso hubo quien les llegó a dar el don de la palabra, por ello el reparto de estos se hizo más dramático.  Las camas parecían ser ahora  tan grandes como la isla de Pascua y los pijamas desaparecieron dejando paso a la desnudez somnolienta. Aun había quien les llamaba al teléfono preguntando por el otro, e incrédulos a su separación seguían hablando en una correcta vida pretérita  y perfecta.
Sólo los meses pudieron poner banda sonora a los créditos del olvido, y tras la bajada de telón, se perdieron en el mar de los antiguos amantes. Otras pieles, otros besos, otras noches de promesas por cumplir se veían truncadas por los relámpagos de la conciencia que como rayos cruzaban el encéfalo de sur a norte y les recordaban aquel amor perdido. Nada podían hacer, pues seguramente, cada cual ya había encontrado a otro.

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