En esta misma columna hemos explorado en diversas ocasiones las características del populismo rampante, particularmente en América. Hoy haremos un breve resumen de sus rasgos más distintivos y revisaremos su situación en Europa, para darnos cuenta de que no se trata de un fenómeno exclusivamente americano.
La palabra “populista” tiene un cierto dejo despectivo: no es lo mismo decir que alguien es popular a decir que es populista. Con este adjetivo podemos designar a actores políticos, expresiones o partidos, sin importar en qué dirección, es decir, aunque no me gusten mucho las expresiones “de izquierda” o “de derecha”, hay populismos de diferente dirección y color, sin que su forma de proceder sea muy distinta, porque con este adjetivo calificamos generalmente una estrategia, o sea, una forma determinada de hacer política.
Esta manera de hacer política, en donde el discurso es fundamental y muy copioso, puesto que los líderes populistas tienden a hablar mucho, se caracteriza por las siguientes estrategias:
1) Los populistas afirman conocer la verdadera voluntad del pueblo. Ellos dicen ser los únicos que pueden saber e interpretar lo que las personas realmente quieren. Para ello conciben al pueblo como unidad, como un monolito, pues todas las personas que lo componen desean lo mismo. Por eso, generalmente los populistas se concentran en un solo tema, que consideran que preocupa al pueblo: la inmigración, la corrupción, etc. Con esto, los populistas desconocen que las sociedades modernas son sumamente complejas, lejos de ser unificadas y con los mismos deseos y anhelos, aunque obviamente hay algunos compartidos, como la seguridad, el empleo digno, etc.
2) Una segunda estrategia es afirmar que solamente ellos tienen la solución, generalmente sencilla y fácil, ante problemas sumamente complejos, que casi siempre no analizan a fondo. Por eso no exponen en sus discursos dicha complejidad, ya sea porque la desconocen o porque a propósito la ocultan. Lo que subrayan es la simplicidad y la rapidez de las soluciones que proponen.
3) La tercera estrategia es la polarización: “nosotros contra ellos”. Los populistas buscan un enemigo común: la mafia de Washington, la mafia del poder, las élites, los inmigrantes. En el “nosotros” caben los populistas y todos sus partidarios. Con “ellos” engloban a adversarios que no siempre es posible identificar muy precisamente, pero que están presentes en el imaginario social: a los ricos, a los bancos, a las empresas privadas, a la Unión Europea, a los políticos tradicionales, a los neoliberales, a otros partidos, o simplemente a otras personas o instituciones que, de manera poco clara, según ellos deben estar allí, en los adversarios.
El problema, después de analizar estas estrategias, es que, en su afán de hacerse populares y atractivos ante la población, los populistas sólo hablan de temas y de miedos que muchas personas tienen en mente y para los cuales prometen soluciones fáciles y rápidas, sin reparar mucho en que estos problemas y sus soluciones no son tan sencillos. Como esta visión superficial de la realidad no resiste mucho un análisis más serio, los populistas tienden a rehuir el debate y la argumentación, escabulléndose en el insulto y la descalificación del adversario. Tampoco gustan de pensar en que las personas tienen muy diversas opiniones, preferencias y deseos, lo cual es de capital importancia en la democracia. No existe EL pueblo, sino una rica pluralidad de grupos e ideas en la población.
Los movimientos populistas se encuentran avanzando también en Europa, de tal manera que en casi todos los países de la Unión Europea (UE) ya hay representantes populistas en el parlamento o en el gobierno. Su éxito, generalmente, se debe a que muchos electores tienen la impresión, de que la Unión Europea no ha podido cumplir sus promesas de seguridad y bienestar. Las crisis del euro y de los refugiados acentuaron este proceso de disgusto y de insatisfacción frente a la política. Es por eso que la confianza de los ciudadanos europeos en los gobiernos electos democráticamente ha disminuido dramáticamente en los últimos 25 años.
Podemos decir, por lo tanto, que mientras menos se sientan los ciudadanos representados por la política y los políticos, mayor será su tendencia a ser receptivos frente a los mensajes populistas. Una buna noticia es que los electores jóvenes de los países de la UE son partidarios de permanecer en ella, por lo que no prestan oídos tan fácilmente a los discursos populistas, que, sea cual sea su color, generalmente son anti-UE. Un factor importante de esta “vacuna antipopulista” es el Brexit: el caos que ha generado la salida de la Gran Bretaña de la UE y las desventajas que ha acarreado para los ingleses han provocado que el agresivo discurso anti-UE palidezca poco a poco en otros países europeos. El Brexit, por cierto, es un ejemplo de antología de cómo las “soluciones” populistas frente a problemas complejos pueden acarrear la ruina de países enteros.
Un fenómeno que se ha observado en Europa es que este ascenso de los populistas ha provocado que el número de miembros de los partidos y de los electores haya aumentado, lo cual es bueno para los partidos opositores a los populistas.
Por regla general, cuando los populistas acceden al poder, tienden a establecer un régimen autoritario, limitando libertades, combatiendo a la prensa y a opositores y declarando como enemigos a quienes no piensan como ellos. Esto está directamente en contra de uno de los principales fundamentos de la democracia: el pluralismo, esto es, que todas las personas deben ser aceptadas y respetadas en toda su diversidad.
El peligro que representa el populismo es evidente en los ejemplos de Polonia y de Hungría, en donde los movimientos de dicho signo político están tratando de demoler las bases de la democracia, como los aparatos de justicia independientes del gobierno, la libertad de prensa y el pluralismo. Es por eso que, en ambos casos, la UE ha emprendido procedimientos jurídicos para salvaguardar la democracia y el Estado de Derecho en dichos países de la UE.
Así que, pensando en nuestro país, lo que está en juego en las elecciones del 6 de Junio es muy importante: o los electores fortalecen el cambio hacia un régimen populista, autoritario y antidemocrático, con cada vez menos libertades y con un muy probable desastre económico, o le dan más peso a la oposición, para meter el freno a la 4T y ayudar a salvaguardar los valores de la democracia, obligando, eso sí, a los partidos de oposición a cumplir con estos objetivos. Esto no será nada fácil, pues estos partidos, con su negligencia, mediocridad y corruptibilidad, han sido cómplices al servicio, involuntario o no, del avance del populismo.
“MORENA debe ser doblegado”
Desarrollo humano y social
Los estragos del populismo en Europa
26 mayo Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo