Desarrollo humano y social
Más apuntes sobre el populismo
20 mayo Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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En otras ocasiones, en esta columna nos hemos ocupado de analizar al populismo y al autoritarismo. Ante el fracaso de los políticos demócratas para gobernar correctamente y desterrar a la corrupción, azote de Latinoamérica, y de los electores demócratas para hacerse corresponsables de las malas decisiones de los políticos, tenemos en América un avance muy preocupante de populistas y de autócratas. Veamos el caso patético de Perú, uno de los países más exitosos en el combate a la pobreza y en el desarrollo económico, registrando nada menos que 20 años de crecimiento sostenido, pero que está a punto de darle el poder a un comunista leninista (Pedro Castillo) que tiene en su plan de trabajo la expropiación de industrias y restringir la libertad de expresión. Para agravar la situación, la otra candidata es hija de Fujimori, lo cual despierta suspicacias y malos recuerdos en cualquier elector peruano. Keiko Fujimori, de hecho, hace campaña mientras goza de libertad bajo fianza.

Volteemos a ver a El Salvador, con un autócrata que ya prácticamente se hizo dueño del país. ¿Y qué decir de Nicaragua, en donde pronto, en Noviembre, se reelegirán Ortega y su esposa? ¿Y del avance notable de Daniel Jadue, candidato del Partido Comunista en Chile? ¿Y de la fuerza del trumpismo dentro del Partido Republicano, como quedó de manifiesto en días recientes? ¿Y de los exabruptos antidemocráticos e intolerantes del Presidente López, en México, quien parece decidido a incendiar la pradera con tal de ganar las elecciones del próximo 6 de Junio?

Ojalá siguiéramos el ejemplo de Ecuador, que logró detener el rumbo hacia la consolidación de un régimen autoritario (el “correísmo”) y eligió a un personaje con clara vocación democrática (Guillermo Lasso), quien asumirá el poder el próximo 24 de Mayo. Sería deseable que los electores de Brasil y de Colombia, el año próximo, recapaciten bien acerca del alcance que tiene su voto y no se dejen seducir por promesas imposibles de cumplir, que tanto caracterizan a los populistas y demagogos. Ojalá los electores mexicanos, el próximo 6 de Junio, estén dispuestos a dar dos pasos decisivos: primero, votar para quitarle a MORENA la mayoría en el Congreso de la Unión; y segundo, estar atentos a todo lo que hagan los candidatos opositores que resulten electos, porque el que ahora estén en la oposición no los hace automáticamente inteligentes, ni preparados, ni angelitos. Hay que vigilarlos y exigirles que cumplan con sus obligaciones. La mediocridad de los partidos opositores es en gran medida la causante de que tengamos ahora a un narcisista, populista y autócrata despachando desde Palacio.

Estos partidos (PAN, PRI, PRD y MC) no han logrado todavía articular una oposición clara, seria, con propuestas interesantes, con rostros nuevos pero preparados, que despierten confianza y esperanza en los electores. A veces no sabemos bien a bien si MC y el PRI juegan realmente a la oposición o a quedar bien con MORENA, dividiendo a la oposición; el PRD no acaba de salir de terapia intensiva y el PAN tiene la peor dirigencia nacional de su historia. En verdad tienen una tarea enorme por delante: reconstruirse, reconstituirse y recuperar espacios, autoridad moral, discurso claro y visión de futuro.     

También hay que admitir que no es fácil enfrentarse al populismo. Estructurar un discurso alternativo es algo sumamente complicado, máxime cuando los partidos opositores andan todavía ayunos de mentes brillantes. Esto tiene que ver también con algo muy importante: el populismo puede ser entendido a partir de una cierta lógica política: en el centro de su pensamiento está la idea de que el poder pertenece al pueblo y que la política debe reflejar la voluntad popular. Pero esta idea parte de una visión idealizada del pueblo y se basa en una permanente hostilidad frente a las élites políticas y económicas. Como se ve claramente en el caso de López, el dirigente asume el papel de ser la personificación del pueblo bueno; él es su voz. Con esta voz, el caudillo cuenta la historia de un pueblo engañado, pisoteado y robado históricamente por las élites económicas, cómplices de las élites políticas: juntas, conforman la “mafia del poder”, “el lodazal de Washington”, etc. Este caudillo le hace ver a su pueblo que siempre ha sido oprimido por las élites corruptas, por lo que se erige en su defensor y libertador. En esta lucha de liberación y de regeneración moral, la recompensa será la reconquista del poder para el pueblo.  

Sin embargo, no podemos decir que haya simplemente dos categorías: políticos populistas y políticos no populistas. Hay una amplia paleta de opciones, debido a que los políticos pueden ser más o menos populistas o pueden volverse populistas. Es por esto que muchos hablan de un cierto “momento populista” que algunos políticos experimentan. En este momento, la lógica del populismo se coloca en un primer plano, por lo que aparecen partidos populistas (que, por lo general, no se llaman “partido”, sino “movimiento”, “frente” o algo parecido). Puede ocurrir también que antiguos políticos bien conocidos de pronto empiecen a dar muestras de estarse convirtiendo en populistas.

Esto sucede generalmente cuando la democracia sufre una crisis y cuando la confianza de los ciudadanos en las instituciones políticas se debilita, como ocurre en Perú, en donde la pandemia se salió de control y en donde, ya desde antes de que esta comenzara, se había iniciado una cacería de brujas contra los ex presidentes, de los cuales cuatro están en la cárcel y uno se suicidó. Además, los partidos tradicionales desaparecieron, dejando un campo lleno de despojos, del que los políticos sin convicciones democráticas pronto se apoderaron.

Por eso podemos afirmar que el populismo, antes que ser una enfermedad, es uno de los síntomas que dejan ver que algo está mal. El populismo es, además, un fenómeno ambivalente: por un lado, tiene una raíz democrática, es decir, el principio de la soberanía popular. Esto le permite dar impulsos democráticos y buscar que haya mejores controles sobre los representantes populares por parte de los ciudadanos; además, puede fomentar la transparencia y la participación y luchar porque la gente sepa más de política y se involucre más. Empero, también posee una cara antidemocrática: el populismo propaga falsas soluciones, debido a que simplifica la gravedad de los problemas y ofrece soluciones demasiado fáciles como para poder ser efectivas, descuidando el hecho de que la vida social, los fenómenos políticos y los problemas económicos son de suyo de suma complejidad.

Esta visión maniquea de las cosas, esta idea de que la realidad es simple y de que las soluciones que difieran de las propias sólo servirían para que los grupos de poderosos continúen gozando de sus privilegios y abusando del pueblo, este permanente esfuerzo por ahondar las divisiones entre los grupos sociales acaban por socavar y destruir el entramado institucional y las condiciones propicias para la democracia. Al afirmar los populistas que todo lo que esté en contra de ellos significa estar en contra del pueblo, de quienes se ostentan como los únicos intérpretes y representantes, obstaculizan cualquier debate, cualquier discusión y cualquier argumentación. Por eso es que generalmente los populistas rehúyen al debate, por eso prefieren descalificar en lugar de argumentar, por eso su discurso es polarizador, lo que lleva a las sociedades a que el esencial intercambio de ideas y de propuestas de solución se vuelva imposible y prácticamente indeseable.    

Un último apunte: el populismo crece y se desarrolla cuando detecta vacíos en la representatividad, que se originan cuando en la población hay intereses y anhelos que los partidos tradicionales no consideran, han dejado de considerar o ni siquiera los han detectado. Por eso, la mejor prevención contra el populismo es impedir que surjan estos vacíos en la representatividad; esto es parte esencial del pensamiento que debe sostener a la democracia representativa, pero muchas veces, los partidos tradicionales han descuidado este tema tan importante. Han olvidado, como ocurre en muchos países de América, incluido nuestro vecino del norte, que esta es una de las más importantes obligaciones de los políticos, por lo que deben estar preparados para saber acerca de los intereses y deseos de la gente, hacer suyas sus aspiraciones, discutir con argumentos en busca de las mejores soluciones y estar conscientes de que ellos, como gestores del Bien Común, tienen en sus manos una responsabilidad que no puede ser despreciada y a la que deben estar sujetos por plena convicción.

“MORENA debe ser doblegado”

 

Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Decano de Ciencias Sociales

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