Nadie podrá negar que el tema de esta semana es la toma de posesión de Joseph Robinette Biden Jr., mejor conocido como Joe Biden, como 46° Presidente de los Estados Unidos. Lo acompaña Kamala Devi Harris como Vicepresidente. Biden logró, después de tres intentos y de ocho años como Vicepresidente, llegar al máximo cargo político de la nación más poderosa del mundo. Durante la campaña electoral, el veterano político prometió emprender caminos de unidad en su país, después de cuatro años de un gobierno caótico y agresivo de Donald Trump, quien aprovechó las grandes y profundas diferencias sociales, culturales y económicas que caracterizan a los Estados Unidos y no hizo absolutamente nada por sanarlas, sino que las exacerbó con esmero, como buen populista. Además –nuevamente, como ejemplar populista- repudió repetidamente a la ciencia y a los expertos, buscando más la lealtad personal hasta la ignominia, lo que rayó literalmente en la complicidad.
Es por eso que Biden ha tratado de recomponer las cosas lo antes posible. Un ejemplo de esto es la conformación de su equipo de trabajo, por lo que ha integrado en su gabinete a personas de mucha experiencia pero que a la vez representan a los diferentes grupos raciales que conviven en el país: la Vicepresidente es mujer, hija de inmigrantes de Jamaica y de India; otro de los secretarios del gabinete presidencial es abiertamente homosexual; la encargada de las finanzas públicas es, por primera vez en la historia, una mujer; la nueva Secretaria del Interior es miembro de una tribu indígena norteamericana, por lo que es la primera persona proveniente de estos grupos nativos en llegar a tal cargo público; y el nuevo Secretario de la Defensa es el primer afroamericano en ocupar tan elevada posición. Veamos ahora, en un primer esfuerzo, quiénes son estos personajes.
Kamala Harris es la nueva Vicepresidente, pero, a diferencia de sus predecesores, tendrá que jugar un papel más relevante en su función como Presidente del Senado. Esto se debe a que, debido a que esta cámara está conformada por 50 senadores republicanos y 50 demócratas, su voto será el que decida, en caso de que haya empate. Esto cambiará dentro de dos años, pero por ahora es así. Pero su labor no se limitará a eso, puesto que tanto ella como Biden han anunciado que trabajarán de manera sumamente estrecha, de tal manera, según Biden, que ella será siempre la última persona con la que hable antes de tomar una decisión importante. Tiene una larga trayectoria en el servicio público: en el año 2003 fue elegida como fiscal de distrito en San Francisco; allí creó un programa para posibilitar que las personas con cargos relacionados con drogas accedieran a una educación secundaria y a un empleo. Este programa fue después tomado como modelo a nivel nacional.
De allí pasó a ser electa Fiscal General de California, en el año 2010. Se trataba del departamento de justicia estatal más grande del país, y nuevamente fijó parámetros en materia de justicia infantil y de reformas para asegurar mayor transparencia y rendición de cuentas. En 2017 prestó juramento como senadora de los Estados Unidos. Esta experiencia de 4 años en la cámara alta le será de gran utilidad ahora que, como Vicepresidente del país, asume a la vez el cargo de presidir al Senado.
Antony Blinken es el nuevo Secretario de Estado, es decir, el próximo jefe de la diplomacia estadounidense. Es descendiente de una familia de servidores públicos y diplomáticos, algunos de los cuales llegaron a Estados Unidos como refugiados que huían de las persecuciones a los judíos en Rusia o de la represión comunista en Hungría. Su padrastro, incluso, fue sobreviviente del Holocausto y después sirvió en el gobierno de Kennedy, además de que ejerció una fuerte influencia en Blinken. Su vida, por cierto, serviría para varias novelas y películas.
Blinken ingresó al Departamento de Estado en 1994 y ha ocupado cargos tanto en la Casa Blanca como en el Senado, generalmente relacionados con la política exterior. Desde esa época en el Senado conoció a Biden, a quien después acompañó como asesor de seguridad nacional cuando este llegó a la Vicepresidencia, después del triunfo de Obama en 2008. Blinken es, por lo tanto, una persona con amplia trayectoria, conocedora de la realidad internacional y partidaria de la colaboración con otros países, lo que va en contra del aislacionismo primitivo de Trump.
Quienes están particularmente felices por el nombramiento de Blinken son los franceses, pues el nuevo Secretario de Estado es una especie de francés por adopción, ya que vivió parte de su infancia y adolescencia en París. Es un francófono y un francófilo, como comentó hace unos días un diplomático francés. De hecho, el Ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, está feliz, pues no sólo conoce al nuevo Secretario de Estado, sino que son amigos, lo que contribuye, al menos en Francia, a sentir que soplan nuevos aires, más frescos, después del paso grotesco de Trump.
Por último, hablaremos hoy del Secretario de Defensa designado, el general retirado Lloyd Austin. Es, como ya dijimos, la primera vez que un afroamericano es designado para estar al frente de las fuerzas armadas más poderosos del mundo. Pero además fue el primer afroamericano en dirigir al Comando Central, pieza fundamental de la defensa militar estadounidense. Austin es un militar de un gran prestigio y que, como es tradicional en los Estados Unidos, se ha mantenido al margen de asuntos políticos. Su designación es celebrada como un cambio en la cúpula militar, generalmente dominada por “blancos”. Si bien algunos sectores no ven bien que un militar (retirado) llegue a la posición que ocupará Austin, pues por regla general –como en la mayoría de las democracias occidentales- se prefiere a un civil al frente de las fuerzas armadas, también es cierto que nadie duda de las credenciales profesionales y personales de Austin, por lo que el Congreso le concedió un permiso especial para poder ocupar el cargo antes de los siete años después del retiro que la ley marca para que un militar pueda quedar al frente del Pentágono.
Biden tiene una tarea enorme frente a sí: reconciliar a una nación dividida, que además está envenenada por el legado y la lengua de Trump. Debe considerar, además, que el “trumpismo” no desaparecerá ahora que Trump ya está de vacaciones, ni aunque quede vetado para ocupar algún cargo público. En las siguientes entregas seguiremos analizando a los miembros más importantes del nuevo gabinete presidencial estadounidense, quienes están muy lejos de parecerse a los “floreros” del gabinete federal mexicano. Esto debería haber ya provocado una seria y profunda reflexión en el Presidente López, pues ahora sí tendrá que tratar y negociar con un equipo más profesional y de visión más amplia y profunda que el que acompañó a Trump, quien sólo mostraba interés muy rudimentario en algunos temas como el muro, los inmigrantes o los aranceles. Con ocurrencias mañaneras no se puede hacer política exterior.
Dr. Herminio S. de la Barquera A. Decano de Ciencias Sociales UPAEP |