Hace unos días, los medios de comunicación en México dieron a conocer la buena noticia de que, después de más de 100 años de ausencia, nuevamente corren bisontes por las praderas de Coahuila. Esto se debe a que fue reintroducida una manada de 19 ejemplares en la Reserva Natural El Carmen, un territorio privado transfronterizo de 140 000 hectáreas, en donde es posible encontrar hasta cinco diferentes ecosistemas en los que vive una enorme cantidad de especies de flora y fauna. El restablecimiento de bisontes en nuestro país es un verdadero caso de éxito para recuperar especies en peligro de extinción y es el resultado de la colaboración estrecha de diferentes instancias gubernamentales mexicanas y estadounidenses, instituciones académicas, el sector privado y organizaciones de la sociedad civil.
Originalmente, el bisonte americano (Bison bison o Bos bison) se extendía desde los territorios centrales de lo que hoy es Canadá (aunque posiblemente también había en Alaska) hasta las regiones del norte de México. En estas extensas praderas vivía la subespecie Bison bison bison, mientras que en los bosques del norte se encontraba la subespecie Bison bison athabascae. Su alimentación consistía en los pastos de tan extensas regiones. Se cree que en México había manadas en lo que hoy son los estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Durango, pero desapareció de las praderas mexicanas en la segunda mitad del siglo XIX.
Se calcula que, antes de la llegada de los europeos a Norteamérica, habría una población de unos 30 millones de bisontes, pero debido a la descontrolada y salvaje cacería a la que fue sometida, esta especie casi desapareció hacia fines del siglo XIX. Es necesario subrayar que los grupos indígenas también cazaban al bisonte y nunca lo pusieron en peligro de extinción, aprovechando todo de él: desde los huesos hasta la carne, mientras que los “blancos” causaban una verdadera matazón y sólo aprovechaban la carne. Una medida que logró evitar la extinción de este enorme animal (de hecho, es el mayor mamífero terrestre de toda América) fue la fundación del Parque Nacional de Yellowstone, en 1872, a donde se retiraron muchos ejemplares. En la actualidad, unos 30 000 animales viven en libertad en los Estados Unidos, pero como dependen totalmente de medidas de protección, están catalogados como “potencialmente en peligro”.
En México, en donde desapareció del todo, se cataloga en la actualidad como especie en peligro de extinción. Hay dos manadas: la nueva que se asentó recientemente en Coahuila y la que existe desde el año 2009 en la Reserva de la Biosfera de Janos, en Chihuahua. Precisamente, de la manada de Janos provienen los 19 ejemplares que se llevaron a Coahuila (16 hembras y 3 machos).
La fauna original mexicana incluía dos miembros de la familia Bovidae: el borrego cimarrón (Ovis canadensis) y el bisonte. De este último hay pocos registros y ya dijimos que se extinguió en el siglo XIX; a principios del siglo XX hay autores que citan la presencia de este mamífero a lo largo de la frontera, pero no hay evidencias sólidas de que atravesara a territorio mexicano en esas fechas. Es muy probable que este animal, el mamífero terrestre más grande del continente, desapareciera muy tempranamente de nuestro país.
Al bisonte también se le conoce como “cíbola” o “cíbolo”, nombre que tiene una curiosa historia. Como sabemos, algo que atraía poderosamente a los europeos (particularmente los españoles y portugueses) en América, en el “Nuevo Mundo”, era el poder confirmar la existencia de lugares fantásticos de abundancia y seres maravillosos, cuyas características habían sido transmitidas desde la Antigüedad y la Edad Media. De ahí la convicción y la seguridad con las que se lanzaron a buscar El Dorado, las amazonas, sirenas y harpías. Por eso buscaron con tanta porfía las siete ciudades de oro del Preste Juan y su legendario reino cristiano, cuya existencia se mencionaba ya desde el siglo XII y al que los portugueses buscaron afanosamente en África y en Asia. Otro lugar que era objeto de curiosidad era la fuente de la eterna juventud (la que también los franceses buscaron), las islas de San Borondón (a quien se atribuía nada menos que el descubrimiento del paraíso terrenal), o las regiones en donde habitaban grifones, enanos y gigantes. Aquí es donde hay que citar al otro nombre del bisonte (cíbolo), que proviene de “Cívola” o “Cíbola”, que era el nombre de una de las siete ciudades de oro de la leyenda del Preste Juan. Por cierto, la búsqueda del maravilloso y riquísimo reino de Copala –que nunca fue hallado- y de su laguna, condujeron a que hoy tengamos en México una región, que se extiende por Coahuila y Durango, llamada precisamente “La Laguna” o “comarca lagunera”.
Es muy importante la existencia de estos animales en su hábitat natural, pues tienden al pastar de manera selectiva, lo que ayuda a dispersar semillas y a mantener la heterogeneidad ambiental. Además, forman revolcaderos, redistribuyen nutrientes por medio de la orina y reducen la altura de la vegetación, lo que favorece el establecimiento de colonias del perrillo de la pradera (género Cynomys con varias especies), que está igualmente en peligro de extinción en México. A diferencia del ganado vacuno, las manadas de bisontes no acostumbran pastar en áreas en las que ya han estado previamente y que puedan agotarse, por lo que permiten que los pastos se regeneren; caminan más, removiendo la tierra, ingieren forraje más seco y fibroso y ayudan a reducir la erosión, favoreciendo la existencia y permanencia de pastizales nativos.
Esperemos que esta experiencia exitosa de reintroducción de esta especie ayude a regenerar los ecosistemas del norte de México, lugar del que desapareció para siempre, por ejemplo, el oso gris (o pardo) mexicano, una subespecie local del oso gris o “Grissly” (Ursus arctos horribilis). El último ejemplar fue cazado en 1963. También esperamos que esta experiencia anime a emprender o a fortalecer otras, como los esfuerzos de muchas organizaciones gubernamentales y científicas para reintroducir al lobo gris mexicano (Canis lupus bayleyi), que se extinguió de tierras mexicanas y cuya reinserción ha sido muy complicada, debido a que requiere de grandes extensiones territoriales, lo cual ya es muy difícil en México por la explosión demográfica y la destrucción del hábitat; otros factores negativos son el sobrepastoreo y la mala cultura de la población frente a la figura del lobo, siendo que este, lejos de ser peligroso, es muy tímido y rehúye el contacto con el hombre.
Por último, un dato curioso: en Mayo de 2016, el entonces Presidente Barack Obama firmó la “National Bison Legacy Act”, que declaraba al bisonte y al águila de cabeza blanca como los animales nacionales de los Estados Unidos de América.
Dr. Herminio S. de la Barquera A. Decano de Ciencias Sociales UPAEP |