Desarrollo humano y social
Dinero público e investigación. ¿Tiempo de emanciparse?
15 octubre Por: Juan Pablo Aranda Vargas
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Si-tôt que quelquʼun dit des affaires de lʼEtat, que mʼimporte? on doit compter que lʼEtat est perdu (Rousseau, Du Contrat Social III :15).

En días pasados comenzó el proceso que muchos vislumbramos y alertamos desde hace tiempo: el gobierno lopezobradorista, hoy abierta e impúdicamente transparente en su resentimiento contra todo lo que huela a distinción racional, a todo lo que sobresalga o, en lenguaje nietzscheano, a todo lo que pretenda afirmar ese pathos de distancia que sale del rebaño para capturar estrellas…, el gobierno postdemocrático de Morena ha declarado la guerra a las universidades privadas, en lo particular, y a la investigación, las ciencias y las humanidades en lo general. Han caído ya las primeras universidades privadas: a la Ibero la siguió el Itam, y no hay elemento alguno que nos permita suponer que el Conacyt, convertido hoy en un grupo bufones del rey sin criterio ni la mínima pizca de profesionalismo, se detendrá ante nadie.

Todo indica que ha comenzado la era post-Conacyt, post-SNI, la era del rompimiento, tan necesario, entre el gobierno y las universidades privadas. El Sistema Nacional de Investigadores había corrompido su funcionamiento a tal grado que era ya difícil hablar de auténtica calidad en su seno. Si bien una importante cantidad de investigadores e investigadoras serios se contaban entre sus miembros, otro nutrido grupo era pura colisión, puro afán de lucro. Qué mejor ejemplo que la actual secretaria de la Función Pública, quien ha dado sobradas pruebas de nula independencia, criterio errático e ideas cuya profundidad se aproxima a los garabateos de un niño en la última página de su cuaderno. El SNI perdió credibilidad porque dejó de pensar libremente, prefiriendo embotarse del vino de la corrupción, esa que ha venido convirtiéndose, dolorosamente, en denominación de origen. De acuerdo con Transparency International (https://bit.ly/2FeSC2q), nuestro país obtuvo un valor de 29 sobre 100 en el índice de corrupción, colocándose en el lugar 130 de 180 estudiados. ¿Nuestros vecinos en el ranking? Mali, Togo, República Dominicana, Kenia. Rusia apenas un puesto abajo.

La investigación regida bajo el criterio ciego de lo cuantitativo: cuántos artículos, cuántas citas, cuántos libros. Olvidada la sabiduría de Borges, quien afirmaba sentir mayor orgullo por los libros que había leído que aquellos que había escrito, hoy hemos cedido a la tentación fabril, publicando febrilmente, cinco, diez, quince libros antes de cumplir cuarenta. Libros que nunca serán leídos, libros mudos, libros con autismo. Editar, coordinar, colaborar, traducir, reeditar… Y, en el cajón de los grandes ideales, cerrado bajo llave, esa molesta idea, ese cosquilleo que no debería dejarnos en paz, que nos exige publicar sólo aquello que tiene valor, publicar para generar discusión, para levantar la voz o acallar dudas, publicar poseídos por la inspiración, por la musa que nos ha enamorado, parir una estrella. Ya no nos tiembla la mano para publicar y, si tiembla, lo hace de nerviosa impaciencia. Ya casi nunca el nerviosismo de Cortázar al herir la hoja en blanco:

Se dibuja, así, una estrellita en lo alto de la página, y el campo operatorio queda claramente demarcado. La mano que empuña el bisturí desciende hacia una carne todavía virgen, la blanca piel que va a hendir mientras el cirujano escucha como desde muy lejos la profunda respiración del tiempo amarrado, anestesiado (Último Round).

Primera tarea: hagámonos cargo de nuestra responsabilidad, aunque pequeña, en el problema. Sólo así podemos vislumbrar que lo que estamos viviendo no es la pataleta de un gobierno sino el proceso de desmantelación de la democracia mexicana, su transformación en populismo (Urbinati), postdemocracia (Crouch), o totalitarismo invertido (Wolin). No mirar el árbol, cortado perversamente cuando de las ramas colgaba aún fruto bueno, sino el bosque, arrasado en apenas dos años de gobierno estulto. “Se acabaron los guardaditos”, dijo el Secretario de Hacienda. La gran pregunta debe ser qué haremos como país después de los guardaditos.

Un buen amigo sentenció con aplomo: basta de quejas, comencemos a pensar. Coincido con él (aunque, fiel a mis héroes filosóficos, me reservo el derecho de seguir criticando, en mi opinión la actividad por excelencia del hombre de letras consciente de la dimensión pública de su vocación).

Va, pues, una propuesta. Necesitamos abandonar al gobierno actual. Dejemos de luchar por las migajas del SNI—que de cualquier forma no vamos a recuperar—y busquemos mejor construir un sistema de calidad de la investigación privada que demuestre (a) que las universidades privadas en el país son capaces de autorregularse; (b) que somos la vanguardia del pensamiento y la investigación en el país, y mucho más luego de los ataques que se seguirán del gobierno hacia sus propias instituciones educativas; (c) que podemos funcionar con criterios de calidad mucho más rigurosos, evitando la colusión y corrupción, las malas prácticas, la simulación, el amiguismo y la mediocridad.

Necesitamos un pacto, al más alto nivel entre las universidades privadas del país, que logre dos cosas: (a) asegurar un bloque de pensamiento capaz de oponerse a la multiplicación de insensateces del actual gobierno, presentando una crítica permanente que coadyuve a educar al país, una oposición seria y democrática, que se distinga de la descalificación y el insulto fácil, prefiriendo el diálogo, la tolerancia y la crítica auténtica; (b) generar mecanismos e incentivos, no solamente económicos, para el crecimiento de los cuadros académicos en las universidades privadas. Para ello se necesitará el apoyo del sector empresarial, de los grandes capitales, muchos de los cuales están detrás de algunas universidades. Ardua tarea, sin duda. Pero, ¿qué sería de la vida sin grandes proyectos, qué habría escrito Arendt sin esos momentos de explosión cívica?

Quizá no logremos recuperarnos del inminente golpe en años. Quién duda que estamos en tiempos de crisis, no sólo (ni principalmente) económica, sino social, humana, espiritual; no sólo México, sino el planeta entero, la familia humana, que hoy vuelve a guiñar el ojo a la mentalidad del clan. Lo he dicho en otros espacios: nos estamos jugando la supervivencia política del país, las siguientes décadas, el futuro de nuestros hijos. Hoy es tiempo de salir del caparazón y oponer resistencia, reactivar la oposición, tomar las calles, los medios de comunicación, las plazas, los espacios públicos, y desde ahí reactivar las energías democráticas de quienes todavía no han caído bajo el embrujo de Hamelín.

Dr. Juan Pablo Aranda Vargas.
Profesor Investigador
UPAEP

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