Desarrollo humano y social
El conflicto internacional en el Mar del Sur de China
15 septiembre Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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Una de las regiones más conflictivas en el mundo entero es el Mar del Sur de China, pues allí confluyen los intereses de muchos países, particularmente de dos colosos: los Estados Unidos y la República Popular China. Pero además de ellos, son muchos los países que, por ser costeros en la región, se enfrentan unos a otros en la delimitación de fronteras, en la ocupación de islas, en los intentos por salvaguardar vías marítimas e intereses nacionales y por aprovechar de múltiples maneras los recursos de esta zona. Son Estados ribereños: Brunei, Camboya, China, Filipinas, Malasia, Singapur, Tailandia, Taiwán y Vietnam. Por estas aguas discurre casi un tercio del comercio marítimo mundial, por lo que esta importancia geoestratégica y económica convierten a esta región en un lugar de conflictos de diversa índole que van de lo económico y comercial a lo militar y territorial.

China reclama para sí la casi totalidad del Mar del Sur, por lo que lleva varios años construyendo en la zona, independientemente de los reclamos de los países ribereños, islas artificiales, ciudades, pistas de aterrizaje, bases militares y centros “turísticos”, que se asemejan mucho a instalaciones militares. Estas tareas las realiza Beijing por medio de una institución poco conocida en el mundo: la Milicia Marítima de China. Estas tareas no son nuevas, pero se han intensificado sobre todo a partir de 2012, año en el que Xi Jinping llegara al poder, en un esfuerzo por fortalecer la presencia china en la zona y subrayar la soberanía y los supuestos derechos marítimos de su país en la región.

Los demás países reaccionan ante estas maniobras chinas, pues no están mancos y deben defender sus intereses con fuerza ante el empuje del coloso asiático. Brunei, Filipinas, Malasia, Taiwán y Vietnam reclaman para sí algunas regiones, islas y arrecifes. Y a ellos hay que agregar a los Estados Unidos, país que no argumenta defender su soberanía, sino que dice defender la libertad de navegación en estas aguas, tan importantes para el comercio internacional. Por eso muestra constantemente su presencia enviando a la región a unidades de su flota, que no han dejado de circular en ella desde hace por lo menos 75 años.

La situación actual, muy ríspida, se trata de enfrentar por dos mecanismos diferentes: por un lado, los protagonistas militarmente más fuertes, Estados Unidos y China, mantienen su presencia militar y se inculpan mutuamente de la escalada de tensiones. Por otro lado, hay diversos canales de diálogo para encontrar caminos de entendimiento, particularmente en lo que atañe a la protección de las rutas marítimas y aéreas. Esta última salida es la recomendable, porque la presencia militar puede llevar a que alguna de las dos potencias, o las dos, cometan sobre el terreno algún error que pueda llevar a un enfrentamiento abierto, lo cual sería desastroso para todos. Lo peor del caso en estos momentos es que la pandemia de coronavirus ha debilitado a todos los países en el área, sobre todo a Estados Unidos, pero no a China, que sigue avanzando mientras sus contrapartes están más ocupadas en la administración de daños por causa del coronavirus.

Las abiertas intenciones chinas para fortalecer su ya de por sí creciente influencia en el comercio mundial tanto por tierra, por aire y en el mar, se inspiran en el pasado de la nación: a principios del siglo XV, durante la dinastía Ming, China era la potencia naval más importante del mundo. De allí que, en el 2018, Xi Jinping afirmase que la tarea de construir una marina de guerra fuerte nunca ha sido tan urgente como hoy en día. También por esto es que el curso por el que navegan los Estados Unidos y China se ve claramente como un curso de colisión. Por eso, aprovechando que hace cuatro años la Corte Permanente de Arbitraje en La Haya declaró ilegales los reclamos chinos respecto al Mar de la China Meridional, el Secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo afirmó hace pocos días que el mundo (o sea, ellos, los gringos) no permitirá que China trate al Mar del Sur como su imperio. Y esto no es una amenaza de dientes para afuera: los buques estadounidenses siguen navegando por la zona, aunque la marina tiene problemas por la pandemia, y todo parece indicar que ambos países buscan intencionalmente un choque.

El Mar de la China Meridional es, por lo tanto, un gran barril de pólvora: por sus aguas y aires transitan no solamente buques y aviones militares estadounidenses y chinos, sino también de los Estados que comparten sus costas. Como dijimos arriba, las probabilidades de un error o de una equivocada interpretación de hechos son cada vez mayores.

La manera con la que Beijing responde al reto de Washington es aliándose con otro enemigo de Estados Unidos: con Irán, lo cual acentúa a su vez el riesgo de una confrontación directa y manda la señal a Washington: China no tiene miedo de un enfrentamiento ni de represalias. Otro as bajo la manga china es el enorme monto de sus reservas en dólares en el banco central: 3 billones de dólares en reservas de divisas; y si a esto le agregamos que el gobierno chino es el mayor acreedor en Estados Unidos (se calcula que con más de un billón de dólares, hace dos meses), veremos que el margen de maniobra para Estados Unidos se reduce notablemente, pues cualquier medida equivocada o precipitada podría significar un duro golpe al dólar y un fortalecimiento a la internacionalización del yuan, la moneda china.

Por lo que podemos ver, China ve que cada día se acerca más el momento de poder desafiar abiertamente el poderío militar y económico de los Estados Unidos. Para ello le hace falta todavía tener una marina de guerra más poderosa y con presencia en diferentes escenarios del mundo, pero en cuestiones económicas y diplomáticas ya está más cerca: económicamente es ya una superpotencia y su alianza con Irán, país que puede desarrollar su propio arsenal atómico, puede convertirse en un verdadero dolor de cabeza no sólo para Estados Unidos, sino para todo el bloque occidental. La creciente tensión entre ambos gigantes apunta hacia un choque que será de proporciones globales y, según parece, ninguno de los dos parece querer rehuir el combate. Solamente están esperando el momento adecuado.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP

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