Desarrollo humano y social
Un sexenio perdido para la defensa nacional
22 julio Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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Todo parece indicar, lastimosamente, que este sexenio de la “cuatroté” será una catástrofe en diferentes políticas sectoriales, perdiéndose oportunidades preciosas ya sea para avanzar, para hacer ajustes profundos, para cambiar y mejorar, para limpiar de corrupción e ineficiencia diversas áreas del gobierno, para fortalecer las instituciones y el federalismo, etc. Los fracasos en el diagnóstico, las medidas tomadas, los argumentos y los resultados han sido evidentes en la economía, las políticas energéticas, de salud, de seguridad, de medio ambiente, en la relación con los gobernadores y con la oposición, en el trato dado a los órganos y organismos autónomos, etc. Y el colmo: ni siquiera los pobres, para quienes el gobierno federal dice vivir, saldrán beneficiados: según comunicó el CONEVAL hace unos días, las políticas sociales del gobierno han sido un completo fracaso.

En vista de la política implacable de austeridad, era de esperarse que uno de los sectores que más podrían sufrir era el de defensa nacional. De hecho, desde la campaña que llevó al candidato Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia, ya se hablaba de recortar los gastos en temas de compra de armamento para las fuerzas armadas mexicanas, bajo el ridículo argumento de que, en caso de que el país sufriese una agresión de una potencia extranjera, todos saldríamos a defender a la patria. Esta idea absurda, exitosa en una plaza pública ante un público ignorante, desafortunadamente se ha reflejado ya en la realidad presupuestal de nuestras fuerzas armadas.

Ya hemos dicho en este espacio en repetidas ocasiones, que las fuerzas armadas mexicanas tienen una enorme cantidad de tareas que cumplir, más que lo que en muchos países tienen que hacer los militares, pues se trata de actividades que deberían ser atendidas por autoridades civiles: siembra de árboles, seguridad policiaca, protección de instalaciones no estratégicas, construcción (y al parecer, también la administración) de aeropuertos, tramos de ferrocarril, de sucursales bancarias, ejercer tareas de policía marítima, administración de puertos, trabajos de saneamiento ambiental en la mar, etc. Y para cumplir con todo esto, más las actividades netamente de naturaleza militar, tienen uno de los presupuestos más bajos del mundo: alrededor del 0.5% del Producto Interno Bruto. Para darnos una idea: el promedio en América Latina es 1.3%.

Como muestra de la ignorancia y del desprecio del gobierno “cuatroteísta” en lo que respecta a temas de defensa nacional, acaba de aparecer, el 25 de Junio, con año y medio de retraso, el “Programa Sectorial de Defensa Nacional 2020-2024”, en el que están contenidas las directrices fundamentales que marcarán el desarrollo del Ejército y de la Fuerza Aérea en este sexenio. El documento no explica la razón del retraso en la formulación y publicación del programa, y, lejos de lo que uno esperaría encontrar, en lugar de explicar los planes de continuidad en la adquisición de equipo, en la modernización de aparatos, tecnología, capacitación y programas, en el seguimiento de programas exitosos, etc., el Programa Sectorial pone el acento en impulsar y apuntalar el liderazgo de los mandos militares, reforzar la cadena de mando y fortalecer la disciplina.

El Programa enlista seis “Objetivos prioritarios”:

1. Impulsar un auténtico liderazgo en todos los niveles jerárquicos, que priorice la disciplina militar y privilegie la moral del personal y el bienestar de sus familias. 2. Aplicar una política integral de austeridad y erradicar la corrupción, a través del ejercicio de honestidad y transparencia con los recursos asignados a la Secretaría de la Defensa Nacional. 3. Contribuir a preservar la Seguridad Nacional y garantizar la Seguridad Interior. 4. Apoyar las acciones gubernamentales en materia de Seguridad Pública, Bienestar Social y Desarrollo Económico en beneficio de la población del país. 5. Hacer más eficiente la operatividad de las Fuerzas Armadas de tierra y aire. 6. Fortalecer las relaciones civiles-militares basadas en el diálogo, apertura, transparencia y respeto.

Estos objetivos, y en general la lectura del documento entero, no dejan lugar a dudas: la prioridad de esta administración no está en el ámbito militar, no se habla de compras, adquisiciones, modernización o actualización, sino de combatir la corrupción, mejoramiento de la moral de las tropas, etc. El problema es que no se trata de elementos excluyentes: podemos modernizar a las fuerzas armadas y a la vez combatir la corrupción. Pero todo se sacrifica en función de uno de los elementos fundamentales del discurso del Presidente López: la mal entendida austeridad republicana.

Hay un párrafo muy curioso, en el que se afirma que este programa se elaboró de acuerdo con el mal llamado Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, que ni es plan ni es de desarrollo. De acuerdo con ello, el Programa de Defensa Nacional enlista los principios rectores del Gobierno Federal que le sirven también de guía: 1. “Honradez y honestidad”; 2. “No al gobierno rico con pueblo pobre”; 3. “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”; 4. “Economía para el bienestar”; 5. “El mercado no sustituye al Estado”; 6. “Por el bien de todos, primero los pobres”; 7. “No dejar a nadie atrás, no dejar a nadie fuera”; 8. “No puede haber paz sin justicia”; 9. “El respeto al derecho ajeno es la paz”; 10. “No más migración por hambre o por violencia”; 11. “Democracia significa el poder del pueblo” y 12. “Ética, libertad, confianza”.

Por lo que podemos ver, estos objetivos y principios alejan a nuestras fuerzas armadas de tierra y aire de lo que es su verdadera esencia: la defensa del país. Por eso se interrumpirán los planes que ya venían implantándose desde sexenios anteriores para dotar a las fuerzas armadas de capacidades de acuerdo al tamaño territorial, político y económico de México, centrando ahora la atención en aspectos que de todas maneras deberían considerarse, como combatir la corrupción, además de otras actividades que, bien o mal, ya se hacían, como apoyar en labores de seguridad pública. Y ahora hay que añadir el bienestar social y el desarrollo económico, tareas para las que las leyes no facultan a las fuerzas armadas. También se habla de fortalecer las relaciones civiles-militares. Como hemos dicho, esto no se trata de temas excluyentes entre sí, pero ahora se distraen recursos para destinarlos a otras áreas y propósitos.

El documento es un reflejo fiel de que en México hemos perdido la brújula acerca de lo que son las fuerzas armadas, de cuáles son su esencia, su naturaleza y sus funciones. Así que, en este sexenio, las fuerzas armadas deberán contentarse con seguir actuando como policías, seguir simulando que la guardia nacional no es un cuerpo militar, hacer negocios como constructores de obras civiles, darles mantenimiento mínimo a equipos y sistemas de armas, y olvidarse de adquisiciones, modernización y compras de material necesario para cumplir con sus funciones naturales. Y, por cierto: la Secretaría de Marina aún no presenta su programa sectorial respectivo. Con la 4T: tarde, mal y nunca.

Lo grave del caso es que, con esto, las metas que deberían alcanzarse en el 2030 (fuerzas armadas dotadas de recursos humanos, materiales, tecnológicos y cibernéticos de alta calidad), deberán posponerse para el 2040. Lo dicho: un sexenio perdido.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP

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