Desarrollo humano y social
Los sistemas de partidos
22 junio Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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He de confesar a mis cuatro fieles y amables lectores, gente sabia, sencilla y docta, que a veces llego a cansarme de caer en el fácil juego de criticar las ocurrencias y desatinos provenientes del Palacio Nacional, más precisamente de su morador más conspicuo. Sin embargo, en vista de que a veces dichos dislates dan pie a escribir un texto que sirva para la educación política de quien quiera leer estos análisis estratégicos, he podido vencer una vez más mi resistencia a caer en ese círculo vicioso de “disparate mañanero – escándalo y comentario – disparate mañanero – escándalo y comentario” y así ad infinitum. Así que aquí vamos de nuevo.

Hace unos días, desde el púlpito del Sermón de la Mañana, el Presidente de la República afirmó, con añoranza, que él preferiría que solamente hubiera dos partidos políticos en México: el de los liberales y el de los conservadores. Aparte de que hace falta algún psiquiatra o algún predicador que le avise al Presidente que ya estamos en el año 2020 y no en 1854, parece increíble que una persona que ha vivido siempre de la política y que haya llegado, “haiga sido como haiga sido”, a ser Jefe de Estado, no sepa cuáles son los factores mínimos que determinan la existencia de un sistema de partidos. Y prefiero no sacar a cuento que en la universidad algo debió haber aprendido, en vista de las pésimas calificaciones que obtuvo allí. Así que ahora hablaremos del tema “Sistema de partidos”, sin abrigar ni la más mínima esperanza de que el Presidente lo llegue a entender algún día, ni siquiera aunque los mismísimos Sartori y Linz bajaran del cielo para darle cátedras de Ciencia Política en los amplios pasillos y lujosos aposentos palaciegos.

Cuando tenemos el propósito de entender el funcionamiento de un sistema político, es muy importante concentrarse en tres elementos fundamentales, que conocemos en conjunto como “trilogía institucional”. Esto quiere decir que debemos entender cómo funcionan tres elementos: el sistema de gobierno, el sistema electoral y el sistema de partidos. De esta forma tendremos una “fotografía” del sistema político que nos permitirá entenderlo mejor. Vayamos ahora por partes.

Cuando hablamos del “Sistema de gobierno”, nos referimos primero al hecho de que los poderes estatales se encuentran repartidos de diferente manera, dependiendo de que el sistema sea parlamentario o presidencial, por lo que la relación entre los poderes del Estado (Poder Legislativo, Poder Ejecutivo y Poder Judicial) y entre estos y los electores será así mismo diferente. Así, en un sistema presidencial como el que priva en casi toda América, los Poderes Legislativo y Ejecutivo son electos de manera directa y separada por el pueblo, son por lo tanto responsables ante este y son relativamente independientes uno del otro: el Presidente puede ser de un partido diferente al que ostente la mayoría en el Congreso, por ejemplo.

Por el contrario, en un sistema parlamentario, como el de la Gran Bretaña, el Parlamento es votado directamente por los electores, y del Poder Legislativo emanan tanto el titular del Ejecutivo (Primer Ministro) como sus colaboradores (ministros), que son responsables ante este órgano parlamentario. Si el Primer Ministro pierde el soporte del Parlamento, el gobierno tiene que cambiar de titulares, ya sea por medio de una nueva votación en el Parlamento para designar a un nuevo Primer Ministro, o por medio de nuevas elecciones a las que se convoca a los ciudadanos.

En lo que atañe al sistema electoral, podemos decir que está conformado por una serie de mecanismos que traducen los votos emitidos en curules o mandatos. Tenemos básicamente dos: los sistemas de mayoría (tanto de mayoría relativa como absoluta) y los de representación proporcional. Los primeros sirven fundamentalmente para asegurar la gobernabilidad, en tanto que cimentan la prevalencia de un partido. Bajo ciertas condiciones contextuales, pueden tender a la conformación de dos partidos fuertes. El problema con estos sistemas de mayoría es que son fuertemente desproporcionales: el que gana se lleva (casi) todo, los que pierden se llevan (casi) nada. Por su lado, los sistemas de representación proporcional tienen otro objetivo: reproducir la correlación de fuerzas que encontramos en el electorado, de la manera más fiel posible, en el órgano legislativo. Es decir, mientras los sistemas de mayoría buscan fortalecer la gobernabilidad por medio de la obtención de la mayoría, los de representación proporcional apuntan a asegurar una representación lo más fiel posible de las fuerzas políticas que encontramos en los electores.

Nuestro país tiene un sistema electoral que vale la pena conservar, llamado “sistema segmentado”, porque no todos los diputados son electos por el principio de la mayoría relativa, sino que la desproporción que esto causaría es compensada por medio de la existencia de otro número de diputados de representación proporcional (los mal llamados “diputados plurinominales”).

En cuanto al sistema de partidos, podemos decir que resulta del complejo contexto de efectos derivados de las relaciones entre los diferentes partidos políticos en un determinado sistema. El aspecto de la competencia por medio de las elecciones libres, plurales y transparentes subraya una profunda diferencia frente a regímenes no democráticos. Esta competencia entre partidos se encarga, en los modernos sistemas políticos democráticos, de movilizar a los ciudadanos, a la vez que procesa conflictos sociales y diferencias de intereses. Este sistema de partidos permite integrar a los electores en el sistema político, sirve para la integración de intereses, proporciona legitimación a la acción estatal y permite ejercer la sanción electoral: el voto favorable premia a algunos actores y programas, el voto desfavorable castiga a otros actores y programas.

Es por esto que el sistema de partidos se caracteriza, dentro del sistema político, por dos efectos aparentemente contradictorios: por un lado brinda estabilidad, por el otro posibilita el cambio político. De ahí que contribuya a la funcionalidad de la democracia moderna.

Pero hay algo que tenemos que entender. Mientras que el sistema de gobierno y el sistema electoral son productos en parte de las contingencias socioculturales y sociohistóricas, su estructura y funcionamiento se definen en el órgano legislativo y están anclados en la ley; mientras que, por el contrario, el sistema de partidos, también como resultado de la contingencia histórica y de las tradiciones políticas del sistema político en cuestión, no se define en ningún poder ni órgano del Estado: habrá tantos partidos y del color que sean, dependiendo de la voluntad cambiante de los electores.

Así que hay que mandarle de alguna forma un mensaje a nuestro Jefe de Estado, a nuestro iluminado predicador supremo: por más que él quiera, por más que su corazón de viejo priista así se lo dicte, los partidos liberales y conservadores del siglo XIX se fueron para no volver nunca más. No basta con el solo deseo para invocarlos y conminarlos a que vuelvan a la vida, de la misma manera que mi voluntad desesperada y mis deseos firmes y sinceros no me han servido de nada para poder tener, de una vez por todas, a un Presidente de la República responsable, preparado y digno en el Palacio Nacional.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP

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