Desarrollo humano y social
Santa Corona, otros santos y las epidemias (1ª de dos partes)
28 abril Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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Mis cuatro fieles y amables lectores no me darán crédito, pero Corona es el nombre de una santa, a quien, a lo largo de la historia, se ha buscado para pedirle que brinde protección y ayuda a los afligidos en épocas de epidemias. Sí: al igual que el Coronavirus, la etimología de su nombre tiene que ver con una corona. Ambos son, entonces, más o menos tocayos.

Otros santos a quienes se les pide igualmente interceder por quienes están siendo azotados por una epidemia son: San Alejo de Edessa, San Cristóforo, San Roque de Montpellier, San Sebastián y Santa Walburga. Ahora veremos por qué.

Santa Corona también es conocida como Santa Estefanía, pues “Esteban”, en griego, procede de la palabra que significa “guirnalda o corona”, “lo que rodea o ciñe”. La festividad de Santa Corona en la Iglesia Católica está próxima: el 14 de Mayo, mientras que la Iglesia Ortodoxa la celebra el 11 de Noviembre.

Como casi todos los santos de los primeros siglos del cristianismo, la vida de Santa Corona está envuelta en la leyenda, por lo que los datos más o menos fidedignos son verdaderamente raros. Corona debió haber nacido en el año 161 o en el 287, y murió ya sea alrededor del 177 o por el 303, ya sea en Damasco o en Antioquía (versión griega de la leyenda), pero también Sicilia y Marsella se consideran como otros lugares probables de la vida y muerte de esta santa (versión latina); la ciudad de Alejandría es el escenario de la versión etíope.

El nombre de “Corona” y de “Estefanía” relaciona a quien así se llama con el martirio, por lo que posiblemente esta santa no se llamó así originalmente. Corona, a la edad de 16 años, estaba prometida a un soldado romano, Víctor, quien padeció el martirio por dar a conocer su fe cristiana.

Corona mostró su compasión, por lo que también fue martirizada y sacrificada de una manera particularmente cruel: fue atada a dos palmeras que se estiraron y ataron al suelo; una vez que ella ya estaba amarrada a ambas palmeras, los esbirros las soltaron, las palmeras volvieron a enderezarse violentamente y el cuerpo de Corona fue así brutalmente descuartizado.

Se conservan reliquias de Santa Corona en Italia, Chequia y Alemania. Hace algunos años se realizaron estudios a los restos que descansan en Feltre (norte de Italia), que arrojaron como resultado que los huesos procedían de un hombre y una mujer, aproximadamente del segundo siglo de nuestra era y del ámbito mediterráneo. Esto puede indicar que se trate, efectivamente, de los restos de Víctor y de Corona.

¿Y qué tiene que ver esta santa, virgen y mártir con las epidemias? Hasta donde sabemos, nada. Primero fue considerada patrona de los leñadores (quizá por aquella historia con las palmeras), y luego, de pronto, sin saberse cuándo, apareció como protectora en las pestes y epidemias. En amplias regiones de Austria, Alemania e Italia está muy difundido su culto.

Es patrona de los buscadores de tesoros, de los carniceros, protectora frente a las pestes, epidemias y mal tiempo; ayuda a fortalecer la fe y a quienes están en dificultades monetarias; también pueden recurrir a ella quienes juegan a la lotería y Corona es patrona de algunas sedes episcopales en Europa.

Con motivo de la pandemia de Coronavirus, la catedral de Aquisgrán (Aachen, Alemania) decidió hace unas semanas adelantar la ya planeada restauración del relicario que se supone guarda los restos de la santa y de San Víctor, para exhibirlo cuando pase la pandemia.

En cuanto a Alexius (Alejo) de Edessa, se trata de un patricio que se volvió uno de los santos más venerados en el Oriente y en la Iglesia Ortodoxa. Su nombre significa en griego “el vencedor, el que rechaza”.

Su fiesta en la Iglesia Católica se celebra el 17 de Julio, mientras que las iglesias Ortodoxa y Armenia lo hacen el 17 de Marzo y la Siria el 12 de Marzo. Su nombre está muy difundido en Rusia. Alejo ha de haber nacido hacia fines del siglo IV; su leyenda (la versión romana) se formó hacia el siglo noveno, según la cual era hijo de un senador romano.

En su noche de bodas, Alejo huyó y dejó abandonada a su mujer y a todos los comensales. No sabemos si sus amigos celebraron tan temeraria hazaña, pero sí sabemos que llegó a la ciudad de Edessa (la actual Sanliurfa, en Turquía), en donde llevó una vida de ermitaño, atrayendo a mucha gente que lo buscaba en busca de serenidad y ayuda espiritual.

Después de vivir 17 años como limosnero y ermitaño, cuando vio que su fama crecía, huyó en un barco, pero una tormenta lo llevó hasta Roma, en donde siguió viviendo como pordiosero. Su padre, el senador Euphemianus, tuvo compasión de él y, sin haberlo reconocido, le dio abrigo en su casa, en donde Alejo vivió otros 17 años debajo de una escalera. Ya agonizando, se dio a conocer, para gran conmoción de sus padres y de su abandonada esposa.

La versión siria de la historia de Alejo es menos emocionante, pues este personaje vive siempre en Edessa como mendigo. Esta versión data de los siglos cuarto o quinto y en ella el santo no es mencionado por su nombre, sino solamente se le denomina “hombre de Dios”. Al igual que en la versión romana, Alejo es admirado por la gente y muere en olor de santidad, hacia el 430, en la pobreza total. Algunos aspectos de su vida parecen confundirse un poco con los de San Bonifacio de Tarso.

San Alejo llegó a ser también en el Occidente muy popular, tanto, que en el siglo XVII el compositor Stefano Landi compuso una ópera dedicada a él. El libreto fue escrito nada menos por quien después sería entronizado papa con el nombre de Clemente IX. Al igual que en el caso de Santa Corona, ignoramos por qué y a partir de cuándo se le considera a San Alejo como patrono protector en contra de pestes y epidemias. Es además patrono de la ciudad de Innsbrück, protector de los peregrinos, vagabundos y enfermos, y ayuda en casos de terremotos, rayos y tormentas.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP

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