Desarrollo humano y social
¿Cómo vuelan los Jefes de Estado actualmente? (Segunda de dos partes)
26 enero Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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En nuestra colaboración de la semana pasada, comenzamos a examinar cómo vuelan los Jefes de Estado de los países más importantes del mundo. Hoy terminaremos con este análisis, que fue motivado por una más de las ocurrencias del supremo pontífice de la “cuatroté”. Es muy posible que el disparate de querer rifar el avión presidencial “TP-01” haya sido una estratagema para distraer la atención de los gravísimos problemas de estos días, algunos heredados y acrecentados por la actual administración, y otros, fabricados por ella misma con singular enjundia.

Veamos ahora el caso de Alemania. Cuando la Sra. Angela Merkel y sus ministros deben viajar, utilizan el Servicio de Transporte Aéreo de las Fuerzas Armadas Alemanas. Los aviones más grandes de los que dispone esta flota son dos Airbus A340. El diseño del interior de estas aeronaves es discreto pero elegante y funcional. Tiene ducha, unas camas más bien modestas y una sala de juntas. Ambos aviones cuentan con un sistema de defensa antimisiles. Estos sistemas de defensa son caros y no todos los aviones presidenciales del mundo disponen de algo así. El TP-01 tampoco, así que esa cantaleta de que “no lo tiene ni Obama” por ningún lado es cierta: nuestros vecinos del norte, como vimos ya, tienen aviones mucho más caros, sofisticados y avanzados, con sistemas de defensa y de comunicación sumamente complejos. El avión “José María Morelos y Pavón” carece por completo de dichos sistemas de defensa, de comunicación y de gobierno desde el aire.

Volviendo al caso alemán, diremos que, después de una serie de averías en los aviones militares que usan los miembros del gobierno federal, el Ministerio de Defensa ha resuelto comprar tres nuevos aviones oficiales. El primero de ellos podría ser un Airbus A350, que posiblemente entrará en servicio en este año, a un costo, por unidad, de unos 150 millones de euros, aunque quizá el costo final sea de unos 180 millones (aproximadamente 3 780 millones de pesos). Este tipo de aviones puede recorrer, sin repostar, hasta 15 000 kilómetros.

En el caso de países más pequeños, como Dinamarca, sus aviones para el transporte de altos dignatarios están más modestamente equipados. Además, cuando no están volando con dichos pasajeros a bordo, se utilizan para labores de patrullaje en el Mar del Norte. Son del tipo “Challenger”, de Bombardier, aeronaves pequeñas, que podríamos catalogar como aviones ejecutivos, aptos para transportar a unos 14 pasajeros.

El Presidente de Brasil utiliza, para distancias medias y largas, un Airbus A319 modificado para tal efecto; lleva por nombre “Santos Dumont”, uno de los grandes pioneros de la historia de la aviación, brasileño él. La Fuerza Aérea Brasileña dispone de un Grupo de Transporte Especial, encargado de transportar al Presidente, al Vicepresidente y a los ministros del gobierno federal.

En Canadá, la Reina Isabel, el Gobernador General y el Primer Ministro, así como altos miembros del gobierno federal y de la Familia Real se transportan en un Airbus A310-300 (CC-150 Polaris), reconfigurado para transporte VIP. Este aparato sirve para trayectos medianos y largos; para distancias cortas se utilizan cuatro Challenger 600.

Como hemos visto, los países económica y militarmente más poderosos poseen aviones muy sofisticados y muy bien equipados para trasportar a sus Jefes de Estado. Uno de los criterios clave que deben atenderse es, obviamente, el de la seguridad de tan importantes pasajeros. Otro criterio es el de la libertad de movimientos y uno más es el de la capacidad para poder estar en constante comunicación con sus colaboradores. En México, ha sido la empresa Boeing la que ha suministrado los más recientes aviones presidenciales: el B 727 “Quetzalcóatl”, substituido en 1988 por un Boeing 757, llamado “Presidente Benito Juárez”. Ya hacia la segunda década del siglo XXI, esta aeronave presentaba serios problemas, por lo que era ya arriesgado volar en él, al grado de que ya no podía aterrizar en aeropuertos civiles, pues no cubría los requisitos de seguridad aérea internacionales, además de que tenía constantemente que repostar y su mantenimiento se hacía cada vez más oneroso y, de hecho, imposible, pues ya no se encontraban refacciones para esta aeronave en el mercado.

Por eso se optó por comprar, en el sexenio de Felipe Calderón, un Boeing 787 “Dreamliner”, un avión de pasajeros de tamaño medio, cabina ancha y con un alcance de unos 15 000 kilómetros. Es un avión silencioso, que consume, comparativamente, poco combustible, y que ha tenido un enorme éxito entre las aerolíneas del mundo entero. Llegó a México a principios de 2016, estrenándolo el Presidente Peña. Estaba considerado como el mejor avión presidencial de América Latina.

Evidentemente se trata de un avión caro, pero de excelente calidad y que se adquirió pensando en que podría estar en servicio muchos años. Con un avión como el TP-01 se garantiza en gran medida la seguridad del Presidente de la República, permite volar grandes distancias sin repostar y alcanza cualquiera de los continentes del planeta; es cómodo, permite trabajar en labores de gobierno y estar en constante comunicación con quien se desee. Ciertamente no posee los sistemas tan complejos de defensa, comunicación y gobierno como en el caso de los aviones presidenciales de Estados Unidos y Rusia, o como los de Alemania y otros países, pero es un aparato que permite movilidad, seguridad y funcionalidad para el Presidente de uno de los países más importantes del mundo.

El problema es que, para un líder político como el Presidente López, quien siempre piensa en su popularidad y quien hizo de la lucha contra la corrupción y el boato de los gobiernos anteriores una de sus principales banderas de sus largas campañas electorales, el avión presidencial se convirtió en uno de los temas más destacados para marcar distancia frente a sus adversarios. El ex Presidente Peña, hasta donde sabemos, gastó mucho dinero en bebidas y comidas sumamente lujosas cuando hacía uso del avión presidencial, por lo que le dio oportunidad a López de ejercer una dura crítica contra esos excesos. Y ahora el de los excesos es él, López, pues ha resultado más caro tener guardado el TP-01 que haberlo usado, pero ya sabemos que la economía y la sensatez no son precisamente lo suyo. Las cuentas de la lechera y la estridencia sí lo son.

Como ya sabemos, la 4T es amiga de las soluciones radicales, no quiere saber nada de operaciones quirúrgicas precisas y finas, sino que prefiere el artero golpe con machete. En lugar de identificar actos de corrupción y de buscar a los culpables, la solución de vender el avión se les hace como la más fácil. Recordemos que López no gusta de los estudios técnicos, sino que se maneja a base de símbolos y de ocurrencias. No sé si sea del conocimiento del primer mandatario que ya el Presidente Peña había mandado hacer un estudio para explorar la posibilidad de vender el avión. La conclusión fue que no, que sería sumamente difícil vender un avión personalizado para un Jefe de Estado y que se le perdería mucho dinero. Esto ha resultado ser cierto. Hubiera sido bueno que López hubiera leído ese estudio, pues se habría ahorrado la ocurrencia que ha hecho reír al mundo de la aviación en todo el mundo en los últimos días. Pero aquí, a propósito o no, ya desvió la atención de los problemas más importantes y estridentes que padece el país.

Con su capricho, López está prácticamente impidiendo que futuros mandatarios empleen un avión moderno, seguro y funcional. Podemos proponer ahora lo que podría ser una salida elegante y práctica: pintar al avión de gris y destinarlo al servicio de transporte de la Fuerza Aérea. Así, cuando algún Presidente de la República en un futuro determine que él sí quiere utilizarlo, la nave estaría lista para reconfigurarse como transporte presidencial. Eso, siempre y cuando, durante la vida útil del avión, llegue a la Presidencia de la República una persona menos peleada con la realidad y más consciente de lo que significa la investidura presidencial. ¡Pluguiere a Dios que algo así en verdad ocurra!

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP

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