Un tema que ha sido muy comentado en los últimos días, tanto por la prensa especializada, “opinólogos” y “memes”, es el del avión presidencial “TP-01 José María Morelos y Pavón”. No es para menos, pues se trata de una de las ocurrencias más pintorescas y ridículas del Presidente López, y que además pinta de cuerpo entero lo que ha caracterizado a las acciones del gobierno federal de la “cuatroté”: improvisación, ideologización, rencor, despilfarro, ignorancia, opacidad, arrogancia, estulticia, locuacidad, miopía, irresponsabilidad, cerrazón, incuria, mendacidad, intolerancia, etc.
Sin embargo, algo hay de cierto en la afirmación del Presidente López, formulada desde que estaba en campaña, de que volar en el avión presidencial mexicano era un lujo enorme. Ciertamente, López tiende a buscar remedios drásticos: un raspón en la mano se cura, según su percepción, amputándola. En el caso del avión presidencial, el hecho de que se haya incurrido en despilfarros en el sexenio anterior no justifica, desde el punto de vista técnico, económico y de seguridad del Presidente, el tratar de deshacerse de dicha nave. Hubiese bastado con proceder de manera ordenada y transparente, volando en ese avión sin derroches de vinos y alimentos carísimos, entre otras cosas. La austeridad no está peleada con la seguridad del Presidente y con la funcionalidad del gobierno.
La pregunta es: ¿los demás Presidentes y Jefes de Estado vuelan también con grandes lujos? Sin que la respuesta trate de justificar el caso del sexenio anterior, tenemos que decir que sí, que muchos de ellos vuelan con grandes lujos. Veamos algunos ejemplos.
El Jefe de Estado que vuela con el avión más caro y sofisticado del mundo es el de los Estados Unidos. Es cierto que algunos príncipes y magnates árabes se transportan en aviones recargados de oro (fuentes, escaleras, baños, etc.), pero, al tratarse de países no democráticos, es imposible saber cuánto se gastan en esos lujos bastante decadentes y de dudoso buen gusto. El Presidente de los Estados Unidos dispone, para su transporte a grandes distancias, de dos aviones especialmente configurados de la serie Boeing 747-200B, que entraron en servicio en 1990. En el imaginario colectivo, estos aviones se han convertido en un símbolo de poder y prestigio no sólo del Presidente, sino de los Estados Unidos. Están capacitados para servir de sede de gobierno mientras el Presidente se encuentre a bordo, por lo que sus medidas de defensa y de comunicación son sumamente sofisticadas y de elevadísimo precio. La frase, producto ya sea de la supina ignorancia o de la mala fe, de que el avión “TP-01” “no lo tiene ni Obama”, es totalmente inexacta y absurda.
Estos dos aviones 747 serán retirados de servicio próximamente. En su lugar se están acondicionando dos Boeing 747-8 que costarán en conjunto cuatro mil millones de dólares, y que ya no estarán pintados con el tradicional azul claro, sino, como a Trump le gusta, con los colores rojo, blanco y azul.
Quien también gusta de volar lujosamente, aunque a muchísima distancia de los presidentes estadounidenses, es Vladimir Putin. Tratándose de un país no muy democrático, que digamos, se dispone de poca información sobre el acondicionamiento interior del avión presidencial. Algunas fotografías muestran pocos detalles, a partir de los cuales se calcula que la nave ha de valer unos 500 millones de euros (unos diez mil quinientos millones de pesos). Se trata de un Ilyushin IL-96, un avión comercial tetrarreactor de largo alcance y de fuselaje ancho. El avión presidencial está lleno, hasta donde sabemos, de detalles en oro: la cama, los pasillos, los adornos de los muebles, inclusive la tapa de la taza del baño privado del señor Putin. Sin embargo, a pesar de los lujos del interior, hacia afuera la nave no se ve muy impresionante, sino austera.
Pero las apariencias engañan: cuando el gobierno ruso da a conocer que el señor Putin se dispone a viajar en avión, en seguida se preparan para el viaje cuatro aviones idénticos. Literalmente hasta el último momento se mantiene como estricto secreto de Estado en cuál de esos aparatos viajará el señor Presidente.
¿Pero es solamente el lujo de los decorados y el tamaño de los aviones de los Estados Unidos y de la Federación Rusa lo que los hace tan caros? No, eso es en realidad lo de menos. Lo más caro es el conjunto de características técnicas de esas aeronaves. En el caso estadounidense, los aviones disponen de una amplia gama de medios de defensa y de instalaciones de comunicación y de comando que le permiten al Presidente gobernar desde allí e incluso dirigir una guerra nuclear. En el caso de Rusia, aunque mucho más modestamente, se dispone de algo semejante. Esto quiere decir que esos aviones son centrales de comando voladoras, por lo que su precio es altísimo.
En lo que atañe a otro Jefe de Estado de una nación poderosa, Xi Jinping, de China, podemos decir que vuela de manera mucho más modesta. Sí, también utiliza un Boeing 747, pero se trata de un simple avión de una aerolínea comercial: de Air China. Uno podría decir que esto sí es viajar modestamente, pero no es así. En primer lugar, no vuela junto con turistas, niños y empresarios, ni hace fila para pasar en el aeropuerto. Eso es demasiado inseguro y un riesgo enorme para un Jefe de Estado de un país respetable (y por eso mismo, vulnerable potencialmente) y para los demás pasajeros. El lujo consiste en que, para cada viaje, se reconfigura totalmente el avión elegido: se desmontan los asientos y se instalan los muebles y espacios, es decir, todo lo necesario para la comodidad del Presidente y de su séquito. Esto es, obviamente, carísimo, y el procedimiento se lleva casi un mes de trabajo. Además, el gasto de combustible es más elevado que en una nave presidencial normal, pues los motores tienen más potencia, al estar destinado el avión a transportar a varios cientos de personas con su correspondiente equipaje.
Esto es un detallito muy importante que nuestro señor Presidente López aparentemente ignora: hace unos días dijo que el avión que quiere vender puede transportar a 280 pasajeros. Eso es falso: como esa aeronave se configuró para transportar a un jefe de Estado y a su comitiva, ciertamente reducida, si una aerolínea lo comprara tendría que cambiarle los motores e instalar unos más potentes, lo cual elevaría el costo de la adquisición.
Para terminar con China: mis cuatro amables y fieles lectores se preguntarán por qué, siendo China una potencia económica y militar, no dispone de un avión propio para el trasporte del Jefe de Estado. La respuesta está en una experiencia algo desagradable, de hace unos años. En el 2001, el gobierno chino adquirió, para dichos efectos, un avión en Estados Unidos, lujosamente amueblado y decorado, digno del Presidente de una nación poderosa y rica. Pero los 27 micrófonos escondidos por los servicios de espionaje estadounidense y descubiertos al poco tiempo por la contrainteligencia china no estaban incluidos en la orden de compra original…
Dr. Herminio S. de la Barquera A. Decano de Ciencias Sociales UPAEP |