Desarrollo humano y social
La familia, esa palabra
20 diciembre Por: Prepa Santiago
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Por: Sandra Verónica Aguilar López

¿Qué es la familia? Ya saben, aquella que nos ha observado crecer por tanto tiempo que hemos perdido la cuenta de los años. ¿Cuál sería la definición de algo tan hermoso y tan enfermizo? La enfermedad y la belleza son las caras de una misma moneda, cuando se muestra una de esas caras, es difícil poder mirar la otra, ¿o no? Las dos caras podrían ser el ayer y el hoy.

La familia, no es necesario que sea sanguínea, a veces lo único que se necesita es tener a alguien cerca y que crea en ti. No es importante tener lazos genéticos con alguien para hacerlo parte de nuestra familia. Pero, seamos honestos ¿La familia realmente se queda? ¿Realmente te apoya cuando más lo necesitas? ¿Quizás es, simplemente, una palabra para acompañar a los solitarios?

Para mí la familia es un vínculo importante y, por momentos, muy frágil pues se puede venir abajo por un malentendido o una discusión. A veces, por desgracia, los padres pueden odiar a sus hijos, y los hijos pueden odiar a sus hermanos y a sus padres sin ningún problema. Entonces ¿qué es lo que lo hace tan especiales a las familias? ¿Qué hace tan especial la reunión de una minúscula parte de la sociedad? Quizás es que sobrevive a cualquier malentendido y que en ese lugar es posible el perdón y el entendimiento. Es cierto, a veces la familia se equivoca y te dice que seas alguien que no deseas ser. A veces corta tus alas sin siquiera pedir perdón al respecto. A veces hay alejamiento, pero siempre sabemos que podemos regresar ahí y volver a empezar.

La familia es algo simple y complejo. A veces nos llena de preguntas y también intenta algunas respuestas. En ocasiones buscamos modelos para seguir afuera de nuestro círculo. Cuando crecemos buscamos ser independientes y no parecernos a nuestros padres y hermanos. Tal vez deseamos ir en contra de lo que nos han inculcado. Pienso que la familia puede soportar esas tempestades y hace que el vínculo se fortalezca. Ellos estuvieron allí, a pesar de todo, en los momentos más difíciles para nosotros y no nos juzgaron.
La familia es la base social de cada ser humano, la primera aproximación a la humanidad, es la que nos protege y nos mantiene en una burbuja de amor para evitar que seamos lastimados; es un lugar donde el afecto no ha de faltar o fallar.

Leemos en los libros y en muchos lugares que la familia es el círculo en el que están los que nos han criado y apoyado. Ellos nos vieron mientras dábamos nuestros primeros pasos. Por eso nunca pierden la fe en nosotros y el cariño. Saben nuestras capacidades y nos alientan. Quizás, a veces, no lo vemos así porque estamos enojados o queremos alejarnos para buscar nuestros propios retos, nuestro camino. Porque todo es parte de una enorme moneda, una que si se gira o se cambia de su estado original podría crear un desastre, uno posiblemente irreparable. Sin embargo siempre existe la otra cara de la moneda. Entonces nos ponemos a pensar en la familia, en la palabra que la representa. ¿Acaso las palabras no son más que palabras? ¿Acaso la palabra “familia” no es más que una simple palabra? Claro, es una palabra como tantas otras. Y, sin embargo, cuando la llevamos a la realidad sentimos que ese concepto resuena con fuerza en nuestro interior, resuena cada vez que la escuchamos, cada vez que nuestro padre o madre nos guía a un lugar seguro y el odio o la desesperanza parecen lugares muy lejanos. No existe una familia perfecta, pero existe una familia amorosa.


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