Desarrollo humano y social
“Beautus ille qui procus negotiis”
08 diciembre Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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Beatus ille qui procul negotiis,

ut prisca gens mortalium

paterna rura bobus exercet suis,

solutus omni faenore,

neque excitatur classico miles truci

neque horret iratum mare,

forumque vitat et superba civium

potentiorum limina.

 

Dichoso aquél que lejos de los negocios,

como la antigua raza de los hombres,

dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes,

libre de toda deuda,

y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra,

ni se asusta ante las iras del mar,

manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios

de los ciudadanos poderosos

 

Horacio, Epodos, 2,1

 

Estos versos hacen referencia a la vida sencilla, tranquila y desprendida de los habitantes del campo frente a los de la ciudad, más dados a lujos, ajetreos y extravagancias. El autor de estos “Epodos” es uno de los más grandes poetas romanos: Quintus Horatius Flaccus (65 a.C. – 8 d.C.), quien aquí alaba a todos los que deciden apartarse de la búsqueda, a porfía, del éxito, el poder y la riqueza, optando mejor por la vida calma y sin ambiciones.

Sus reflexiones nos llevan a pensar en lo que vivimos en estos tiempos de Adviento y de Navidad: un fuerte, extendido y grosero consumismo. Podemos preguntarnos qué tanto se identifica el espíritu del “Tempus Adveniat” y del “Tempus Nativitatis” con el consumismo promovido por el comercio y por las costumbres cada vez más enfocadas en el tener cosas y en el aparentar tener cosas. La figura de Santa Claus, derivada tristemente de un personaje histórico que se caracterizó por su generosidad y desprendimiento, es un fuerte apoyo para impulsar a todos a gastar y a malgastar. El personaje histórico a quien nos referimos es el obispo San Nicolás de Myra, del siglo IV. También se le conoce por el lugar en donde reposan sus restos: San Nicolás de Bari. A juzgar por los ríos de dinero que se gastan y que se ganan en estas épocas, no somos congruentes con lo que deberíamos estar festejando en estos días, y menos con las enseñanzas del obispo Nicolás, quien ayudaba a los pobres y repartía abrigo y comida, particularmente en invierno. Su fiesta se celebra hoy, 6 de Diciembre. Por eso, en Alemania, los niños reciben pequeños regalos en este día.

El Adviento es el tiempo de preparación de los cristianos ante la inminente llegada (“Adventus”) del Señor, es decir, es la preparación de la Navidad. Además, con el primer domingo de Adviento comienza el nuevo año litúrgico, que llega a su fin con la hora nona de la última semana del tiempo ordinario. El Adviento termina en la Navidad, por lo que dura entre 22 y 28 días. Pero el sentido de preparación para recibir a Jesús ha sido suplantado por las ansias de preparación para la cena de Navidad, para la repartición de regalos y para gastar el aguinaldo.

En México, a diferencia de otros países, particularmente en Europa, el Adviento no se vive con mucha intensidad. No es costumbre colocar coronas de Adviento en las puertas (además de que el riesgo de que se las roben es altísimo), ni los calendarios de Adviento se acostumbran entre los niños y en las familias, ni se entonan canciones con ese tema en las posadas (la letanía de los peregrinos es quizá lo que más se pueda acercar a los temas de Adviento). Más que poder hablar de un “primado de la fe”, podemos hablar de un “primado del derroche”. Pareciera que los dictados de la fe no tienen ya ninguna importancia en el mundo de hoy, ni en la vida cotidiana ni en las festividades más importantes del cristianismo. Es difícil entender cómo puede haber un país “católico” con alrededor de 80 asesinatos al día …

Tan fuerte es la influencia del mercado y de las ansias por gastar, que los Tres Reyes Magos ya han prácticamente desaparecido de la escena, desplazados por Santa Claus. Sólo después de Navidad, cuando se gastó en los regalos que “Santa” trajo y que se repartieron antes o después de la cena de Navidad en donde muchas veces falta Jesús, el festejado, viene una segunda y corta oleada de anuncios para darle protagonismo momentáneamente a los Magos de Oriente, para que compren muchos juguetes. Ya no quedó tiempo, entonces, para la reflexión, para la espera, para la preparación, para la meditación, para la mirada hacia el interior, para la conversión, para el propósito de ser mejores.

Y es que Jesús no solamente llega al mundo, sino que llega a la vida personal de cada uno de nosotros, cosa que al parecer ya no es motivo de reflexión y de agradecimiento en nuestros días. Lo curioso del caso es que su llegada, hace ya más de dos mil años, también fue percibida y valorada por muy pocas personas. Con suma facilidad se nos olvida para qué llega Jesús: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que crean en Él, sino que tengan vida eterna” (Jn 3, 14). Por eso, en su maravillosa primera cantata del Oratorio de Navidad, Johann Sebastian Bach (1685-1750) hace cantar el texto “¿Cómo debo recibirte?” con la melodía del coral de pasión “¡Oh, rostro ensangrentado!”. Es decir, en el Oratorio de Navidad se canta una melodía de la Semana Santa, con la idea de poner en claro para los oyentes la finalidad de la llegada de Jesús al mundo.

Y cuando llegue el momento de la cena navideña, bien haremos si recordamos las palabras de Ap 3, 20: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP

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