Hemos visto en las colaboraciones recientes algunas de las características de los personajes populistas más importantes del mundo. La marcha hacia el poder de estos personajes, su acceso a él, el carisma y arraigo que algunos de ellos tienen y la aparente dificultad para echarlos del poder mueven a pensar que posiblemente la democracia esté en peligro, al menos la democracia de tipo occidental. El fenómeno que aparentemente es común a ellos, de que lleguen al poder por medios democráticos y, una vez instalados en él, se dediquen con mayor o menor éxito a desmantelar a las instituciones democráticas, infunde pavor a muchos. De hecho, hay quienes piensan que nos acercamos a una nueva era en la historia contemporánea que se caracterizará por la ausencia de la democracia y por la presencia de regímenes autoritarios o autocráticos. Esta preocupación no es exclusiva de pensadores provenientes de regiones en donde tradicionalmente la democracia ha tenido dificultades para enraizarse, como América Latina, Asia o África, sino que también se siente en los países industrializados y democráticos del Occidente.
Si revisamos la bibliografía al respecto de los últimos meses, podemos quizá atemorizarnos ante la cantidad creciente de obras que se dedican a este tema: el del posible colapso de la democracia en el mundo occidental. Así, por ejemplo, el investigador germano-estadounidense Yascha Mounk, profesor en la afamada Universidad de Harvard, expresa sus temores acerca del desmoronamiento de la democracia en su libro “La caída de la democracia”, publicado a principios del año pasado en Alemania. Desde hace unos años, Mounk y el politólogo australiano Stefan Foa se han dedicado a estudiar a las democracias liberales, pues ambos se encontraban alarmados por el aparente avance del populismo y por la también aparente debilidad de las democracias en los países en los que se suponía que ya estaba bien consolidada. Esto tiene que ver con la creencia de algunos estudiosos respecto a que los países que logran instaurar una democracia liberal, con una sociedad civil fuerte y un nivel aceptable de riqueza, ya no se saldrán de dicho camino. ¿Qué tan cierta es esta aseveración?
Mounk y Foa desarrollaron una fórmula a base de tres factores para analizar el “estado de salud” de las democracias liberales, es decir, su objetivo era detectar la enfermedad antes de que los síntomas sean totalmente evidentes. El primero de estos factores es el apoyo popular a la democracia: ¿Qué tan importante es para los ciudadanos vivir en un régimen democrático? Segundo factor: la disposición de los ciudadanos para aceptar tipos de régimen no democráticos: ¿Estás dispuesto a aceptar un gobierno militar pero que posibilite un crecimiento económico? Y el tercer factor: el apoyo de la población a los partidos y movimientos antisistema: ¿Qué tanto apoyas a un movimiento que afirma que el sistema actual es corrupto e ilegítimo? Siguiendo esta fórmula, puede ser que los ciudadanos de algún país muestren una disminución en la calificación del primer factor y un aumento en los dos siguientes, lo que ya nos mandaría una señal de alarma acerca de la salud de la democracia en cuestión.
Como ya hemos indicado en este espacio, el avance del populismo no es exclusivo de países como Venezuela, sino que también ocurre en otras latitudes. Analicemos el caso de Polonia, verdadero dolor de cabeza en la Unión Europea, en donde, desde hace años, cada vez más gente se dice desilusionada con la democracia y afirma respaldar a un gobierno militar. Además, surgieron partidos que han demostrado ser antisistema y, por lo tanto, antidemocráticos. El partido “Ley y Justicia”, en el poder desde 2015, ha intentado sistemáticamente demoler a las instituciones democráticas del país, sobre todo al Tribunal Constitucional, lo que ha llevado al gobierno polaco a entrar en un claro curso de colisión con la Unión Europea.
De acuerdo a Mounk y Foa, varias democracias occidentales están mostrando algunas “dolencias” (“desconsolidación democrática”, le llaman a este fenómeno), similares a las que aquejaron a Venezuela antes de la crisis política y de colapso de su democracia. Los países que identifican en este caso son, por ejemplo, Australia, el Reino Unido, los Países Bajos, Suecia y los Estados Unidos, países en donde cada vez menos personas consideran que vivir en una democracia es “esencial”. Lo más alarmante es que esta postura se presenta sobre todo entre los jóvenes. Por el contrario, aumenta la cantidad de encuestados que dicen apoyar opciones no democráticas, incluso en los Estados Unidos. Nuevamente es la población joven la más representativa en esta tendencia. Aquí se ve una diferencia generacional: la población de más edad muestra un compromiso mayor con la democracia y sus valores que las generaciones más jóvenes. El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, el avance de los populistas de la “Alternativa por Alemania” en las elecciones de hace unas semanas, el creciente apoyo al “Frente Nacional” en Francia, a “Syriza” en Grecia y al “Movimiento cinco estrellas” en Italia, así como el muy probable retorno de Sebastian Kurz en Austria son señales de que algo podría haber de razón en las investigaciones de Mounk y Foa.
Ciertamente, este método tiene sus fallas, pues no considera otros factores que posiblemente influyan en la estabilidad general del régimen democrático que se esté analizando. Uno de estos es, por ejemplo, la marcha de la economía. También falta establecer las causas de los factores “desconsolidación democrática” e “inestabilidad democrática.” Además, habría que considerar si dicha desconsolidación es deseada a propósito por los dirigentes políticos o si es una especie de “daño colateral” que no se pudo o no se supo evitar.
Mounk y Foa no están solos en sus preocupaciones: Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (también profesores en Harvard) se preguntan igualmente si la democracia estadounidense está en peligro. Para dar respuesta a esta interrogante escribieron el libro “How Democracies die”. El consultor en materia de política exterior Henri Barkey afirma, incluso, que estamos en “la primavera de los autócratas”, mientras que, en Inglaterra, Edward Luce dice que estamos ante “la retirada del liberalismo occidental”, manifestando que, si bien la democracia liberal aún no está muerta, sí se encuentra más cerca del colapso de lo que muchos desearían.
En nuestras siguientes colaboraciones veremos si estas señales de alarma son tan ciertas como parecen y en dónde podrían estar sus puntos débiles. Sea como fuere, es importante que debemos ser conscientes de la necesidad y de la obligación de defender y de vivir la democracia y sus valores; además, como universitarios, debemos estudiar, reflexionar y decir qué es lo que está ocurriendo.
Dr. Herminio S. de la Barquera A. Decano de Ciencias Sociales UPAEP |