El desenfrenado crecimiento económico, las ansias consumistas, las visiones a corto plazo y la falta de una conciencia de cuidado del planeta nos han llevado a escenarios verdaderamente catastróficos. A esto debemos sumar la existencia de nuevos dirigentes políticos carentes por completo de una concepción global, integral e integrada de lo que deben ser políticas de desarrollo ecológicamente responsables. Es muy difícil, por no decir imposible, escuchar a líderes como Trump, Bolsonaro, López, Duterte o Salvini hablar de la necesidad de emprender medidas de alcance supranacional para salvar al planeta, al medio ambiente y salvar, por ende, a la humanidad. Por el contrario, vemos cómo se acelera la devastación de la región amazónica que el mismo gobierno federal brasileño fomenta, cómo se desarma el aparato legal en torno a la protección ambiental y en concreto de especies amenazadas en los Estados Unidos, cómo se planean obras quizá inútiles como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el aeropuerto de Santa Lucía sin tener en cuenta en lo más mínimo los factores medioambientales. Y estos son solamente unos cuantos ejemplos en nuestro continente, en América. En Asia, particularmente en China y la India, la situación es quizá peor.
Según los expertos –tan desdeñados, por cierto, por los líderes arriba mencionados-, estamos quizá ante la primera extinción masiva de especies desde que los dinosaurios desaparecieron hace 65 millones de años. Esto se debe a que los fenómenos como el cambio climático, la caza furtiva y la destrucción y modificación del hábitat son una amenaza gravísima para las especies animales. Más del 40% de los anfibios y cerca de una cuarta parte de los mamíferos están en peligro de extinción. A diferencia de la extinción de los dinosaurios y de otras calamidades que han ocurrido a través de la historia, en esta ocasión, el principal agente de esta oleada de extinciones es la actividad humana. Así, el cambio climático amenaza principalmente a los océanos. Los arrecifes de coral, por ejemplo, en donde vive más de una cuarta parte de las criaturas marinas, podrían desaparecer por completo para el año 2050. Especies como la ballena azul y la llamada “vaquita marina” están en inminente riesgo de desaparecer para siempre de los mares. Además de los cambios climáticos, la pesca furtiva y las actividades irresponsables de pesca son las principales causas de esta situación.
Pero también en aguas dulces hay peligro: diferentes especies de cocodrilos, de hipopótamos y de delfines de río se encuentran en gravísimo peligro. En Asia, además, la medicina tradicional y las costumbres de muchos pueblos son las culpables del auge de la cacería furtiva de especies como el tigre o el pangolín. Los usos y costumbres del pueblo bueno y sabio están detrás de un negocio muy lucrativo de comercialización de especies vivas y de partes del cuerpo de ciertos animales (piel, órganos, grasa, ojos, etc.).
Más de la mitad de todos los primates está amenazada por la extinción, debido particularmente a la desaparición de su hábitat, aunque también el comercio de ejemplares vivos (por ejemplo, para venderlos como mascotas) y la cacería furtiva son factores importantes en este fenómeno. Casi todos los grandes felinos se encuentran en grave situación: diversas subespecies de tigre han desaparecido para siempre, el leopardo de las nieves es cada vez más raro, el jaguar verá reducido su hábitat debido a la construcción del Tren Maya, y sólo quedan algunos ejemplares del tigre de Sumatra o del leopardo de Java. Pensemos que, hasta hace unos tres mil años, había leones en el Oriente medio y en el sur de Europa. De hecho, parece que el mamífero que, después del hombre, se ha extendido de manera más extensa en el mundo ha sido el león, en sus diferentes subespecies. En la actualidad, su hábitat se ha reducido dramáticamente.
Todas las cinco especies de rinoceronte que existen están amenazadas; de algunas de ellas, solamente quedan ejemplares en algunos parques zoológicos. El número de ejemplares del elefante asiático se reduce igualmente de forma acelerada y todas las especies de osos están igualmente en situación preocupante. Es particularmente delicada la situación del oso panda y del oso polar. Un peligro latente en prácticamente todo el mundo es la acelerada desaparición de las especies de abejas, esenciales para la polinización de numerosísimas especies de plantas.
En México, para variar, no cantamos mal las rancheras: desde la década de los años 50 del siglo pasado desapareció el oso gris mexicano; el lobo mexicano ya no existe más que en parques zoológicos o estaciones científicas, y su reintroducción a la vida silvestre es sumamente complicada; la foca monje del caribe ya desapareció desde principios de los años 50; el carpintero imperial también se extinguió en la misma década; la paloma de la Isla Socorro ya no existe más que en unos zoológicos en Europa y en Estados Unidos; el pájaro zanate del Lerma se ha de haber extinguido hace unos 20 años, debido a la pavorosa contaminación del río Lerma, en cuyas orillas habitaba. Otra ave, la caracara de la isla de Guadalupe, desapareció alrededor del año 1900, perseguida por los ganaderos, al creerse que atacaba al ganado, cosa que no era cierta. El cóndor de California sólo existe en Estados Unidos, y se ha intentado reintroducirlo en Baja California, sin mayor éxito. El ratón de la Isla San Pedro Nolasco ya no se ha observado más en su hábitat silvestre desde hace unos 20 años.
Además, el berrendo, el borrego cimarrón, el bisonte, diferentes especies de venados, el perrillo de las praderas, el conejo de los volcanes y numerosísimas especies de aves, anfibios y reptiles ya desaparecieron para siempre o están a punto de hacerlo. Por eso, en nuestro país se presenta frecuentemente un fenómeno llamado “de ecosistemas vacíos”: existe un manto de árboles y plantas aparentemente intacto, pero que ya no alberga más a especies animales.
La solución es compleja, así como complejos son estos problemas. Un aspecto importante a considerar es la educación ambiental de la población, pues muchos de los animales enlistados arriba desaparecieron por causa de creencias erróneas: se dice que sirven para curar tales males, o que atacan al hombre y al ganado, etc. También se debe esta situación a la invasión de su hábitat, por lo que los encuentros, a veces desafortunados, entre personas y animales se multiplican. El modelo de “desarrollo” depredador, alimentado por las ansias consumistas y de ganancias fáciles, contribuye también a la destrucción del hábitat y por ende a la desaparición de especies. Nada más hay que ver la forma en la que las compañías mineras destrozan el medio ambiente; en México, esto lo hacen tanto las extranjeras como las nacionales, en una especie de grotesca competencia.
Por último, el desinterés de los políticos, sobre todo de los populistas tan de moda en la actualidad, también pone su granito de arena en esto: hay que ver la indolencia con la que ha reaccionado el gobierno de Bolsonaro ante la catástrofe de los incendios en el Amazonas, o la idea de volver a utilizar el carbón, cosa que han propuesto Trump y López, o la irresponsabilidad del gobierno federal en México, cuando a principios de este año recortó los recursos que la Comisión Nacional Forestal empleaba para la campaña de prevención de incendios; por si fuera poco, puso en venta los helicópteros que servían para transportar a los brigadistas a las zonas de siniestros. Eso no es austeridad republicana, sino estulticia criminal.
Dr. Herminio S. de la Barquera A. Decano de Ciencias Sociales UPAEP |