Hace un par de días, el 14 de agosto, se conmemoró la festividad de un santo del siglo XX, quien murió a manos de uno de los regímenes políticos más sanguinarios y despreciables de la historia de la humanidad. Estamos hablando de San Maximilian Kolbe, muerto a manos de los nazis en un campo de concentración el 14 de agosto de 1941.
¿Qué es un santo? Debemos subrayar que los santos no son “héroes cristianos”. Son, sencillamente, discípulos de Jesús; como tales se consideran a sí mismos y se convierten en personas que contribuyen a la salvación del mundo. Son, digámoslo así, personas que demuestran que sí es posible vivir una vida cristiana, incluso hasta el sacrificio. Yendo más allá, podríamos decir que todos los que creen en Cristo son “santos”, pues el bautismo los hace “hijos de Dios”, por lo que la santidad es primero un don; más adelante viene la tarea. En ciertos cristianos, la misericordia, el amor al prójimo y la conciencia de dicha tarea alcanzan tal perfección, que su vida puede ser tomada como ejemplo para todos los creyentes. Por algo se le llama al proceso por el que ascienden a los altares “canonización”, pues este vocablo deriva del latín “canon”, que significa regla, norma, patrón o escala.
Según Hans Urs von Balthasar, célebre teólogo suizo, podemos dividir a los innumerables santos en dos categorías: en el primer grupo están los que han sido una especie de “regalo” de Cristo a toda la Iglesia, por lo que representan “la palabra del Dios vivo”, arrojan una nueva luz sobre el Evangelio, como si fuesen una nueva respuesta ante los dramas de la historia. Ejemplos de este primer grupo son San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola o Santa Teresa de Lisieux. Por el contrario, muchos otros santos parecen ser un regalo que hace la Iglesia a Cristo, pero no porque esta quiera convertirse en una especie de “fábrica de santos”, sino como expresión del cuidado con el que la Iglesia, como esposa y madre, en ciertas épocas y lugares, vela y protege a sus hijos. Los santos y su veneración son elementos muy importantes en la espiritualidad de la Iglesia católica, pero sólo deben entenderse a partir de la creencia en Cristo crucificado y resucitado.
Maximilian Kolbe nació el 7 de enero de 1894 en Polonia; se ordenó sacerdote en 1918. Durante sus primeros años se dedicó a fundar y consolidar medios de prensa católicos tanto en Polonia como en Japón, en donde estuvo 6 años. Junto con otros franciscanos minoritas, Kolbe fundó una organización llamada “Militia Immaculatae” (“Milicia de los inmaculados”), para promover una ardua tarea de misión y evangelización entre los jóvenes, aprovechando los medios más modernos en esa época, como la radio. Este grupo tenía una especial devoción a María y fundó una central de prensa en Niepokalanow, que aún subsiste en la actualidad. En Japón, Maximilian fundó monasterios, centros misionales e imprentas.
Una vez de vuelta a Polonia, en 1936, vivió los terribles años de la invasión de los ejércitos alemanes. Por principio de cuentas, Niepokalanow fue ocupada por las fuerzas de ocupación. Kolbe no solamente era católico, sino un decidido opositor del nacionalsocialismo y del comunismo. A los masones los denominaba “mafia de criminales”. En diciembre de 1939, Kolbe y 40 franciscanos más fueron arrestados por la Gestapo, pero fueron liberados al poco tiempo. Sin embargo, las autoridades nazis no lo perdieron de vista. Hay que recordar que los católicos en general y la Iglesia católica en particular fueron los más decididos opositores al nacionalsocialismo. Así, en febrero de 1941 fue nuevamente arrestado, pues descubrieron que el padre Maximilian había dado refugio a 2 300 judíos, además de que había escondido a algunos refugiados y prófugos polacos, ucranianos y griegos. Fue llevado primero a una cárcel en Varsovia, pero en mayo del mismo año lo internaron en el campo de concentración de Auschwitz, de triste memoria, en donde siguió actuando como sacerdote y pastor de almas.
En Julio de 1941 hubo al parecer un intento de fuga, por lo que los guardias del campo de concentración, como escarmiento, hicieron un sorteo entre los prisioneros. Los que resultasen sorteados serían ejecutados. Uno de los que resultaron escogidos para ello, de nombre Franciszek Gajowniczek, comenzó a gritar desesperado, diciendo que tenía mujer e hijos, por lo que pedía misericordia. Por supuesto, nadie de los oficiales alemanes le hizo el menor caso, por lo que el padre Maximilian le pidió al comandante del campo de concentración, el cruel Karl Fritzsch, que le permitiera intercambiarse por el condenado, a lo que el oficial alemán accedió. El padre Kolbe y los demás fueron trasladados a una barraca, en la que él los ayudaba a orar y a prepararse para lo que vendría. El 14 de agosto de 1941, Maximilian y otros tres presos que no habían muerto de hambre fueron ejecutados con una inyección de fenol.
Gajowniczek sobrevivió a la guerra, fue liberado del campo de concentración y sufrió mucho, pues sus compañeros de desgracia lo hicieron responsable de la muerte del sacerdote franciscano. Después de más de cinco años en campos de concentración, este militar polaco pudo regresar con su familia, pero cuando llegó a casa se enteró de que sus hijos habían muerto en un bombardeo ruso. Fue invitado a la ceremonia de canonización del padre Maximilian en 1982 y viajó por muchos países hablando del santo franciscano. Al morir en 1995, lo hizo con la conciencia de que iría a reunirse con el padre Kolbe.
Maximilian Kolbe y su generoso sacrificio no sólo por su compañero de desgracia, sino por la libertad y la vida, han alcanzado tal renombre y admiración, que tres iglesias lo tienen en el canon de sus santos: la Iglesia católica, a la que perteneció, la anglicana e incluso la evangélica-luterana de los Estados Unidos. Las tres lo conmemoran el 14 de agosto. Un detalle muy especial es que el padre Maximilian está considerado, además, como un mártir del siglo XX no solamente por el Vaticano, sino que en portal occidental de la Abadía de Westminster encontramos su estatua, justo en el lugar dedicado a los mártires. Este conjunto escultórico está enmarcado por las virtudes de Verdad, Justicia, Misericordia y Paz, y en él están representados 10 mártires del siglo XX. Lo consagró en 1998 la reina Isabel II, cabeza de la Iglesia anglicana.
San Maximilian Kolbe, por lo tanto, reflejó con su vida y con su martirio la fe y la profunda misericordia que abrevó en Cristo. Es un ejemplo de cómo una vida sencilla pero decidida puede oponerse a la poderosa maquinaria de los regímenes injustos y criminales. Es cierto que esta maquinaria nacionalsocialista logró acallarlo momentáneamente, pero luego, Maximilian Kolbe renació para la eternidad, dando un firme ejemplo de fe, esperanza, caridad, valor y templanza.
Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP
Desarrollo humano y social
Maximilian Kolbe, mártir
18 agosto Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo