En esta semana que está por concluir ocurrió un suceso que ha entristecido a los demócratas del mundo, a pesar de que ya se veía venir: uno de los políticos populistas más mentirosos de la actualidad logró un anhelo desde hace tiempo acariciado: llegar al poder. Y no en cualquier país, sino en uno de los más importantes del mundo: en el Reino Unido. Me refiero a Boris Johnson, nuevo Primer Ministro. Esto es lo suficientemente serio como para dedicar esta columna a discutir el tema, pero ya me cansé de hablar de los populistas, nacionales y extranjeros, así que mis amables cuatro lectores me permitirán hablar mejor de otro tema, también importante y de gran actualidad: el desarrollo de la fuerza naval de la República Popular China.
Como ya hemos comentado en este espacio en numerosas ocasiones, China se encuentra desde hace unos años comprometida en un enorme esfuerzo para tener fuerzas armadas de alcance global. Un país con la fuerza económica y política de dicha nación no puede renunciar a defender sus intereses y a estar en condiciones de poseer un gran poder de disuasión. Recordemos que la región que comparten China, Taiwán, las dos Coreas y Japón es sumamente explosiva y guarda cierto equilibrio con mucho trabajo. China considera que el Mar de China del Sur “no es el Caribe, para que los Estados Unidos puedan comportarse como se les antoje”, según dijeron fuentes oficiales hace un año. Es por eso que en el nuevo Libro Blanco de la Marina de la República Popular China se afirma que los Estados Unidos y sus aliados están provocando una creciente inseguridad en la región. Estas alianzas militares estadounidenses son vistas con preocupación por Beijing, por lo que la estrategia de la Marina china debe orientarse a compensar esa fuerte presencia militar en la región.
Este Libro Blanco es una respuesta a la Estrategia Nacional de Defensa, que el gobierno de los Estados Unidos publicó el año pasado, y en que se designa a China como “adversario estratégico”, que además provoca el miedo de sus vecinos con su “agresiva política económica” y que busca militarizar el Mar de Sur de la China. Ciertamente, el gobierno chino ha recurrido a medidas poco ortodoxas y muy alejadas del derecho internacional, para ampliar y consolidar su presencia en esa región, construyendo islas e instalando bases militares en ellas. Esto ha provocado roces serios con otros países, incluyendo a las Filipinas y Vietnam, por ejemplo. Un pasaje del Libro Blanco que es muy amenazador es el que se refiere a Taiwán: si es necesario, se afirma en el libro, dicha isla será recuperada por China incluso con medios militares. Ante esta amenaza, nada velada, Taiwán se encuentra también en un esfuerzo por fortalecer sus capacidades defensivas.
Es por eso que países como Australia y Japón se han decidido ya a comprometerse más activamente en la defensa militar de sus intereses en la zona. Japón ya no se concibe a sí mismo como un país con “fuerzas de defensa”, sino que las prepara ya para actuar “hacia afuera”.
A pesar de que China es ya el segundo país en lo que se refiere a gastos militares en el mundo, desplazando a Rusia y solamente detrás de los Estados Unidos, se presenta en el Libro Blanco como una nación casi inofensiva, pues dice estar “muy lejos” de los gastos de la primera potencia militar, lo cual es cierto pero no significa que sea por falta de ganas, sino de dinero. De todas formas, la idea central es que, hacia mediados del siglo, su Armada se convierta ya completamente en una “marina de clase mundial”. Estos esfuerzos, que probablemente serán exitosos, pudieron ya apreciarse hace un par de meses, en las celebraciones para conmemorar el septuagésimo aniversario -o como dicen en México: “el setenta aniversario” (sic.)- de la marina de guerra. El gobierno chino organizó un gran desfile naval, en el que el Jefe de Estado y del partido Comunista Xi Jinping pasó revista a 32 buques de guerra y a 39 aviones de combate. La ceremonia se pudo seguir por la televisora estatal, que transmitió orgullosamente algunos botones de muestra de la rápida modernización de las fuerzas navales, pues desfilaron, entre otras unidades, submarinos atómicos y nuevos destructores, así como el primer portaaviones chino, el “Liaoning”. Este último tiene una historia curiosa. Comenzó a construirse en Ucrania en tiempos de la Unión Soviética, como segundo buque de la clase Kuznetsov. El prototipo, que sigue penosamente en funciones en la marina rusa (portaaviones “Almirante Kuznetsov”), es posiblemente el portaaviones que más desperfectos tiene en el mundo entero. Siempre va acompañado de remolcadores, por si acaso, pues ya se ha quedado detenido al fallar sus motores. Su chimenea arroja más humo que cualquier barco en el mundo entero, lo que me hace sospechar seriamente que sus calderas han de quemar ocote.
Cuando la URSS se colapsó y Ucrania se independizó, el segundo barco de esa clase estaba construido en un 70%, pero Ucrania no tenía dinero para terminarlo ni para operarlo, así que lo vendió a un consorcio chino en 1998, con la condición de no usarlo para fines militares. Los chinos dijeron que lo usarían como casino flotante, lo que obviamente nunca pensaron hacer. Después de una travesía digna de una novela de aventuras, el casco del buque llegó a China, se terminó de construir y en 2012 fue puesto en servicio en la marina de guerra. Un segundo portaaviones, este sí enteramente diseñado y construido en ese país, se halla actualmente en etapa de prueba; un tercer buque está en construcción. Es así que China se encuentra en camino de convertirse en una potencia marítima de alcance internacional. En un par de décadas, seguramente, sus escuadras navales con un portaaviones al centro, siguiendo el modelo estadounidense, se encontrarán presentes quizá en todo el mundo, aunque lo difícil será hacerse de un sistema de bases militares alrededor del mundo que soporten estas ambiciones. Ya no serán fuerzas de defensa, sino que tendrán al globo terráqueo completo a la vista y a su alcance. Sin embargo, a corto y mediano plazo no se espera un cambio en la correlación de fuerzas con los Estados Unidos, que disponen de 10 portaaviones con su respectiva flota, lo que significa que poseen la mayor armada del mundo y el mayor poder de fuego de una fuerza naval.
A pesar de las constantes fricciones con otros países por las tendencias expansionistas chinas, la marina de la República Popular afirma buscar la colaboración con otras marinas del mundo, dice querer hacerse cargo de sus responsabilidades internacionales y ayudar a garantizar la seguridad de las rutas marítimas. En este mismo sentido, el Presidente Xi Jinping acaba de rechazar que su país tenga intensiones agresivas: el pueblo chino, dijo, “anhela la paz y se mantendrá incólume en el camino del desarrollo pacífico”, por lo que sus vecinos no deben temerle. No es verdad, dijo también, que China busque extender sus dominios y su territorio hacia el Mar del Sur, a pesar de la construcción de islas y bases militares. ¡Qué alivio! Ya me estaba yo preocupando…
Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP
Desarrollo humano y social
La marina de guerra china
28 julio Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo