De los Argonautas de la Cultura
¿Dónde nos encontramos? El Tesoro de Water Newton nos ofrece una lujosa visión de un juego de mesa entre copas, vasijas y platos de plata. Lo más sorprendente no es que daten del s.IV d.C sino su función vinculada con los crismones grabados en sus cuidadas paredes y asociadas al culto católico dentro del Imperio Romano en Cambridgeshire (Inglaterra). Se puede leer en ellas ¨Yo, Publiano, honro tu altar sagrado y deposito toda mi fe en ti, oh Señor¨. Pasillos mediante, podemos encontrarnos en este lugar la estatua de diorita de Gudea de Lagash procedente de la Mesopotamia del 2100 a.C que representa al gobernante y mecenas de un florecimiento de la arquitectura y literatura de su periodo. Su sobriedad no pierde la sonrisa manteniendo las manos enlazadas mostrando una imagen de bondad.
La máscara de Tezcatlipoca Azul realizada en mosaico turquesa sobre calavera humana no deja de sorprendernos en la sala mexica. Los ojos a modo de discos de piritas engarzados sobre conchas nos acercan a la cosmovisión de la Triple Alianza en el s.XVI.
No podemos dejar de recorrer los pasillos de igual modo que no podemos dejar de dejarnos maravillar por los brazaletes de oro con cabezas de grifos de la lejana Takht-i Kuwad (Tayikistán) del s. V a.C En una maravillosa composición simétrica se mira esta pareja con claras influencias persas. Pese a haber perdido hoy las incrustaciones en piedras preciosas o cristal, la armonía y elegancia de la pieza sigue tan fresca como el primer día.
Dejamos atrás el papiro satírico de Tebas (Egipto) donde un león juega al popular senet egipcio, aunque nos venga a la mente el ajedrez por su figura, frente a un antílope. ¿Quién ganaría? No parece importar el resultado a los chacales que custodian los rebaños mientras tocan flautas dobles. Sin lugar a duda estas representaciones realizaron una crítica al orden natural poniendo a los animales al frente de escenas naturales cotidianas ¿o serían cuentos?
Ganesha no nos da la respuesta, con su cabeza de elefante e hijo de Shivá y Parvati, nos recibe siendo el señor de todos los comienzos pero compitiendo con Hoa Hakananai´a, monumental moái de la Isla de Pascua 1000 d.C vinculado al rito del hombre pájaro. Tenemos tantos objetos por delante y tan poco tiempo que no podemos quedarnos fascinados más de dos minutos por obra. La soberbia, la religiosidad, lo espléndido y lo dramático, la visión y lo oculto, se manifiestan en cada esquina. ¿Dónde nos encontramos?
El famoso rinoceronte de Alberto Durero, que incluso ha llegado hasta la iconografía de Puebla de los Ángeles (México) nos recibe con su ¨armadura¨ representado desde aquel ejemplar llegado en mayo de 1515 al puerto de Lisboa como regalo desde la India al rey de Portugal. ¡Durante 300 años esta fue la imagen del animal en cualquier representación! Continuamos el rumbo con el yelmo del barco fúnebre de Sutton Hoo. No podemos más que quedarnos hipnotizados por su reclamo. Este casco de influencia germánica pero de procedencia anglosajona, mantiene el jabalí como signo de fuerza y valor; pero un dragón es el que destaca sobre unas curiosas cejas remarcadas que siguen confrontándonos desde el s.VII d.C.
Estamos cercanos al final y aún no hemos mencionado dónde nos encontramos. Un identificativo sepulcro etrusco del s.II a.C con su característica representación figurativa realista de una persona semitumbada nos recibe en la coqueta escena de una mujer que se mira a un espejo mientras se arregla la vestimenta. La datación del cuerpo, 55 años, no corresponde a la idealización de la imagen que junto al momento representado nos deja para la eternidad un mensaje de eterna juventud y necesidad de haber incorporado a un mozo galante a su lado como en la obra ¨El quitasol¨ de Francisco de Goya.
Si nos gustan los animales, sin perder el significado de sus representaciones que van más allá de su especie, no debemos de dejar de asomarnos ante el galápago de jade del s.XVII, el escarabajo gigante del 30 a.C, el elegante gato sentado del Egipto del 600 a.C, la magnífica pareja de perros de mármol lamiéndose del Imperio Romano del s.II, el grabado del gato de Cheshire y Alicia de 1865, la graciosa lechuza de los tetradacmas atenienses de plata del s.V a.C o la carpa de Hiroshige convertida en cometa.
Nos encontramos en la tierra de Albión, el nombre más antiguo de las Islas de Gran Bretaña, y dentro de ella en el Museo Británico. No debemos dejarnos llevar por la nostalgia ni el ánimo mermado por no poder apreciar en persona lo citado. Hay tiempo para ello.
Mientras tanto nuestra mayor aventura no es otra que acercarnos al museo de nuestra comunidad más próximo, a la última exposición de nuestro magnífico museo universitario y asombrarnos con sus obras. Tras ello el camino no habrá concluido. Darlas a conocer a otros será el regreso de la aventura, al igual que hemos hecho en este texto, camino que nunca concluirá mientras sigamos siendo los Argonaturas de la Cultura en la búsqueda del Vellocino del Conocimiento.
Mtro. David Sánchez Sánchez
Director Académico de la Maestría en Estudios Históricos
UPAEP
Desarrollo humano y social
TESOROS
30 junio Por: David Sánchez Sánchez