En nuestra contribución de hace una semana, hablamos de un Pancho Villa que no todos conocen y que la historia oficial mexicana no se empeñó nunca en desenterrar. Vimos a un personaje que no dudaba en asesinar a sangre fría, ya sea por su propia mano o por medio de sus subordinados. Pero, como ocurre creo yo en todas las personas, o al menos en la mayoría, no todo fue sombras en él. Villa, nos simpatice o no, fue un personaje clave en los acontecimientos revolucionarios a partir de 1910 y hasta su muerte en 1923. Apoyó a Madero de manera enérgica y absolutamente leal, participó activamente en la Convención de Aguascalientes, acordó con Zapata que se buscaría que la Presidencia de la República recayese en un civil, fue un brillantísimo organizador militar y un guerrero indomable. Tengo para mí que fue mejor organizador de ejércitos que estratega, y tuvo el buen tino de tener entre sus colaboradores cercanos a un militar que, además de ser un estratega de primer orden, fue además un militar pundonoroso, íntegro y honesto: el General Felipe Ángeles.
De hecho, mientras Villa prestó oídos al General Ángeles, dirigió con éxito impresionante a su famosa División del Norte. Es decir, Villa tuvo la inteligencia de aprovechar la enorme capacidad de estratega de Ángeles, un personaje injustamente olvidado en la historia de México. Sin querer escatimarle a Villa sus dotes militares, podemos decir que gran parte de sus victorias en los campos de batalla se la debe a Ángeles, un personaje verdaderamente extraordinario. Y cuando no le hizo caso, como ocurrió en las batallas de Celaya (del 6 al 15 de abril de 1915), libradas en contra de Álvaro Obregón, Villa perdió. Y no solamente fue una derrota militar para el llamado “Centauro del Norte”: fue el inicio de su declive.
Villa organizó de gran manera a su División del Norte, quizá el mejor cuerpo de ejército creado en la Revolución. Algunos hechos de armas, como las tomas de Torreón y de Zacatecas, son parte excepcional de la historia militar de México y demuestran no solamente acciones militares ejecutadas con gran inteligencia, sino también demuestran la valentía y la entrega de la que eran capaces los llamados “dorados”, confiados totalmente en las cualidades militares de su comandante.
Francisco Villa tuvo oportunidad de poner en práctica, aunque por poco tiempo y con resultados muy limitados, dos proyectos sociales muy ambiciosos: la creación de escuelas y el establecimiento de colonias militares. Estaba convencido de que la educación era la llave para la libertad y el progreso, por lo que, tan sólo en la ciudad de Chihuahua, creó más de 50. Además, creía que los soldados no debían perder la relación con la población civil, que deberían trabajar en colonias industriales o agrícolas tres días a la semana, dejando los demás días para la instrucción militar propia y para transmitirla a los demás.
Si comparamos a Villa con el líder agrarista Emiliano Zapata, veremos que este último llegó a elaborar un programa político sólido y un plan en materia agraria muy bien estructurado. El programa social de Villa no llegó a tal grado de desarrollo. Pero en materia militar fue más lejos que Zapata: su División del Norte era un verdadero ejército, capaz de realizar movimientos y acciones de mayor envergadura y complejidad. El ejército de Zapata era de campesinos, ciertamente muy motivados, pero carente de la disciplina militar y de la gran capacidad de ataque que la División del Norte poseía.
A la llamada “Convención de Aguascalientes”, en octubre de 1914, concurrieron los jefes militares para tratar de limar asperezas. Allí estaban Carranza y Obregón, a quienes podemos catalogar como constitucionalistas moderados, mientras que Zapata y Villa eran más radicales y exigían de inmediato una revolución de corte agrarista, que incluía el reparto de tierras. De dicha convención salieron fortalecidos Zapata, por el programa político que se aprobó, y Villa, por su fuerza militar y política. El choque contra Carranza era inminente.
Obregón trató de atraer al ejército villista hacia el centro del país, moviéndose rumbo a Celaya en enero de 1915. En contra de los consejos del General Ángeles, Villa mordió el anzuelo. Debería haberse replegado hacia el norte, hacia sus terrenos, que conocía mejor que nadie, cerca de sus fuentes de aprovisionamiento, en donde sería más fácil reclutar hombres y reunir otros recursos. Obregón logró destrozarlo entre abril y julio de ese año, en cuatro grandes batallas entre Celaya y Aguascalientes. En el tercero de estos hechos de armas, una bala de cañón le arrancó el brazo derecho a Obregón, quien, desesperado ante la creencia de que caería en manos de Villa, quien sin duda lo mataría, sacó su pistola y la accionó para suicidarse. Quiso el destino, sin embargo, que su ayudante, antes de la batalla, limpiara el arma, olvidando amunicionarla después de ello, por lo que Obregón salió con vida, aunque sin brazo, de dicho trance.
Villa, después de estas derrotas, dejó de ser un gran comandante de ejércitos para pasar a ser un guerrillero. Al ver que el gobierno de Estados Unidos reconocía al de Carranza, ideó la manera de provocar una ruptura entre ambos e incluso una invasión, al precio que fuese. Asesinó a unos trabajadores estadounidenses y, al ver que esto no había causado mayor problema en las relaciones entre ambos países, se decidió a atacar una pequeña población al otro lado de la frontera. Cobardemente él se quedó de este lado de la frontera; sus hombres asesinaron el 9 de Marzo de 1916 a tres soldados y cinco civiles en la población de Columbus, incendiando y saqueando algunos establecimientos. Fue así que se inició la llamada “expedición punitiva”, una invasión militar estadounidense para atrapar a Villa, nuevamente degradado a asesino. Nunca lo encontraron, pues Villa sabía esconderse.
En 1920, Villa se acogió a la amnistía decretada por el gobierno de Adolfo de la Huerta, por lo que quiso poner en práctica sus ideas de las colonias militares. Sin embargo, fue asesinado en 1923, al parecer por órdenes de Obregón y de Plutarco Elías Calles, para evitar que fuese a apoyar a De la Huerta en su intento por volver a ocupar la presidencia de la República.
Ante un personaje como Villa es difícil encontrar puntos de encuentro entre las reacciones y explicaciones tan extremas que despierta. Pancho Villa es uno de los personajes más polémicos dentro de la historia mexicana. Como toda persona, este personaje de la Revolución tiene sus luces y sus sombras, lo cual en México no siempre se acepta sin más. En este país, los héroes son todos inmaculados, grandiosos, entregados a la causa, generosos e inteligentes, mientras que los “malos” son sin excepción detestables, perversos y execrables. No hay término medio en esta nuestra pobre visión de la historia, una especie de telenovela rústica, cuando lo que realmente tenemos que ver es que la historia la escriben personas con cosas buenas y malas, tal como somos cualquiera de nosotros.
Villa despertó desde su época grandes polémicas. A Villa unos lo tenían por héroe y otros por bandido; parece que en el fondo nunca dejó de ser bandido, comenzó como un bandido, después se hizo revolucionario, se hizo general, luego decayó a guerrillero, luego fue prófugo, nuevamente bandido y posteriormente se “jubiló” y fue asesinado; todo esto en 43 años.
Aguilar Camín, hablando de Villa, menciona su “monomanía de matar”, que en él reconoció incluso Felipe Ángeles como uno de sus grandes lastres. Matar personalmente y mandar matar. En Villa vemos al justiciero social, al organizador militar, al estratega a veces torpe, al matón, al reformador social. Coincido con Aguilar en el sentido de que posiblemente en ningún otro personaje de la historia mexicana encontremos una capacidad de violencia personal tan elevada como en Villa.
Creo que el gran enemigo de Villa fue su carácter: podía pasar de las lágrimas a la rabia asesina inmediatamente, así como de la generosidad inmensa al asesinato en un santiamén. Esa fue su perdición: la falta de capacidad de pensar con serenidad y su marcada falta de escrúpulos. Los errores que cometió se debieron a esa impulsividad, por no hacer caso a alguien como Felipe Ángeles que sí pensaba fríamente, como militar. Pensemos en el caso de las batallas de Celaya, que, como vimos, estuvieron a punto costarle la vida a Obregón, pues allí Villa perdió los estribos, perdió la visión estratégica de las cosas a pesar de lo que le decía Felipe Ángeles. Y perdió todo.
Esa es la parte negativa de Villa: la carencia de sensibilidad, de mesura, dispuesto al ataque de rabia. Fue un personaje irresponsable que estuvo a punto de provocar, a propósito, una guerra entre México y Estados Unidos. Eso es lo que podemos encontrar como aspectos muy criticables: esa ola de asesinatos, ese derramamiento de sangre que provocaba no aparecen en otros personajes de nuestra historia, que de por sí es violenta.
De todas maneras, también tuvo una vertiente de preocupación social por los campesinos, los obreros y los marginados en general, pero no tuvo oportunidad de poner en práctica sus ideas, con tiempo suficiente para que pudiesen haber rendido frutos. Y su aportación militar al triunfo de Madero y de Carranza es innegable.
Villa tiene, por lo tanto, luces y sombras, sobre todo estas, ciertamente. Pero un contemporáneo y enemigo mortal suyo creo que sí es totalmente indefendible: Victoriano Huerta, personaje mezquino, traicionero y alcohólico, aunque él también divide opiniones: para unos, se trata de un asesino y traidor psicópata; pero otros no están de acuerdo con esto y lo tienen como un matarife siniestro y un traidor de la peor calaña. Por lo visto, los mexicanos nunca se ponen de acuerdo…
Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP
Desarrollo humano y social
Pancho Villa (2ª parte)
24 junio Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo