En términos económicos la relación entre México y Estados Unidos es a todas luces asimétrica. Mientras que para EEUU los intercambios económicos con México son importantes a secas, para México dichos intercambios son fundamentales para su viabilidad económica. Es por ello que para los EEUU, las amenazas comerciales siempre serán herramientas muy eficientes para presionar e incluso doblegar a México en la mesa de negociación.
Para entender a cabalidad lo que ocurre hoy con nuestro vecino del norte, también es importante considerar que la relación bilateral es tan compleja (en términos económicos, políticos y sociales) que ha devenido en una relación interméstica, término de las Relaciones Internacionales que combina las palabras internacional y doméstico y que se utiliza para describir aquellos asuntos en los que es difícil trazar una línea entre lo que corresponde a la política doméstica y los asuntos de índole internacional.
Es decir, para México algunas de las cuestiones más apremiantes de su política interna, pertenecen y son definidos, al mismo tiempo, por la agenda de política exterior con los EEUU. Por ejemplo, el asunto del enfoque hacia la migración centroamericana, no es una cuestión que pertenezca al cien por ciento a la soberanía mexicana, sino que al ser de interés para EEUU, es un asunto que en México necesariamente se aborda tomando en cuenta las consideraciones del vecino. Lo mismo aplica para la política de combate hacia el narcotráfico o para las políticas comercial e industrial mexicanas.
Para Estados Unidos ocurre algo similar dentro de los parámetros de la asimetría prevaleciente. En la agenda pública estadounidense México es parte de la agenda de política exterior de aquel país, pero al mismo tiempo los asuntos con México son temas sensibles de su política interna. El hecho de que desde su campaña presidencial, Trump haya definido a México como parámetro de cumplimiento de sus doctrinas America First and Make America great again, sólo ha intensificado el carácter interméstico de la relación bilateral.
Como ejemplo de lo anterior, el asunto de la migración indocumentada es el asunto más urgente para el 70% de los votantes republicanos (según encuestas de salida de noviembre pasado), lo que explica la voracidad de Trump para mostrar una victoria en este tema, incluso a costa de amenazar a su principal socio comercial (México).
En este contexto en el que prevalece la complejidad y la asimetría de poder, la mejor estrategia para México siempre ha sido la de negociar por separado los asuntos más apremiantes de la agenda bilateral (migración, seguridad, comercio), ya que en el momento en que EEUU pone en la mesa de negociación los temas económicos, México tiene altas posibilidades de perder y terminar cediendo de más.
Trump consciente de lo anterior, ha lanzado una de las amenazas más duras de su presidencia. Con base en la Ley International Emergency Economic Powers, ha anunciado la imposición unilateral de aranceles a todas las importaciones mexicanas, que comienzan con el 5% el 10 de junio y que podrían escalar hasta el 25%, si es que México no disminuye el flujo de migrantes indocumentados que llegan a la frontera sur de EEUU y si no resuelve el problema de las organizaciones criminales.
El miércoles 5 de junio comenzaron las negociaciones en Estados Unidos entre ambos gobiernos. Las principales condiciones que han puesto los EEUU para desactivar su amenaza arancelaria son tres: sellar la frontera sur de México con Guatemala o en su defecto poner un dique de contención de migrantes en el Istmo de Tehuantepec. Que México tome el papel de Tercer País Seguro a través del cual, Estados Unidos rechazaría legítimamente todas las peticiones de refugio de migrantes que entren por su frontera sur, argumentando que México les de asilo, ya que cuenta con las condiciones de seguridad para fungir como refugio (sic). Y tres, que México combata de forma más efectiva las redes de tráfico de migrantes y de drogas.
En pocas palabras la estrategia de Trump es que el gobierno mexicano negocie desde un contexto de vulnerabilidad en el que se vea obligado a resolver el dilema de preservar la estabilidad económica y el acceso al mercado estadounidense, a cambio de cerrarle la puerta a los migrantes y de combatir a las organizaciones criminales como EEUU quiere, con todo y las consecuencias políticas y sociales que ese tipo de decisiones conllevan.
Desde mi punto de vista lo peor que puede hacer la delegación mexicana es hacer suyo el enfoque trumpista y negociar dentro de los márgenes de este dilema. México debe de salirse de esos términos y no permitir que EEUU vincule los temas. Como lo expuse líneas arriba, Trump sabe que si el asunto del comercio prevalece en la mesa de negociación, EEUU tiene las de ganar y puede obligar a México a tomar medidas inmorales y contrarias a nuestro interés.
Si por el contrario México hace suyo el dilema que plantea Trump, se va a abrir la caja de pandora de las concesiones y lo único que nos quedará es cruzar los dedos para que Trump no se reelija el año que viene o que algún día despierte siendo un ser más compasivo.
Explico brevemente porqué.
En el tema de la migración, como lo argumentamos en otro espacio, (https://upress.mx/index.php/opinion/editoriales/desarrollo-humano-y-social/4715-ante-la-crisis-migratoria-mas-mano-dura), el gobierno de AMLO ha endurecido la mano en contra de la migración centroamericana. Aun así, el número de deportaciones no es suficiente para Trump, ya que, para él, el combate a la migración indocumentada no es un asunto de política pública, es más bien un recurso electoral, una bandera política para sus bases y para las bases de su partido. Si México accede a las demandas de EEUU con tal de evitar los aranceles, sólo se sentará un pésimo precedente de chantaje y terminaremos combatiendo con la fuerza, un complejo fenómeno social que requiere de inteligencia y humanidad.
En este sentido, sería excelente ver al gobierno mexicano combatir y desmentir la narrativa de Trump en la que equipara a la migración indocumentada con una amenaza a la seguridad nacional y decir claramente que la migración y el comercio son temas bilaterales que se discuten por separado.
Sin embargo, todo parece indicar que el gobierno mexicano se doblegará ante la presión. El jueves 6 de junio por la tarde (momento en que se termina de escribir este texto) el Washington Post publicó una nota en la que se establece que la delegación mexicana ha cedido a la presión y ha aceptado militarizar la frontera sur del país (enviando 6 mil efectivos de la Guardia Nacional) y aceptar una especie de estatus de tercer país seguro que facilitaría a las autoridades estadounidenses deportar a los solicitantes de asilo hacia México.
Con esto y si las negociaciones concluyen así, lo más probable es que aquella supuesta política migratoria autónoma y de rostro humano que AMLO prometió hace unos meses, y que nunca se llevó a cabo, quede enterrada. En los hechos, México impondrá más mano dura en contra de la migración proveniente de Centroamérica con la esperanza de que los aranceles no se impongan. Sin embargo, a partir de ahora la exigencia de concesiones puede ser continua, máxime que se acerca el periodo electoral estadounidense.
Por parte del gobierno mexicano, a futuro pensarán dos veces antes de llevar a cabo algún cambio en su política que trastoque las prioridades del presidente estadounidense.
Como se mencionó con anterioridad entre esos temas puede estar el del combate al trasiego de drogas y al crimen organizado, que es la otra justificación que la Casa Blanca dio para la amenaza arancelaria.
¿Qué ha hecho o dejado de hacer México en ese aspecto que tiene tan molesto a Trump? ¿Qué alternativas podría tener México para lidiar con un ejecutivo estadounidense tan agresivo y que sabe volcar a su favor el contexto asimétrico e interméstico de la relación bilateral?
En una próxima entrega nos referiremos a ello.
Dr. Derzu Daniel Ramírez
Profesor – Investigador
Escuela de Relaciones Internacionales
UPAEP
Desarrollo humano y social
La migración y el comercio en los tiempos de Trump
09 junio Por: Daniel Ramírez Ortiz