Desarrollo humano y social
Venezuela y México: algunas similitudes y diferencias
19 mayo Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
Pin It

Generalmente, los sistemas políticos suelen presentar más dificultades para cambiar que las que racionalmente podríamos esperar. Es por eso que, en muchas ocasiones, quienes ofrecen al pueblo cambiar radicalmente las cosas acaban fallando en toda la línea o terminan creando un desastre aún mayor que el que encontraron cuando arribaron al poder. No es nueva la existencia y popularidad, en estos años del siglo XXI, de demagogos que le hablan al pueblo con las palabras que todos quieren escuchar y que prometen cosas irrealizables. Ya Max Weber lo hacía notar hace 100 años. También es importante señalar que el lenguaje de los políticos no siempre es preciso, por lo menos tiende a ser menos preciso que el que debe emplearse, por ejemplo, en el mundo académico. Así, cuando actualmente muchos hablan de un cambio de régimen, podemos señalar que es aún demasiado pronto para poder señalar si está ocurriendo, además, sobre todo, de que primero tendríamos que definir lo que debemos entender por los conceptos “régimen” y “cambio de régimen”.

También es frecuente escuchar, sobre todo en grupos o personas opositoras al Presidente López y a su partido, que el peligro de acabar como Venezuela es evidente. Casi siempre, las afirmaciones lapidarias son imprecisas, así que veremos ahora en qué podemos establecer algunas similitudes, si es este el caso. Aunque no podamos afirmar que forzosamente recorreremos o estamos recorriendo el mismo camino que Venezuela, es necesario anotar algunas similitudes para poder actuar en consecuencia.

Para comenzar, Hugo Chávez, antes y durante la campaña electoral que lo llevaría a la Presidencia de Venezuela, prometió realizar una profunda transformación nacional, que él señaló como “la Quinta República”, en una suerte de “revolución bolivariana” de corte socialista. Aquí vemos un rasgo típico de los gobernantes populistas: no suelen ser muy duchos en historia. Bolívar era un personaje hijo de la Ilustración, que difícilmente podríamos alinear con el socialismo. Es como cuando López Obrador busca hermanar a Juárez y a Cárdenas. El contexto en el que ambas carreras (las de Chávez y López) se desarrollan tiene igualmente algunas similitudes: ambas aprovechan el hastío de la gente con el sistema de partidos, que parece agotado, desprestigiado y corrupto. El candidato triunfador, por el contrario, se percibe como de raíz popular, se desmarca de la mafia en el poder, promete volver los ojos al pueblo bueno, goza de un innegable carisma y asegura que logrará una transformación de corte histórico en el país, a favor de los pobres y marginados.

Una vez conseguido el triunfo, el panorama para los partidos perdedores es desolador: quedaron debilitados al extremo, divididos internamente y desconectados entre sí. Esto les impide formar y articular una oposición efectiva frente al poderoso ganador, que se queda con la mayoría parlamentaria.

El discurso de ambos personajes, Chávez y López, es similar después del triunfo electoral: parece que siguen eternamente en campaña, pues son combativos, aunque muestran de pronto elementos religiosos en sus discursos, tales como el amor de Cristo, el sermón de la montaña, la República del amor, la identificación de cada uno de estos personajes con el pueblo, el rechazo a las riquezas y al dinero, las similitudes con prédicas evangélicas, etc.

Otro punto que acusa similitudes es el control del Poder Legislativo desde el Ejecutivo, ante la debilidad y falta de cohesión de la oposición, y el asalto casi de inmediato al Poder Judicial, pues generalmente, los populistas ven con desconfianza a los jueces y magistrados, como lo podemos ver en las declaraciones en ese sentido de Chávez, Donald Trump y López, y en los esfuerzos de todos ellos por colocar al Poder Judicial bajo su control. Como ya hemos visto anteriormente en este mismo espacio, en Venezuela ocurrió una especie de “golpe de Estado”, con la complicidad de los Poderes Legislativo y Judicial y de los electores mismos, que no acudieron a votar cuando se les convocó a hacerlo. En este último punto no hay correspondencia en México, pues no podemos comparar las consultas hechas en Venezuela, que al menos fueron a nivel nacional, con las consultas sobre el aeropuerto de Texcoco, la de Morelos y las asambleas con votación a mano levantada que ocurren como aparentes ocurrencias al calor de las circunstancias.

Otra diferencia es que, aunque ambos personajes (Chávez y López) hablaban de la necesidad de una nueva Constitución, no se ve como posible en las actuales condiciones que en México. Esto trajo como consecuencia que Chávez sí pudiese forzar el camino hacia un cambio de régimen: de uno democrático a uno no democrático.

Un detalle que nos debe mantener alertas es el papel de las fuerzas armadas venezolanas, cuya cúpula se convirtió en cómplice no sólo política, sino también económica, del nuevo régimen: participación en atractivos negocios, casi siempre ilegales, en torno a drogas, petróleo y distribución de alimentos. Esto es muy importante, pues las fuerzas armadas, como vimos hace unas semanas, se convirtieron en el principal escollo que impidió el triunfo de Juan Guaidó sobre Maduro. Aunque las fuerzas armadas mexicanas parecen mostrar un grado de institucionalización más fuerte que las venezolanas, es preocupante la preferencia de López por una de ellas, por el ejército, que ahora se convertirá en constructor de aeropuertos, carreteras, unidades habitacionales y lo que se vaya ofreciendo. Y en la columna vertebral de la Guardia Nacional (que, por cierto, se llama igual que la milicia fundada en Venezuela para apoyar al régimen no democrático: Guardia Nacional Bolivariana). Esto es muy peligroso.

Otro paralelismo es la tendencia hacia la centralización de decisiones y a socavar el federalismo, en un proceso paulatino de centralización del poder en favor del Presidente de la República. Los grandes perdedores: los municipios y los estados miembros de la federación.

Sin embargo, hay notables diferencias: en lo que atañe a la economía, la mexicana no está tan petrolizada como lo está la venezolana. El petróleo puso en manos del régimen chavista una enorme cantidad de recursos, que incluso le alcanzaban para apoyar a los gobiernos cubano, boliviano, nicaragüense, etc., además de que le posibilitaban repartir dádivas de todo tipo a la población propia, lo que aumentó mucho su clientela electoral. En México, PEMEX no da para tanto. Otra diferencia es que la sociedad civil mexicana parece estar más fuerte que lo que estuvo la venezolana al principio del régimen chavista. Aquí está una de las claves para la defensa de la democracia y de las libertades civiles. Una vez que el Poder Judicial pierda fuerza como contrapeso institucional, y en vista de la debilidad y complicidad de los partidos de oposición (véase al PRI votando ahora en contra de la reforma que había impulsado con Peña en materia educativa), sólo quedan algunos gobiernos locales y, sobre todo, la sociedad civil para hacer valer las libertades de un Estado de derecho.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP

Galerías