Desarrollo humano y social
Discurso de Agradecimiento por el Nombramiento de Profesor Emérito
15 mayo Por: Víctor Manuel Sánchez Steinpreis
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Agradezco muy sinceramente al Decanato de Ciencias Sociales de la UPAEP, institución que ha sido parte muy importante de mi vida profesional, la distinción que este día me hace al nombrarme Maestro Emérito.  Llegué aquí hace 25 años con muchas esperanzas y mi confianza puesta en Dios para continuar y seguir enriqueciendo lo que ya había realizado como Maestro en la Universidad Autónoma de Nuevo León, y en el Instituto Tecnológico de Monterrey desde 1970. Esta distinción académica me anima a reafirmar el espíritu de servicio que prometí desempeñar desde el primer día de labores como Director de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.

No vengo a cantar proezas porque no las tengo. Vengo a compartir con ustedes mi agradecimiento a Dios por haberme enriquecido con un conjunto de dones con los cuales desarrollar mi trabajo misionero en la Docencia para extender el Reino de su Evangelio.

Yo nací en una familia que me transmitió una herencia para que yo la trabajara, pero no una herencia de riquezas materiales. En mi cuna familiar aprendí los principios del sano combate en favor de la Verdad, del Bien y de la Belleza. Doy gracias a Dios por mis padres, esposa, hijos y nietos especialmente, por toda mi familia y amigos entrañables que fueron compañeros de camino.

En esta formación Dios me puso además maestros de vida y santidad. Con su ejemplo influyeron en el desarrollo de mi carácter. Incluso algunos con su heroico martirio me confirmaron la sabiduría del sacrificio unido al de Cristo: “Todo aquel que no carga su cruz y no me sigue, no puede ser mi discípulo”. (Mt. 10, 38) En cierta ocasión un alumno me dijo: -Profe, ¡cuánto cuesta la cruz!

Tenía yo 8 años de edad cuando conocí en el horizonte histórico el martirio del Venerable Cardenal József Mindszenty en Hungría. Esa tragedia de la Fe católica, me enseñó que el discípulo no puede ser mayor que el Maestro. 

Este episodio,  así como el bloqueo impuesto por Stalin a Berlín en 1948, y el estallido de la invasión comunista en Corea del Sur en 1950, sucesos que se comentaban en mi casa y de los cuales yo elaboraba, con recortes de periódicos, álbumes para seguir el desarrollo de los acontecimientos, me fueron enseñando la realidad del sistema comunista y cómo vislumbrar el futuro y la trascendencia de la Historia. Lo estudié años después en la Universidad con mi sabio maestro Luis Recasens, discípulo del gran visionario José Ortega y Gasset quien escribió: “Los dictadores amontonaron a los hombres en muchedumbres que han perdido su individualidad”.

De mis maestros lasallistas yo había aprendido el lema: “Esto vir”, Ser hombre. Cuando ingresé a la UNAM, mi apostolado en la prensa católica me fortaleció en esta conciencia de catolicismo militante.   Fueron los años en que no sólo combatí al castro-comunismo de Cuba y su actividad terrorista mundial, sino que me percaté que había otros enemigos aún más peligrosos contra la Fe y contra la Verdad: los Judas traidores en el interior de la Iglesia. El Papa San Paulo VI sufrió un atentado en su viaje a Filipinas (noviembre, 1970).  Cuando regresó al Vaticano exclamó: “Me siento el ser más insignificante de la Creación: una hormiga; voz que clama en el desierto”. Esta desolación la definió después el 29 de junio de 1972 en la Audiencia General en la Basílica de San Pedro: “El humo de Satanás penetró en el lugar santo y pudrió los frutos del Concilio”.

Desempeñe mi apostolado católico en la prensa y la radio, donde conocí a Manuel Díaz Cid y Fernando Rodríguez Concha. Los entrevisté en mi programa de XEN, Noticiero Universitario, en la Ciudad de México, en 1961. Ahí iniciamos una vinculación muy valiosa, cuando Puebla era teatro de una sangrienta agresión del comunismo contra el Catolicismo. Fueron los tiempos en que varios Obispos católicos mexicanos encabezaron la defensa de la Religión, y la defensa de la Patria. Su memoria integérrima está ahí en nuestros corazones porque nos siguen alentando: Cristianismo, Sí. Comunismo, No.
 
D. Octaviano Márquez y Toríz, D. Emilio Abascal Salmerón, D. José Salazar López, D. Alfonso Espino y Silva, D. Manuel Pío López, D. Francisco Orozco y Jiménez, Mons. Antonio López Aviña y San Rafael Guízar y Valencia.  Ellos siguen siendo nuestros maestros en el Catolicismo militante.
¿Y qué puedo decir de nuestro amado Papa, San Juan Pablo II? No está muerto, sigue vivo y diciéndonos: “No tengan miedo.  Abran las puertas de su corazón a Cristo…” ¡México siempre fiel!!!

Quiero compartirles que no sólo participé en una ocasión con mi esposa en la Eucaristía celebrada por él en su capilla privada, sino que tuvimos la oportunidad de platicar y aclamarlo en varias ocasiones. 
Pero cuando más lo admiramos fue cuando visitó a su fallido asesino en la cárcel de Rebibbia y ahí cara a cara nos dió ejemplo de cómo perdonar al ofensor.

Al haber concluido mis estudios de Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, me dediqué al Periodismo escrito y hablado en los medios de comunicación: El Sol de México, el Heraldo de México y radio XEX. Inicié también mi vida de docente en la Universidad La Salle.  Fueron caminos que me llevaron a viajar y a enriquecer mi experiencia.  Conocí a otros grandes maestros como Joaquín Navarro Vals quien decía de la Virgen de Guadalupe: tu Virgen es muy milagrera, y Valentina Alazraki, al Card. Carlo Confalonieri, quien trajo a México la Rosa de Oro y guardaba en su despacho recuerdos entrañables de esa visita a la Santísima Virgen de Guadalupe,  al P. Javier García en Roma, a Juan Vallet de Goytizolo, al Padre D. Bernardo Gómez Monsegú, en España, a Plinio Correa de Oliveira quien decía: Familia y tradición son base fundamental de una nación, en Brasil, Leonardo Castellani en Chile, Virgilio Filipo y Octavio Nicolás Derisi en Argentina y muchos otros que atesoro en mi corazón.

Es mi deber proclamar una segunda paternidad magisterial que la Providencia Divina puso en mi docencia UPAEP: mi amistad como discípulo de su Eminencia Reverendísima el Cardenal Paul Poupard.
Él nos enseñó: Que su cátedra salga del pizarrón y llegue a los corazones de sus alumnos. ¡Acérquense a ellos!  ¡Escúchenlos! ¡Platiquen! ¡Conviertan sus aulas en confesionarios! ¡Pongan así el Verbo Eterno en sus corazones!

Y hoy en que ya nadie habla de Pureza, de Castidad, de virtud, de respeto al cuerpo como templo vivo del Espíritu Santo, me tomo esta licencia final: mi admiración, mi cariño por Santa María Goretti, mártir de la Pureza a los 11 años de edad, cuyo ejemplo heroico siempre se los he puesto a todos mis alumnos.

Ellos también recordarán mis frases cotidianas:
Todos tenemos un precio. Mi vida por la Verdad.
Jóvenes ¿quieren casarse? o quieren puro linguili, linguili…? Si es esto último,  ¡van a fracasar!!!
Cuando tengas hijos: Presencia y Paciencia.
Tu principal empresa donde nadie te puede sustituir es TU MATRIMONIO Y TU FAMILIA. Aquí no hay medida suficiente. ¡Acomídete!!
¡No te cases con un pichicatero, no te cases con una pichicatera!
Te casas con él y con su familia, te casas con ella y con su familia.

He dedicado mi vida a enseñar Historia, Política, Comunicación, Sociología, pero siempre he pensado que estos consejos de vida les venían bien y en la pasada reunión del festejo de los 35 años de la Carrera de Comunicación aquí en UPAEP, ellos mismos al saludarme me lo confirmaron.

El ser maestro no ha sido para mí sólo una profesión, un quehacer, ha sido una vocación, un llamado que Dios me hizo y al cual he tratado de responder, siguiendo los pasos del Divino Maestro: Señor, ¿a quién vamos a ir, si solamente Tú tienes palabras de Vida Eterna? Son estas palabras las que han guiado mi vida.

Muchas gracias. 

LIC. VÍCTOR MANUEL SÁNCHEZ STEINPREIS

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