Si bien es pronto para evaluar los resultados de la política exterior del nuevo gobierno mexicano, algunas de las acciones internacionales hasta ahora ejecutadas constituyen indicios claros sobre las rutas estratégicas y criterios generales de toma de decisiones que prevalecen (y posiblemente prevalecerán) en la política exterior de los años por venir. En este sentido, ¿qué indica la posición de México ante el conflicto en Venezuela y el reciente incidente diplomático con España? A pesar de que ambas decisiones de política exterior parecieran incomprensibles y desconectadas entre sí, sostenemos que existe cierta racionalidad estratégica detrás de ellas conformada de cuatro características hasta ahora visibles.
Primera característica: Los símbolos por encima del derecho internacional y de la racionalidad diplomática. Cómo diversos especialistas lo han comentado, la forma de hacer política de AMLO es una que privilegia la ejecución de acciones simbólicas orientadas a producir réditos político-electorales, no importando que dichas acciones vayan en detrimento de racionalidades, económicas o inclusive jurídicas. Solamente así se puede entender la ejecución de acciones tan costosas como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la promesa de cancelar la reforma educativa o la energética del sexenio pasado o la de construir una refinería en Dos Bocas
Esta estrategia de política interna al parecer está siendo aplicada también en la política exterior. Con Venezuela por ejemplo, se privilegió la acción simbólica a través de respaldar implícitamente al régimen de N. Maduro quien encabeza un régimen anti-estadounidense e icónico para los seguidores del socialismo del siglo XXI, en detrimento de los compromisos jurídicos y diplomáticos con los derechos humanos y la democracia que México ha adquirido en las últimas décadas.
Por un lado, con base en la normatividad de protección a la democracia de la OEA, el estado mexicano tiene la obligación de reconocer a Juan Guaidó por contar con bases constitucionales para ser presidente interino. Por el otro, México, al romper con la posición conjunta del Grupo de Lima, ha quedado relegado como un país poco relevante en la conformación de coaliciones de países involucrados en la crisis venezolana, además de quedar como uno de los pocos países democráticos en el mundo que no condena al régimen autoritario venezolano.
En el asunto de España opera la misma lógica. Al exigir a la corona española redimirse por las atrocidades hechas en los tiempos de la conquista, AMLO apela a los añejos sentimientos de victimización nacional aún vivos en amplias capas sociales (y con ello no quiero decir que el colonialismo no haya tenido profundas implicaciones para el posterior desarrollo de nuestra sociedad, obvio que sí). Es decir, es una acción simbólica que puede invocar emociones y resentimientos al interior, pero que al mismo tiempo es absurda en términos políticos y jurídicos, además de problemática en términos diplomáticos por las siguientes razones.
Entre España y México existe un tratado de paz y amistad desde 1836 donde se acordó finiquitar los resentimientos históricos. Asimismo, el Rey Felipe de España no cuenta con la facultad legal para aceptar una responsabilidad sobre actos que el Estado español no cometió (los actos referidos en la misiva de AMLO refieren a los tiempos del Reino de Castilla). Y en tercer lugar porque esto inaugura tensiones con el principal aliado político y económico de México en Europa. Por mencionar un ejemplo, México es el principal receptor de inversión española en América Latina.
Segunda característica: una política exterior para consumo interno. Como su nombre lo dice, la política exterior es una serie de decisiones orientadas a influir en el contexto externo con el fin de resolver problemas nacionales o globales. En contraste las dos acciones de política exterior aquí referidas, tienen como objetivo primordial influir en el contexto doméstico.
Para el caso venezolano, ¿por qué México es el de los pocos países del continente que no ha reconocido a Juan Guadó? El objetivo de ello no es impactar en el exterior (p.ej. construir una alianza con el gobierno de Nicolás Maduro). Más bien esa decisión responde a una lógica interna. Los destinatarios de tal acción son algunos grupos de MORENA que perciben como un logro el hecho de que el Estado mexicano no le dé la espalda a uno de sus principales referentes regionales, a pesar de que dicha posición le genere costos políticos y diplomáticos al mandatario.
En el caso de España, dudo mucho que el verdadero destinatario del mensaje sea la Corona española. Ésta es sólo un medio para enviar un mensaje al interior y aprovechar la existencia de un colectivo mexicano que responde positivamente ante movimientos mediáticamente vistosos y estridentes del presidente. En este aspecto, me parece que los altos niveles de popularidad con los que cuenta el presidente mexicano reflejan, en el fondo, la existencia de una sociedad que no necesariamente pondera y contrasta los objetivos y metodologías del gobierno para cumplir su agenda, sino que privilegia más bien anuncios escandalosos y la retórica altamente emocional.
Característica tres: toma de decisiones unipersonales y sin consulta a los expertos. Para llevar a cabo una política exterior basada en acciones simbólicas y orientada a un auditorio interno, es fundamental hacer a un lado a los especialistas e inclusive a la burocracia encargada de la política exterior del país. En este aspecto, la carta a España claramente fue una decisión que no pasó por la evaluación de los especialistas en política internacional. Asimismo, las dos acciones de política exterior aquí referidas, dan pie a pensar que lejos de consultarlos, el presidente somete a sus funcionarios a la dinámica reactiva de componer y apagar los fuegos que el jefe de estado prende por sus arrebatos o por su estrategia de apelar a los símbolos y a la estridencia, a pesar de que ello sacrifique aspectos importantes de las relaciones internacionales de México.
Característica cuatro: política exterior poco eficiente. La estrategia de priorizar la articulación de símbolos y generar acciones de política exterior para consumo interno, puede ser efectiva en términos político-electorales pero a la larga de poco servirá para superar los retos y necesidades de México y de su región.
Ahí está el ejemplo de Donald Trump, quien a su estilo, ha priorizado dar golpes simbólicos en su política exterior con objetivos electorales (como comenzar una guerra comercial con China, denunciar el Acuerdo de París, amenazar con la cancelación del TLCAN), pero que al mismo tiempo son acciones que a mediano plazo tendrán efectos negativos en los bolsillos y en el bienestar general de sus ciudadanos. Considerando que México es un país altamente internacionalizado, es decir que su economía y sociedad depende fuertemente del contexto externo, me parece que la actual estrategia de política exterior que se vislumbra puede traer importantes daños colaterales.
Precisamente una de las máximas del pensamiento estratégico es no utilizar la misma estrategia para todos los frentes. En la nueva política exterior de México, la estrategia antes descrita no se aplica a rajatabla. Con respecto a los Estados Unidos, más que apelar a la entrega de trofeos simbólicos a clientelas internas, México ha implementado una estrategia de sigilo, de poca estridencia y de negociaciones en secreto. En próximas entregas nos referiremos a este otro flanco.
Dr. Derzu Daniel Ramírez
Profesor – Investigador
Escuela de Relaciones Internacionales
UPAEP
Desarrollo humano y social
Venezuela y el incidente con España: ¿Indicios de una estrategia de política exterior?
31 marzo Por: Daniel Ramírez Ortiz