En nuestra contribución para este espacio de hace unas semanas, hablábamos de las relaciones políticas, comerciales, financieras y militares que mantiene Venezuela con China y Rusia. Ambos países se han convertido en los principales soportes diplomáticos del régimen dictatorial venezolano, tanto por su aparente cercanía ideológica como, más seguro, por sus intereses compartidos. En el terreno militar, dichas relaciones son sumamente importantes, al grado de que han provocado ya un cierto desequilibrio en el norte de América del Sur. Veamos algunos detalles.
En los últimos diez años, se estima que Venezuela ha invertido en armamento (en su mayoría ruso y chino) alrededor de unos seis mil millones de dólares. Gran parte de estos gastos se realizan por medio de créditos concedidos por sus dos principales aliados y proveedores de equipo militar, a quienes paga de diversas maneras, la principal de las cuales son las exportaciones petrolíferas. De hecho, Brasil y Venezuela son los países en América del Sur con más efectivos en sus fuerzas armadas, con alrededor de 360 000. Les sigue Colombia con unos 250 000, mientras que el resto de los países sudamericanos ronda los 80 000 efectivos. Sin embargo, si calculamos el personal militar por cada 100 000 habitantes, Venezuela y Chile se ubican en los primeros lugares en gasto per cápita.
En el “Global Firepower Index” de 2018, que es un documento que proporciona una lista de la posición militar de 136 países del mundo a partir del empleo de 55 variables, Brasil se sitúa en el puesto 14, por lo cual es la principal potencia militar de América Latina. Argentina está en el puesto 37, Perú en el 42, Colombia en el 45, Venezuela en el 46 y Chile en el 58. Aunque no esté en Sudamérica, con fines de comparación anotemos que México está en el lugar 32. De estos países, Chile, Brasil, Perú, Venezuela y Colombia son los que más sistemas de armas importan. Y entre estas naciones están también las únicas que tienen, por ejemplo, aviones caza de última generación: Brasil adquirió los Saab Gripen NG (fabricados en Suecia); Chile emplea el F 16 estadounidense; Perú tiene MiG 29 rusos y Mirage 2000-5 franceses; Venezuela está armada con los modernos Sukhoi 30 MK2 rusos.
El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres ha externado su preocupación acerca de las características de algunas compras de sistemas de armas en Brasil y Venezuela: ¿estamos ante un proceso de rearme o se trata simplemente de un proceso normal de renovación de equipo y de capacidades militares? El tema es aún más delicado si recordamos que ambos países son vecinos. Un punto interesante y preocupante a la vez es que Venezuela ha adquirido en Rusia no solamente aviones de combate, sino también sistemas de misiles antibalísticos muy modernos: posee al menos 12 sistemas de largo alcance S 300 VM, 12 sistemas de alcance medio Buk M2E y 24 sistemas modernizados S-125 Pechora-2M. Esto convierte a Venezuela en el país con el sistema antiaéreo más sofisticado de toda Latinoamérica.
Hace unos días, durante las maniobras militares ordenadas por Nicolás Maduro como ejercicios de demostración de fuerza, bajo condiciones de fuego real, entró en acción, por ejemplo, el sistema de lanzacohetes BM-30 Smerch, de 300 mm, del Ejército. Además, un avión caza Sukhoi lanzó un misil antibuque TMC KH 31; la infantería de marina, por su parte, realizó maniobras anfibias con sus tanques ligeros Norinco VN 16, de fabricación china. El Comando de Defensa aeroespacial Integral hizo pruebas y demostraciones de todos sus sistemas de armas, desde los portátiles hasta los de largo alcance. Después de las maniobras, Maduro anunció ajustes en el equipamiento y en las estrategias de defensa, nombró expresamente a Colombia como una amenaza y habló de nuevas inversiones en armamento, de inmediato y para defenderse de quien sea, según sus propias palabras.
Una vez visto esto, uno podría pensar que efectivamente estamos ante una nueva carrera armamentista en América del Sur; sin embargo, estos datos acerca de Venezuela no son tan determinantes, pues los gastos en la región más o menos se han mantenido estables en los últimos años, lo cual no quiere decir que sean bajos: son demasiado altos para un subcontinente en donde no tienen lugar guerras entre Estados. Brasil sigue a la cabeza si consideramos el porcentaje del Producto Interno Bruto que se destina a las fuerzas armadas: gasta un 1.41%. Venezuela gasta menos: un 0.49%, y todo apunta a que no podrá incrementar ese gasto, a menos que la desesperación de Maduro aumente. Como comparación: México está en un 0.50% de su PIB, es decir, muy bajo. De todas maneras, no es bueno que haya disparidades regionales en materia de armamento, pues esas disparidades no son factor de estabilidad. Es por eso que resulta esencial buscar salidas consensuadas a la crisis venezolana, ya que las fuerzas armadas de ese país, por diversos motivos, siguen apoyando al régimen de Maduro, quien además está seguro de que Rusia y China no lo abandonarán a su suerte. Poco ayuda la actitud altanera, bravucona y altisonante de Donald Trump, pues exacerba la moral de la tropa venezolana para defenderse ante una eventual agresión estadounidense, le hace un flaco favor a la oposición al régimen, que no quiere exactamente un espaldarazo de Trump (es más útil y más digno el de la Unión Europea y sería más que bienvenido el de México, si no estuviéramos inmersos en la cuarta transformación).
En lo que toca al aspecto meramente militar, es importante recuperar el espíritu colectivo de seguridad regional, del cual todos los países se sientan igualmente corresponsables y busquen el entendimiento y la colaboración de las diferentes fuerzas armadas, en lugar de competir entre sí y de comprar armamento tan sofisticado que más bien parece un ejercicio de cómo pulir el ego y el prestigio propios. Es necesario buscar cómo reducir los riesgos y peligros de la volatilidad y de la confrontación militar, en un escenario internacional que parece estar en camino de encontrar nuevos equilibrios de poder global.
Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
Centro de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)
Desarrollo humano y social
Aspectos militares del problema venezolano
24 febrero Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo