Por: Gabriel Chantres Morales
Este año tuve la oportunidad de participar en la Peregrinación que realiza la UPAEP a la Basílica de Guadalupe. Fue mi tercera experiencia y, como siempre, valió la pena. Caminar por varias horas es un asunto que a muchos primerizos les podría parecer muy pesado, pero estar en contacto con la naturaleza y platicar con maestros y compañeros hace que te esfuerces por llegar al objetivo.
La peregrinación consiste en ir a pie al encuentro de la Virgen de Guadalupe, la cual nos espera en su Santuario. La gente que participa como caminante aprovecha para rezar el Rosario y cantar canciones con los demás. El ambiente que se vive es de fraternidad, unión, amistad y amor. Cuando alguien se cansa los ánimos y las porras mutuas hacen que la meta parezca cada vez más cercana, y si no conoces a nadie, es una gran oportunidad para hacer amigos e intercambiar experiencias.
El esfuerzo físico en la Peregrinación se puede ofrecer por diversas causas, ya sea para dar gracias por lo que se tiene o hacer humildemente alguna petición. Además, algo que se valora mucho al momento de caminar es observar los paisajes, el silencio y la paz que rodea a los caminantes. El cielo estrellado que se aprecia a la hora de ir a dormir es algo invaluable y queda en la memoria por siempre. Todo este conjunto de experiencias hace que el participante se reencuentre consigo mismo y ponga a prueba sus límites.
Una de las cosas que más me gustó es acabar el día con una fogata. Ahí abundaron las risas, la charla y los recuerdos compartidos con amigos. Justo en ese momento valoras lo que tienes en tu vida diaria como una casa, comida y salud. En esos instantes estás a la merced del implacable frío y el acecho de la noche, pero en compañía de los demás eso pasa a un segundo plano.
Al despertar, al siguiente día, te das cuenta de que el ánimo no ha decaído y que la meta está muy cerca. Una vez que observas la Basílica se te olvida el cansancio y redoblas el esfuerzo.
A pesar del transcurrir de los años siempre recordarás las risas, las anécdotas vividas y las amistades que se crearon o que se fortalecieron mientras caminabas.
Mi motivación para regresar cada año es agradecer por lo que tengo y por los amigos que, a pesar de la inexperiencia, se animaron a acompañarme y a platicar conmigo. Si tú, querido lector, has tenido curiosidad por saber qué se vive en la peregrinación de la UPAEP a la Basílica, ¡asiste!, no te arrepentirás, lleva a tus amigos y aprendan qué significa ser peregrinos.