Con un chaleco salvavidas en la mano, Francisco quiso explicar su preocupación primera. Cuando recibió a los sacerdotes Fabio Baggio y Michael Czerny, les entregó ese trozo de plástico color naranja y exclamó: «Si los migrantes mueren, ¿de qué política hablamos?». Desde entonces, aquella prenda se convirtió en el icono de una emergencia humanitaria mundial, que angustia cada día al Papa. Por eso, el Vaticano apostó con decisión por los Pactos Globales de Migrantes y Refugiados, que atraviesan estos días sus horas cruciales.
Desde enero de 2017, Jorge Mario Bergoglio es el responsable único y directo de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano. Una decisión sugestiva y atípica. Como sus principales colaboradores en la materia eligió a Baggio y Czerny, nombrándolos subsecretarios. A partir de entonces, ellos son su voz y sus manos.
«Para el Papa Francisco el tema de fondo es el mundo dividido entre los ricos siempre más ricos y los pobres siempre más pobres. Es una falta de solidaridad real para el crecimiento de todos. En esto entran los migrantes, que pertenecen a un mundo y tratan de ir a otro mundo. Es la prueba de las asimetrías y las desigualdades que se están institucionalizando cada día más. Ellos son el grito de los pobres que dicen: “aquí estamos, no se olviden de nosotros”», explica Baggio en entrevista con Alfa y Omega.
Sentado frente a un sobrio escritorio, en su oficina ubicada en el segundo piso del palacio vaticano de San Calisto (en el corazón del barrio romano de Trastévere), y hablando un perfecto español de acento sudamericano, el padre Fabio justifica un cierto cambio de tono que, en los últimos meses, se ha verificado en el discurso del Papa sobre la migración.
Para hacerlo, cuenta la anécdota del salvavidas, colocado en una vitrina situada a pocos pasos de su despacho como icono silencioso. Afirma que, en la pastoral, existen diferentes momentos: el primero es la emergencia, luego queda tiempo para la acción a mediano y largo plazo. Por eso, sigue, ante un naufragio o personas esclavizadas, no resta otra cosa que abrir las puertas. Punto.
«Cuando nos dio el salvavidas, el Papa nos dijo: “Hay que salvar vidas porque si las personas mueren, ¿de qué política estamos hablando?”. ¿Qué podemos hacer si las personas ya no existen más?», insiste el sacerdote. Pero, al mismo tiempo, aclara que no se trata de una acogida indiscriminada y «buenista». Porque inmediatamente hay que preguntarse: «¿Qué vamos a hacer con esas vidas? ¿Dónde las vamos a ubicar? ¿Qué tipo de integración se les podrá dar?».
Matices en el discurso del Papa
Más adelante Baggio reconoce tácitamente que el Pontífice, en los últimos meses, ha querido matizar su discurso. No ha dejado de hablar sobre la urgencia de la acogida pero también ha defendido la necesidad de organizar los flujos según las leyes y las políticas de los gobiernos, con valentía pero con prudencia.
Según el sacerdote, se ha hecho necesario especificar la «tipología del mensaje» porque, con una mirada reduccionista, «la gente simplemente tomaba o rechazaba» lo que se decía, sin reflexionar demasiado. «No es un tema que se puede atender desde las vísceras, hay que pensar realmente en los hermanos y las hermanas que golpean la puerta. Pero se trata de una reflexión basada en los documentos ya producidos por la misma Iglesia desde hace muchos años y que el Papa conoce perfectamente, porque ya los aplicaba desde su tiempo en Buenos Aires», abunda.
De todas manera, anticipa que Francisco continuará realizando una llamada incisiva ante la emergencia, apelando al cuestionamiento bíblico: «¿Dónde está tu hermano?». Una pregunta que vale no solo para la migración. «Cuántas veces el Papa ha hablado de los niños no nacidos, de los ancianos, los enfermos, de los presos, de personas con discapacidad. Pero parece que el tema de la migración, por ser un asunto político divisivo en la agenda de hoy, capta toda la atención», constata.
Apoyo a los Pactos Globales
El subsecretario vaticano atribuye a lo «candente» de ese tema la altísima atención brindada en los últimos meses por la opinión pública mundial a los Pactos Globales sobre Refugiados y sobre Migración. Se trata de dos acuerdos distintos. El primero acaba de ser presentado en el seno de las Naciones Unidas y en los próximos meses los países miembros deberán adoptarlo formalmente. El segundo será suscrito en una conferencia intergubernamental prevista para los días 10 y 11 de diciembre próximos en Marrakech, en el reino de Marruecos.
Para las negociaciones de estos acuerdos, la Santa Sede presentó un documento de 20 puntos para considerar como parte de su posición oficial. Cuando le preguntaron al Papa cuál de esos aspectos deseaba subrayar con más fuerza, él contestó categórico: «Me interesan los 20, todos deberían ser incluidos». La lista pide la institución de canales seguros para proteger la vida de los migrantes, sugiere a los gobiernos evitar expulsiones arbitrarias o de masa, además de solicitar atención especial a las repatriaciones voluntarias y al derecho a la reunificación familiar.
«Entre los 25 elementos del Pacto de Migrantes estimamos que unos 18 mencionan indirectamente o tienen el esquema de nuestros puntos», precisa Baggio. Aunque reconoce que no todas las propuestas vaticanas han sido tomadas en cuenta, porque algunas «pueden ser más conflictivas o generar discusión» con los otros países, que tienen similares objetivos pero los consideran de manera distinta.
«Nos hubiese gustado ver más claro el compromiso por la no detención de niños. En el pacto se habla de buscar todas las formas posible para no detenerlos, pero no se excluyen esas alternativas. Nos hubiese gustado ver una declaración que diga que la persona humana, más allá de su estatus migratorio, sigue siendo persona. Ahí se reclaman derechos fundamentales para los migrantes aunque se encuentren en situación irregular, pero no es lo mismo», reseña.
Más allá de las diferencias, se muestra satisfecho de los avances logrados y anticipa que, en Marrakech, la gran mayoría de los países firmarán la convención. Sobre todo porque el acuerdo no es vinculante: los gobiernos podrán suscribirlo sin verse obligados a cambiar sus legislaciones internas para cumplirlo. «Nos sorprende toda esta atención enorme sobre un documento no vinculante, significa que el tema es muy importante», insiste.
Las adhesiones se darán sin importar el anuncio, ya meses atrás, de la retirada de Estados Unidos de las conversaciones. «Cuando salió la noticia de que se retiraba pensamos que se iba a dar un efecto dominó y que algunos países, siguiendo su ejemplo y por varias conexiones políticas, iban a retirarse también. Esto no ha pasado, todo el mundo siguió dialogando, con sus reservas y hasta el momento siguen en las conversaciones, incluso Australia, que en agosto manifestó muchas dudas», abunda.
Y se muestra sorprendido por el resultado: «Si se retira un Estado, al final no cambia nada». Y destaca que tampoco Estados Unidos buscó presionar a los demás países para que se retirasen. «Si miro hoy al mundo no veo en este campo particular la superpotencia que veía en el pasado», afirma.
Hacia el futuro, identifica algunos desafíos concretos. El Pacto sobre Migración se firmará en una ceremonia a la cual acudirán diversos jefes de Estado. Pero lo importante vendrá después. Será la ocasión para que la Iglesia católica en cada país se reúna con actores políticos y de la sociedad civil para encontrar juntos los modos de aplicación de ese acuerdo.
Por lo pronto, ya 50 conferencias episcopales del mundo han abierto diálogos con los gobiernos de sus respectivos países sobre este asunto. Iniciativas que serán reforzadas y que incluyen también a la Santa Sede. Como el mismo sacerdote apunta: «Debo confesar que algunos gobiernos ya se acercaron con nosotros. Aunque sea de manera informal, demostraron su interés en el después. Eso significa que algunos países lo están tomando muy en serio, significa que está teniendo un peso. Es claro que hoy en día, en materia de migración, un Estado no puede hacerse cargo de todo».
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano