Desarrollo humano y social
De las montañas a piadosos guerreros
30 septiembre Por: David Sánchez Sánchez
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De las montañas a piadosos guerreros
HOC SIGNO VINCITUR

Un millón de monedas de 30 euros no son suficientes para conmemorar el 1.300 aniversario del Reino de Asturias. ¿Quizás dos millones o quinientos? No. El estudio arqueológico e histórico de rigor financiado con fondos públicos y donde no caigan a los bolsillos de dos académicos pactados sino a la formación de una Academia de investigadores con estudios actualizados es la solución. Los ¨cotos de caza¨ deben de dejar paso al rigor. Las trasformaciones entre finales del s.VII y el s.IX no pueden ser entendidas sin remontarnos a cronologías anteriores. No podemos cercar lo que fue una continuidad.

La rebelión de Pelayo en el 718 dio comienzo a una de las etapas más importantes en el territorio peninsular que terminaría por ser Imperio. ¿Pero cómo eran quiénes lucharon en sus tropas?

Como cita el riguroso investigador y amigo Francisco José Borge Cordovilla, del cual recomendamos la excelsa investigación realizada en ¨http://www.mirabiliaovetensia.com/¨, podemos tener en los Beatos más antiguos, como el de Escalada o el de Tábara una idea de las tropas en combate. El aspecto de los jinetes e infantes del s.X fue plasmada en el Beato de San Miguel de la Escalada, obra de Magius (958-972). La copia de dichos Beatos reproducen los modelos más parecidos a modelos reales de época junto a idealizaciones de época. Cordovilla nos presenta la propuesta de que cuando la obra no depende de modelos anteriores, como en el Liber Testamentorum, de mediados del XII, aparece un tratamiento plenamente románico de los ropajes y diferente armamento, como el scutum franco. Para el investigador en esta obra, Pelayo obispo (no confundir con Pelayo prínceps), ordena la ejecución de las iluminaciones figurativa con intención historicista, aunque con un léxico románico, más evidente en el tratamiento de los ropajes.

Podemos observar que en todas estas representaciones destaca la ausencia de elementos metálicos de protección de cuerpo a rostro. Los escudos y arcos coinciden con el Beato de Escalada. Otras referencias las podemos encontrar en el Beato de Liébana S. XI [ca. 1047] y en el Beato de Valcavado, Los Jinetes del Apocalipsis (950). Un peón del s.XI podemos reconocerlo en el Beato de Fernando I con su característico escudo redondo con representación gráfica de tradición antigua. Los arqueros a caballo comparten el mismo escudo con sus característicos arcos. Dichos escudos aparecen representados en la ¨Visión del Cordero sobre el monte Sión¨ del Beato de Liébana, códice de Fernando I y doña Sancha.

Seguramente un grito de llamada el combate, que terminaría quizás en el conocido «HOC SIGNO TVETVR PIVS - HOC SIGNO VINCITVR INIMICVS» (Con este emblema se defiende al piadoso - Con este emblema se vence al enemigo), retumbó en un valle.

Fueron benditos asaltantes de caminos, más que un ejército profesional, que en una guerra de guerrillas, se enfrentaron, con la orografía a favor, contra un enemigo superior en lo militar que desde el 718 terminaría siendo derrotado de forma definitiva el 2 de enero de 1492. Fueron 774 años de caminos y huellas en el polvo, de espadas y relinchos, donde gloriosa debió ser aquella caballería inicial astur más parecida a un grupo de asaltantes de montañas mal equipados y limitados que a équites pero que pronto en su iconografía, por su victoria, pasarían a ser paladines de la Ciudad de Dios en la tierra y recordados en la Historia por la hazaña que nunca olvidaremos.

Mtro. David Sánchez Sánchez
Director Académico de la Maestría en Estudios Históricos

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