Desarrollo humano y social
Los políticos son esclavos de sus palabras
27 agosto Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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El largo, muy largo periodo de transición en México, es decir, ese tiempo que discurre entre el 1° de Julio y la toma de posesión del candidato triunfador provoca un escenario muy interesante y de muchas expectativas, dudas y especulaciones. Si el Presidente en funciones es una figura fuerte y con personalidad, sigue siendo noticia y sus obras se notan. Si, por el contrario, no se caracteriza por dichos atributos y su candidato perdió las elecciones por enormes márgenes frente al triunfador –lo que ocurrió en la jornada electoral de este año-, veremos a un personaje apagado y por el que ya nadie muestra el menor interés. Así, en estos días vemos a un Presidente electo muy crecido no solamente porque ganó de forma apabullante, sino también porque el Presidente en funciones se ha mantenido un poco en la sombra, voluntaria e involuntariamente.

Aquí es importante señalar algo que sale a relucir una vez que desaparece el fragor de la campaña: el candidato triunfador es ya prácticamente el único que habla, pues sus otrora rivales han desaparecido del mapa político. Pero hay algo con lo que el vencedor debe confrontarse ahora: con sus promesas de campaña. Y en ello podemos adivinar un poco cuál podrá ser el estilo personal de gobernar del próximo mandatario. Desafortunadamente, veo que algunos temores empiezan a cobrar forma: no veo, en muchas de las decisiones que ha tomado el Presidente electo, que se base en estudios técnicos serios y en los conocimientos sustentados por expertos en las diferentes materias que se discuten cotidianamente. Ya en este espacio hemos comentado algunas pifias de su equipo de trabajo y de él mismo en materia de seguridad. Decíamos que lamentablemente parecían no ser las únicas. Veamos algunas joyas más.

Posiblemente sea el tema del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM, aunque técnicamente no esté en la CDMX) el que más revuelo ha causado y en el que se nota más cómo pueden pesar las palabras dichas a la ligera debido al calor de la lucha electoral, una vez que volvemos a la calma de la victoria. ¿Por qué no primero escuchar a los expertos y encargar estudios técnicos, antes de abrir la boca? ¿Es cosa fácil desdeñar los cien mil millones de pesos que se han invertido en la construcción del NAICM, más el crédito contratado? Esto quiere decir que, en caso de abandonar el proyecto, habría que pagar alrededor de doscientos cincuenta mil millones de pesos. ¿Y si simplemente el Presidente electo y sus colaboradores se hubiesen preguntado por qué, durante el desfile militar de cada 16 de Septiembre, el Aeropuerto Internacional de México debe suspender operaciones? La respuesta, harto sencilla: porque aeronáuticamente es inviable que funcione al mismo tiempo que la Base Aérea de Santa Lucía, debido a la interferencia en el flujo de aviones. Si la corporación MITRE, que es la que internacionalmente certifica a los aeropuertos, ha expresado que la propuesta de utilizar al aeropuerto militar en lugar de continuar con la construcción del NAICM es totalmente inviable, seguramente no dará su certificación, por lo que no se podría poner en marcha tan disparatado proyecto. Además, y eso lo expresó el futuro Secretario de Comunicaciones y Transportes, en el proyecto para ampliar Santa Lucía (alrededor de setenta mil millones de pesos) no está contemplado el gasto para reubicar a la base aérea. O sea, habría que ampliar el aeropuerto militar existente para acondicionarlo para vuelos civiles, y además reubicar la principal base aérea del país. ¿No sería más sencillo terminar el que ya está en obra, avalada por cierto por MITRE? Esto no excluye, por supuesto, que se revisen con lupa los contratos y las licitaciones y que la construcción y funcionamiento del aeropuerto puedan concesionarse a empresas privadas. Y las cerezas del pastel: se hará una consulta popular para decidir sobre el tema y se contratará a un grupo de expertos chilenos (que ahora resulta que son más de fiar que MITRE) para que emitan un dictamen.

Creo que es esencial que el Presidente electo y su equipo de trabajo se den cuenta de una buena vez que ya no están en la campaña, que ahora están preparando el camino para asumir el gobierno de un país que se cuenta entre los más importantes del mundo desde el punto de vista económico, político y cultural. Ya no están presionados para soltar cualquier ocurrencia en la plaza pública, rodeados de sus fieles. Tienen que saber distinguir entre propuestas ciertamente “inofensivas”, como convertir a Los Pinos en un centro cultural, y decisiones más profundas: una vez que transformen en centro cultural a la actual residencia oficial, ¿en dónde colocarán el enorme aparato logístico, de gobierno, de asesoría y de inteligencia que rodea la labor de un mandatario? ¿En Palacio Nacional? No cabe…

¿Confiará su seguridad personal a un grupo de aficionados, en lugar de aprovechar la enorme experiencia del Estado Mayor Presidencial? Como dice Alfonso Zárate: esto no es solamente un desatino: es una grave irresponsabilidad. El ciudadano Andrés Manuel López Obrador quizá no tenga enemigos, pero un primer mandatario sí puede tenerlos o ganárselos. El pueblo no puede cuidar a sus mesías. Mahatma Gandhi (India), Olof Palme (Noruega), Jorge E. Gaytán (Colombia) –por nombrar a algunos- fueron asesinados, con lo que se desató una crisis política en cada uno de esos países. La seguridad del Presidente, de su familia y de sus colaboradores más cercanos no es un tema personal o privado: es de seguridad nacional. ¿Algún día lo entenderán? Nuevamente lo afirmo, cada vez más convencido: nos acercamos a un sexenio en el que privarán las ocurrencias, las indefiniciones y las contradicciones. ¿Así pretenden gobernar?

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