Generalmente, los candidatos en una contienda electoral, al calor de la campaña, suelen decir cosas que después tienen que corregir. Esto forma parte de la naturaleza humana, pues pensemos simplemente en que, cuando alguien anda pretendiendo a una muchacha, finge uno ser alguien diferente, en mayor o menor medida, de lo que uno es en realidad, todo con el fin de convencerla. Como muchas veces las promesas de campaña o las ocurrencias se espetan en un discurso placero o en una entrevista banquetera, no se tiene siempre la oportunidad de pensar bien en lo que se dice. Por eso vemos que, después de la campaña, el triunfador empieza a matizar esas ocurrencias malhadadas. Ya lo decía el estadista prusiano Otto von Bismarck (1815-1989): “Nunca se dicen tantas mentiras como antes de las elecciones, durante la guerra y después de una cacería”.
Así, hemos visto en los últimos días que el candidato ganador a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, se ha separado un poco de algunas de sus promesas: ya no habla de bajar el precio de las gasolinas, sino de que el precio de estas se mantendrá y que sólo se moverá con la inflación. En otros puntos, por ejemplo en el tema de las refinerías que pretende construir, sigue en lo que dijo: que se van a construir dos. Ignoro si tendrá en sus manos algunos estudios técnicos de viabilidad y pertinencia de tan costosos proyectos.
En el tema de la seguridad, al parecer el más sensible para la mayoría de los mexicanos, al parecer no ha tenido a alguien cercano que le instruya en la diferenciación del discurso de campaña y el discurso de un futuro presidente. O quizá, como ocurre con los líderes carismáticos, no hace caso de lo que le dicen sus colaboradores. Por lo que alcanzo a ver, este es uno de los rubros que menos conoce el candidato triunfador. El problema, empero, no radica en no saber, sino en no darse cuenta de que uno no puede saberlo todo, por lo que hay que recurrir a los expertos. Veamos algunos ejemplos.
Como ya hemos comentado en este espacio desde hace algunos meses, la Armada de México se encuentra en un momento muy importante de su desarrollo en lo que se refiere a la construcción de fragatas modernas y a la medida para las necesidades del país. Se trata del proyecto para construir una serie de Patrulleras Oceánicas de Largo Alcance (POLA), en colaboración con la empresa holandesa Damen Shipyards. Para equipar a estas modernísimas fragatas con el imprescindible helicóptero embarcado, se buscó el helicóptero MH60R, de construcción estadounidense, uno de los más modernos del mundo. Ahora que ya se tiene la aprobación del Congreso de Estados Unidos para realizar la operación, López Obrador ha anunciado que la cancelará, porque no va de acuerdo a su política de austeridad. No dijo ni una palabra acerca de si ya consultó el caso con los mandos navales o con otros expertos. Simplemente habla de políticas de austeridad. Así que tendremos fragatas muy caras pero incompletas, porque el helicóptero es, para ese tipo de buques, imprescindible. Eso sí que es un desperdicio de dinero; además, ese presupuesto ya estaba aprobado y contemplado.
Algo similar vemos con su ocurrencia de la “Guardia Nacional”, aunque al parecer ya se dio cuenta de que un cuerpo con ese nombre no es una ensalada gigantesca de marinos, soldados, pilotos y policías, sino algo diferente. En muchos países, la guardia nacional es o ha sido un cuerpo de voluntarios o reservistas, que acuden en caso de necesidad a auxiliar a las instituciones o a la población. En los casos que conocemos (Venezuela, El Salvador, España, Estados Unidos), este cuerpo no ha sido conformado como lo que propuso López Obrador. Esperemos que esa guardia nacional que organice el nuevo gobierno federal no acabe siendo como la gendarmería de Peña Nieto: algo incomprensible y superfluo que yo, tan limitado de entendederas, nunca comprendí. Ciertamente, la Constitución federal contempla la figura de la Guardia Nacional (obviamente, siguiendo el modelo de Estados Unidos como una fuerza de reserva bajo el mando de los gobiernos de los estados), pero esta nunca se ha instituido y no existe ni siquiera una ley orgánica al respecto. Al parecer, la nueva propuesta sobre un cuerpo con ese nombre se refiere a un agrupamiento que se compondrá con policías militares. O sea, que no es lo que el modelo que sirvió de inspiración a la Constitución designa como guardia nacional: una fuerza de reservistas en cada estado de la Unión.
Es también preocupante que la persona que ha sido ya anunciada como el futuro Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo Montaño, no tenga experiencia alguna en temas de seguridad. Esto se puede ver, por ejemplo, en sus comentarios sobre los cuerpos policiales en México. Durazo afirma que en unos tres años se verán los resultados de la mejor capacitación de los policías en México, de tal manera que ya se podrá mandar paulatinamente a los militares a sus cuarteles. Esto es lo que se viene diciendo y deseando desde hace años. Es cierto que hace falta capacitarlos, pero lo primero que debemos saber es cuántos policías hay en el país, y lo que sabemos es que tenemos mucho menos de los que necesitamos, como ha demostrado Alejandro Hope. Formar policías es esencial, pero el inmenso problema de que falten policías capacitados y bien formados (es decir: cantidad y calidad) no se resolverá en tres años, sino en décadas. Bueno es que se comience con esta tarea; malo es, sin embargo, que se prometan metas irrealizables. Todavía tardará mucho para que los militares puedan comenzar a regresar a sus tareas eminentemente castrenses.
Otro punto en el que se ve la falta de conocimiento y experiencia en temas de seguridad por parte del candidato ganador y de su equipo es la afirmación de que la regulación de ciertas drogas y la substitución de plantíos (por ejemplo, de amapola) por otro tipo de cultivos (como el maíz u otros) disminuirán la violencia. Guerrero es un ejemplo de que esto no forzosamente es así, pues, ante la caída sensible del precio de la goma de opio, los delincuentes simplemente se mudan a otros delitos: el secuestro, la extorsión o el secuestro.
Desafortunadamente, los rosáceos sueños de la campaña se decoloran ante la terca y obscura realidad del gobierno.
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Centro de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)