A un par de días de la jornada electoral más abultada de nuestra historia, vale la pena reflexionar sobre lo que nos aguarda una vez que pase el 1° de Julio.
Pase lo que pase, gane quien gane, tenemos que pensar y repensar qué estamos haciendo por este país. En algo nos hemos equivocado, puesto que los grandes problemas nacionales siguen sin resolverse. Es cierto que estamos mejor en muchos aspectos si nos comparamos con el México que emergió del periodo revolucionario: la esperanza de vida es mayor, las condiciones de salubridad son en general mejores, las instituciones son más sólidas, la estabilidad política es una realidad, etc., pero seguimos siendo un país de enormes y groseras diferencias socioculturales y socioeconómicas, Las disparidades se presentan entre personas, entre grupos, entre regiones, y se reflejan en la educación, en las oportunidades, en las condiciones cotidianas de vida. Pero la lucha contra esas inadmisibles condiciones no debe librarse por venganza, enojo o hartazgo, sino por justicia y por amor al prójimo. Lo primero que debemos buscar es la justicia, después viene la caridad. Decía don Manuel Gómez Morin que lo que no debemos tolerar es el dolor que unos hombres causan a otros hombres, y contra ese precisamente debemos luchar: contra las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales que provocan ese dolor y esas injusticias. Desafortunadamente esas estructuras no son nuevas, sino añejas, lo cual hace aún más complicada la lucha para desmontarlas y transformarlas.
También debemos pensar en que nuestro federalismo está bastante maltrecho, pues somos federalistas de labios para afuera, pero de profunda raigambre centralista. Queremos ser federales, pero sin las “desventajas” del federalismo, como lo son las elecciones en diferentes momentos en cada entidad federativa. En lugar de ello hemos homologado elecciones, tal como se hace en los países unitarios como Francia, Colombia, Chile o Italia, con el nefasto resultado de que este 1° de Julio votaremos por una cantidad insólita de candidatos, pues en los países federales hay más instancias de decisión que en los unitarios. Tomemos en cuenta, por ejemplo, que allá no existe el nivel estadual de gobierno (es decir, no hay congresos locales ni gobernadores electos) y a veces tampoco hay senadores. ¿Qué harán los ciudadanos ante tal cantidad de boletas electorales? Probablemente no harán uso del voto diferenciado, sino que votarán por un mismo partido en todo. Esto, al menos, es una probabilidad que acarrearía graves daños, pues no contribuiría a la formación de pesos y contrapesos fuertes y funcionales.
Otra tarea referente al federalismo se antoja igualmente difícil: vigilar y controlar el gasto –que ha sido sumamente desordenado y dispendioso- de las entidades federativas pero sin vulnerar su autonomía. Y es que es muy cómodo ser autónomo cuando se es corrupto. En México, esa autonomía incluso se nombra, equivocadamente, con un vocablo de nivel superior: “soberanía”. Soberanos son el pueblo y el Estado mexicanos, no las entidades federativas.
Pero quizá la tarea más urgente sea una reconversión individual, una reflexión personal que nos lleve a ser mejores ciudadanos, mejores personas para que como consecuencia lleguemos a tener una mejor sociedad. Esto es aún más relevante ante la muy elevada probabilidad de que Andrés Manuel López Obrador se convierta en el próximo Presidente de la República, pues no se ha cansado de decir que desconfía de “eso que llaman sociedad civil”. Precisamente, ante la desconfianza que los regímenes autoritarios le tienen en general a las fuerzas de la sociedad civil es que debemos, como institución de educación superior, no solamente estar alertas, sino atender con decisión la tarea de fortalecer las relaciones con otras instituciones no estatales que nos permitan influir con mayor fuerza en la formación de una conciencia cívica orientada por valores que apoyen a la democracia y al Estado de derecho. La UPAEP es heredera de una riquísima tradición católica que pone en nuestras manos una enorme responsabilidad. No solamente realizamos labores de docencia, investigación y vinculación, sino que pretendemos hacerlo desde la visión y perspectiva de los valores de la cultura occidental cristiana. Además, en la UPAEP el estudiante no es un cliente ni el profesor un empleado, sino que somos todos parte de una comunidad académica que busca imprimir el sello de la universidad en todo lo que se hace y se emprende, contribuyendo a la formación de ciudadanos responsables. Hablamos de ciudadanos que sepan, además de ejercer y reclamar sus derechos, ser conscientes de sus obligaciones y deberes.
Los movimientos populistas en todo el mundo han crecido debido a que han sabido canalizar el descontento frente a los sistemas políticos y económicos de la globalización y de las realidades nacionales con mucha eficacia, pero proponiendo salidas inviables, simplistas e injustas. Un factor importante en esta acción exitosa ha sido la falta de información y de formación cívica de la gente, ya sea en la Inglaterra de Boris Johnson, en la Italia de Giuseppe Conte, en Austria con Sebastian Kurz o en Estados Unidos con Donald Trump. El populismo y la irresponsabilidad no son monopolio de los países latinoamericanos. Tenemos, por lo tanto, que contribuir con más decisión y tino en la formación de verdaderos ciudadanos, formados e informados. Cierto es que luchamos contra la corriente, en un mundo que cada vez lee menos y que pretende, sin embargo, saber más de lo que sabe, sobre todo de materias tan complejas como la economía y la política. Tenía razón el autor anónimo de la frase atribuida erróneamente a Santa Teresa de Jesús: “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”.
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Centro de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)