“Cuando en mis años mozos iba a dar charlas de orientación profesional a los alumnos de los últimos cursos de la preparatoria y a los padres, la pregunta para todas las profesiones era “pero, ¿cuánto se gana, con cuál se gana más?”. Entonces todas las profesiones dan lo mismo, porque lo que les distingue es cuánto se gana, pero no qué bien interno proporcionan. Luego todos decimos que estamos en un tiempo en que hay que reclamar el derecho a la diferencia, que tiene que haber diferencias entre unas cosas u otras. Las actividades profesionales son diferentes, proporcionan distintos bienes internos, y es matar la vida el asemejarlas de tal manera que lo único que preocupe en todas sea el dinero, el prestigio o el poder”.
Adela Cortina. Ética de la universidad y de las profesiones.
(https://www.elsotano.com/libro-etica-para-las-profesiones-del-siglo-xxi-10317090)
Seguramente hemos escuchado esta pregunta muchas veces, tal vez incluso la hayamos formulado nosotros. Cada vez que un joven estudiante de bachillerato, nuestro alumno, nuestro sobrino o amigo, nuestro propio hijo o hija responden al cuestionamiento acerca de qué profesión están pensando estudiar con alguna opción que tenga que ver con carreras que no estén en un buen lugar en el ranking salarial según los criterios del mercado, la reacción casi inmediata es preguntar: ¿Y de qué vas a vivir?
¿Y de qué vas a vivir si estudias Filosofía, Sociología, Pedagogía o Educación, Humanidades, Literatura, Historia…? Esta es la pregunta que surge con muy buena intención, porque sin duda nos preocupa el futuro de ese estudiante, sobrino, amigo, hijo o hija y queremos que considere en su decisión profesional un camino que le proporcione condiciones materiales suficientes para una vida digna.
Sin embargo habría que reflexionar seriamente si esta pregunta es la única que hay que hacer a un joven que está por definir su futuro profesional, si es incluso la principal que debe responderse para tomar una adecuada decisión sobre aquello a lo que quiere dedicar su vida.
Porque la elección de carrera –aún en una sociedad como la nuestra en la que cada vez menos profesionistas se dedican a aquello que estudiaron- es una de las decisiones más importantes en la vida de una persona y esta decisión se tiene que tomar a una edad bastante temprana, por lo que requiere de una adecuada orientación y un proceso sólido y complejo que vaya más allá de los ingresos que pueden obtenerse con determinada actividad.
Aunque parezca extraño, se trata de una decisión de carácter ético, más que de carácter meramente económico.
Porque como dice Adela Cortina, lo que diferencia a una profesión de otra es el bien interno que proporcionan a la sociedad y la distinción entre una actividad profesional y otra se pierde por completo cuando el criterio es simplemente en qué profesión se gana más.
Cortina y otros autores que trabajan la ética profesional plantean que las profesiones tienen una razón de ser que se expresa en el bien que proporcionan a la sociedad, es decir, en el bien interno de cada actividad. Para indagar cuál es el bien interno de una profesión podemos preguntarnos: ¿De qué se perdería la sociedad si no hubiera X profesionistas?
Por ejemplo, la Medicina proporciona a la sociedad una atención sistemática y científica a la salud de los ciudadanos. Si no hubiera médicos, la sociedad se perdería de este cuidado organizado y profesional de la salud comunitaria. Ninguna otra profesión puede proporcionar este bien interno a la sociedad.
Los bienes externos son en cambio, bienes que pueden obtenerse del ejercicio de casi cualquier actividad. Los bienes externos más característicos son el dinero, el prestigio y el poder. Una persona puede obtener dinero, poder y prestigio dedicándose a muchas actividades distintas. De ahí el razonamiento de que si atendemos solamente a qué profesión deja más dinero, perdemos toda distinción entre las diversas actividades profesionales.
Una elección adecuada de carrera, una elección que busque la realización humana de quien elige y e beneficio social, tiene que ser entonces una decisión basada en el bien interno de la profesión. Un joven que elige carrera debe considerar ante todo la actividad que le apasione, en la que crea que puede aportar un bien social mayor de acuerdo a sus gustos y talentos. Solo así podrá llegar a ser un profesional de calidad y con ello vendrán como consecuencias el dinero, el poder y el prestigio que nunca serán la meta a lograr.
Como afirma Cortina citando a Macyntire, quien elige una actividad por los bienes externos acabará haciendo trampa porque su interés no esta en el bien que va a aportar sino el beneficio económico, de prestigio o de poder que va a obtener. Si queremos que nuestro hijo juegue ajedrez y le damos un dulce para que practique, al rato hará trampa para terminar rápido cada partida porque su interés no está en el reto del juego sino en el dulce que se le da como recompensa.
La sociedad necesita hoy más que nunca profesionistas de excelencia, profesionistas éticos que hagan bien su profesión haciendo el bien con su profesión –como afirma Augusto Hortal- y la formación de estos profesionales inicia desde el momento que deciden qué carrera estudiar y tiene que ver con el fundamento que orienta esta decisión.
Cortina plantea un ejemplo muy gráfico para entender lo contraproducente que resulta la elección profesional basada en los bienes externos: “…si alguien trabaja en un hospital y no atiende a los enfermos y se le dice “pero, oiga, es que usted no atiende a los enfermos”, no se puede responder “es que yo he entrado aquí por dinero, a mí no me interesan los enfermos”. Parece absurdo, pero estoy seguro de que muchos hemos recibido esta respuesta de distintos profesionistas, no con sus palabras pero sí con su forma de actuar.