Después de casi tres meses desde las elecciones en Italia, el jurista Giuseppe Conte ha recibido por fin el encargo de formar gobierno de parte del Jefe de Estado, Sergio Mattarella. Conte es el candidato del movimiento populista “Lega Nord” en coalición con el Movimiento “Cinco Estrellas” (“Movimento 5 Stelle”, M5S). Esta última agrupación no se considera un partido político, sino una asociación ciudadana, pues está en contra de los tradicionales partidos políticos. Se trata de un movimiento anti-euro y moderadamente anti-Unión Europea. El M5S es partidario de la democracia directa, de la política financiada por pequeñas donaciones privadas y se declara enemiga acérrima de la corrupción. La “Lega Nord” (“Liga Norte”) es un partido nacionalista, conservador y radical, que busca la instauración de un federalismo en Italia, para hacer más autónomas a las regiones del norte (región a la que llaman “Padania”), detener la inmigración ilegal y reducir la ayuda al desarrollo al sur de Italia.
En la Unión Europea hay una enorme inquietud ante el hecho de que los populistas hayan ganado las elecciones y de que ya se esté formando un gobierno que, de querer realmente llevar a cabo las promesas de campaña que hicieron los coaligados, necesitaría por lo menos unos 170 mil millones de euros, lo que impulsaría a la deuda pública italiana (una de las mayores del mundo) todavía a mayores alturas, para horror de la banca y de los gobiernos en Europa. Algunos observadores tienen la esperanza de que el Jefe de Estado (a diferencia de la mayoría de los países de América, los europeos son parlamentarios, por lo que las funciones de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno están en manos de dos personas, no de una) tenga la fuerza para actuar como contrapeso, por ejemplo, rechazando presupuestos que endeuden aún más al país. Otros piden al cielo que el nuevo gobierno populista, después de algunos meses, colapse, como ocurre con harta frecuencia en Italia, un país muy difícil de gobernar. Un problema para las finanzas y la economía en general es que hay gran incertidumbre en torno al nuevo Jefe de Gobierno, Conte, pues nadie lo conocía. ¿Cómo será en realidad su gobierno? ¿Qué medidas pretenderá tomar? Nadie sabe a ciencia cierta, y para la economía, la incertidumbre es veneno puro.
El diario italiano “La Repubblica” hace notar las promesas que llevaron al triunfo a los populistas: Italia no ha sido gobernada para beneficio de los ciudadanos, sino solamente de unos cuantos, por lo que es hora de un nuevo comienzo; nunca ha habido justicia, por lo que ahora sí la tendremos; es necesario que llegue alguien al poder que no haya tenido nada que ver con los políticos tradicionales, para romper con el pasado; los ciudadanos no tendrán que hacer nada más para el país, pues ahora, con los nuevos gobernantes, comienza una era en la que reinará la armonía y en la que todos los problemas se resolverán. Y si aparecen obstáculos en la marcha del nuevo gobierno, ya están identificados los enemigos: los que se oponen al cambio. La editorial de “La Repubblica” termina diciendo que esperan estar equivocados con este pronóstico pesimista.
El líder de la “Lega”, Matteo Salvini, en nada contribuye a calmar a los mercados, pues asume poses estilo Trump: “Los italianos primero”. Italia ya lleva dos décadas de estancamiento económico, por lo que la gente, buscando culpables, ya encontró uno: el euro. Esto, si bien no es cierto, es el pretexto natural para que los electores voten contra un sistema al que identifican como intrínsecamente malo y que los ha empobrecido. Si a los italianos se les ocurre dejar el euro y regresar a la lira de antaño, provocarían una crisis de proporciones verdaderamente descomunales.
El diario inglés “Times”, en su editorial, también se muestra temeroso del tradicional caos italiano, pues una mala política económica arrastraría a Italia a la insolvencia, por lo que sería tonto que la Unión Europea subestime el potencial destructor del desorden italiano. Recordemos, apuntamos nosotros, que una deuda pública del tamaño de la italiana (¡alrededor del 132% del Producto Interno Bruto!) representa un enorme factor de inestabilidad no sólo para el país, sino también para la zona del euro.
Es claro que, después de ver los resultados electorales de Italia, podemos afirmar que estamos viviendo una oleada mundial de votos anti-sistema: Gran Bretaña, Estados Unidos, Austria, altas cuotas en Holanda, Alemania y Francia, etc. La gente está descontenta con los rendimientos de la democracia y de la economía, pero cree que las soluciones son rápidas y “fáciles”: construir un muro, desechar al euro, salirse de la Unión Europea, detener la inmigración sin atender a sus causas, eliminar la corrupción con el ejemplo, etc. Los políticos populistas le dicen a sus electores lo que saben que estos desean encarecidamente escuchar, se acercan a ellos y son percibidos como cercanos al pueblo. Este es el gran error de muchos sistemas políticos y de muchos actores: han fallado, se han alejado de la gente y del deber de toda política: la gestión del bien común.
El populismo, sea del color que sea, es una retórica política, que se caracteriza frecuentemente por un rechazo a las élites y a las instituciones políticas, es “anti-intelectual”; sus representantes buscan diferenciarse de los políticos tradicionales y pretenden saber escuchar e interpretar la voz del pueblo. Tienden, además, a la polarización: “allá están los malos; aquí, conmigo, los buenos”, y tienen un discurso moralizante. Lo malo del caso es que los movimientos populistas terminan generalmente por empeorar los problemas que buscaban resolver; malo, también, es que nadie escarmiente en cabeza ajena, por lo que no importa lo que pase en otros lugares ni lo que dicte la razón de unos cuantos: la mayoría cae ante sus encantos. Lo peor de los populistas, sin embargo, es que todos pagamos los platos rotos después de una mala decisión: los que votan por ellos con más corazón que cabeza, y los que nos resistimos estoicamente a rendirnos ante los seductores cantos de las sirenas.
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Centro de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)