Desarrollo humano y social
La fuerza militar más pequeña del mundo: la Guardia Suiza del Vaticano
20 mayo Por: Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo
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La llamada “Guardia Suiza” pontificia es una fuerza armada dirigida como contingente militar y es, efectivamente, la más reducida del mundo: 110 hombres, agrupados en tres escuadras. Su nombre en italiano es Guardia Svizzera Pontificia (GSP), y en latín es Pontificia Cohors Helvetica, también llamada Cohors Pedestris Helvetiorum a Sacra Custodia Pontificis. Es el único cuerpo militar pontificio armado que ha sobrevivido hasta nuestros días. Queremos hablar de este pequeño contingente debido a que acaba de pasar una fecha sumamente importante en su historia: el 6 de Mayo. Ahora veremos por qué.

En 1505, el papa Julio II inquirió a los enviados de la antigua Confederación Suiza si sería posible disponer de una agrupación de mercenarios de ese país para la protección del Vaticano. En aquella época, los mercenarios suizos estaban considerados entre los mejores soldados de Europa, por lo que eran altamente codiciados. El apoyo financiero para posibilitar esta empresa provino de los banqueros alemanes Jakob y Ulrich Fugger. En Diciembre de ese mismo año, los primeros voluntarios suizos se pusieron en marcha rumbo a Italia, llegando a Roma en Enero siguiente. Oficialmente, la fecha de la fundación de la naciente “Guardia Suiza” es el 22 de Enero de 1506, cuando el contingente, a las órdenes de su comandante Kaspar von Silenen, del Cantón de Uri, pasaron bajo la “Porta del Popolo”, entrando por vez primera al Vaticano, en donde Julio II los recibió y les bendijo.

Desde la Antigüedad, los helvecios (tribu celta, habitantes de la actual Suiza, a la que oficialmente dan su nombre) eran considerados como guerreros formidables. Esta buena fama la encontramos aún en los siglos XV y XVI: los soldados suizos pasaban por ser sumamente valerosos, arrojados y leales. Si a esto le agregamos que Suiza estaba sobrepoblada (se calcula que habría alrededor de medio millón de habitantes en los pocos cantones que en aquella época constituían a la confederación), y que por lo tanto había una pobreza generalizada, para muchos habitantes la guerra era la única oportunidad de salir adelante. Por eso se ofrecían al mejor postor como mercenarios. A esto se debe que los suizos hayan jugado un papel muchas veces decisivo en la historia europea del Renacimiento. Pelearon para los españoles, para los italianos, para los franceses, para los alemanes, para el que mejor pagara. Sin caballería y con poca artillería, estos soldados de fortuna desarrollaron una táctica de gran movilidad, con armas temibles que los hacían formar muros de lanzas prácticamente infranqueables. Por eso es que el Papa los necesitaba, pues eran los mejores soldados del mundo. Nada mejor para Julio II, tan activo en la guerra.

Los suizos generalmente combatían en el Verano; regresaban a casa en Invierno, viviendo de la paga ahorrada y del botín de guerra obtenido. En 1512 pasaron su primera gran prueba, al apoyar militarmente a Julio II en contra de los franceses, que fueron arrojados del norte de Italia. De hecho, es imposible entender estas “Guerras italianas” sin la participación de los mercenarios suizos.

Su verdadero bautizo de fuego, sin embargo, vendría unos años después, con el infame “Sacco di Roma”, el saqueo de Roma, perpetrado por el ejército del católico emperador Carlos V. Estas tropas estaban conformadas por soldados españoles y mercenarios alemanes, protestantes estos últimos. El 6 de Mayo de 1527 por la mañana, los españoles lograron entrar a la ciudad. Los pocos defensores que aún vivían, entre ellos la guardia suiza completa, se congregaron junto al obelisco (que no estaba en donde está actualmente), ofreciendo una desesperada resistencia frente a los invasores. El comandante Kaspar Röist, gravemente herido, fue asesinado brutalmente, frente a su esposa, por los españoles. De los 189 guardias suizos sobrevivieron solamente los 42 que acompañaron al papa Clemente VII hasta atrincherarse en el castillo de Sant’Angelo; los demás murieron protegiendo heroicamente esta retirada. Uno de los personajes que más se distinguieron en la defensa del Papa fue el notable orfebre Benvenuto Cellini, quien mató de un tiro al Condestable de Borbón, comandante del ejército enemigo. La soldadesca alemana y española saqueó, asesinó, violó, profanó, ultrajó durante ocho días seguidos a la ciudad, a sus habitantes y a sus iglesias. Ni las tumbas de los papas se salvaron del saqueo. Se calcula que en esos ocho días murieron unas 12 000 personas y que el valor del botín obtenido fue de 10 millones de ducados, una suma estratosférica.

Frente a los ojos del papa Clemente, sitiado en Sant’Angelo, los vencedores españoles y alemanes escenificaron una parodia de procesión, exigiéndole al pontífice que entregara a Lutero las riendas de la Iglesia católica. “Vivat Lutherus pontifex”, bramaban. De ahí las dolientes pero exactas palabras del prior de la iglesia de San Agustín: “Mali fuere Germani, peiores Itali, Hispani vero pessimi” (“Malos fueron los alemanes; peores, los italianos, pero pésimos fueron los españoles”).

Después de este dramático capítulo, una vez firmada su rendición, el Papa fue obligado a disolver la Guardia Suiza. Sin embargo, en 1548, el papa Paulo III pudo reconstituirla. La ocupación del Vaticano por los revolucionarios franceses en 1798 volvió a provocar la disolución de este cuerpo militar suizo, pero Pío VII volvió a levantarlo en 1800 y desde ese año no ha dejado de existir.

Actualmente, este pequeño regimiento militar es famosísimo mundialmente; si bien los guardias manejan perfectamente la espada y la alabarda, son también expertos en la utilización de armas más modernas, como el fusil suizo SIG 550. Reciben una instrucción militar de excelente nivel, pues tienen a su cargo no sólo la protección del Papa y del Vaticano, sino también la de los jefes de Estado que visitan al pontífice.

Y cada 6 de Mayo, en conmemoración a su heroico sacrificio defendiendo a Clemente VII, los nuevos alabarderos prestan juramento ante el Papa y los guardias ascendidos toman posesión de sus nuevos cargos. El lema de la Guardia resume su historia: “Acriter et fideliter” (“Valiente y fiel”).


Dr. Herminio S. de la Barquera y A.

Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales

Centro de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)

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