En un mundo en el que aún imperan el racismo, la misoginia, los odios raciales y la intolerancia, es bueno voltear a ver algunos ejemplos de lo que personas de buena fe y de probada integridad han hecho para luchar, desde su trinchera personal, en contra de esos aborrecibles fenómenos. Un ejemplo edificante de la vivencia de valores tales como el respeto, la inclusión y la honestidad lo constituye el famoso concierto del 16 de Enero de 1938 en el Carnegie Hall, es decir, hace 80 años. ¿Qué tuvo de especial este concierto? Muchas cosas. Vamos a analizarlo ahora.
En primer lugar, esa famosa sala de conciertos, que lleva el nombre de quien la financió (Andrew Carnegie), y que había sido inaugurada en 1891 con un concierto dirigido nada menos que por el gran compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovski, era un lugar reservado solamente a los grandes de la música “clásica”. La música de géneros “menores” no tenía cabida allí. Pero para el concierto de Enero del 38 se había anunciado, para desagradable sorpresa de muchos, la participación de un grupo de músicos que tenían su lugar de trabajo en bares, salones de baile y clubes nocturnos: la banda de Benny Goodman, descendiente de inmigrantes judíos. El Carnegie Hall era el recinto más importante de Estados Unidos para la “alta cultura”; allí había actuado, por ejemplo, Enrico Caruso, el gran tenor italiano. El hecho de que ahora se presentara una banda de música popular y de salones de baile era algo totalmente inusitado.
Y es que el jazz y el swing, el otro género que cultivaba la banda invitada, eran vistos con desdén por muchas personas, quienes no comprendían cómo Goodman, hábil clarinetista, quien grabaría incluso obras de Mozart al lado del joven Leonard Bernstein, se atrevía a tocar esa música tan despreciada por muchos.
Sin embargo, para sorpresa de los mismos músicos, semanas antes del concierto ya se habían agotado todas las localidades. Goodman incluso tuvo que conseguir para sus familiares unos boletos en el mercado negro de la reventa, y para 100 personas que lograron entrar en el último minuto se dispusieron sillas extras en el escenario, a ambos lados de la banda.
¿Y qué tiene que ver esto con el racismo? Para empezar, en aquella época, a pesar de que ya había terminado la Guerra de Secesión varias décadas atrás, aún prevalecía en la mente de muchas personas la idea de la separación racial. Y Goodman se atrevió a invitar al concierto, a tocar con él, a otros músicos de diferentes bandas: colegas negros y blancos. “Necesitamos las teclas blancas y las negras para hacer buenas armonías”, decía el famoso clarinetista. Así que fueron dos escándalos a la vez: ¡Música popular en el Carnegie Hall y con músicos negros como invitados! Afortunadamente, el concierto fue un éxito rotundo: poco a poco se fueron emocionando los niños, los jóvenes y los adultos con la música de la banda y el final fue apoteósico. Este concierto es considerado como el más importante de la historia del jazz. Por un lado, abrió las salas de conciertos para este género, y por otro, logró que la gente viese con normalidad la participación de músicos caucásicos y afroamericanos, tocando juntos y haciendo a todos disfrutar de su música. En realidad, los músicos negros difícilmente eran tolerados por la población blanca. Una excepción fue quizá el gran Scott Joplin, quien marcó el punto culminante del ragtime clásico, predecesor, entre otros géneros, del jazz. Su fama era tal que lo llevó a ser invitado a tocar en la Feria Mundial de Chicago de 1893.
Sin embargo, curiosamente, fueron los europeos los primeros que valoraron la importancia del jazz: el director de orquesta suizo Ernest Ansermet fue quien primero escribió un texto elogiando a este género proveniente del sur, y fueron dos inmigrantes alemanes quienes fundaron el sello discográfico más importante de la historia del jazz: Blue Note. Increíblemente, la tesis del musicólogo alemán Joachim-Ernst Berendt, referente a que el jazz es la aportación cultural más importante de los Estados Unidos al mundo, aunque apoyada por académicos y estudiosos a nivel internacional, sigue siendo negada en Estados Unidos. ¿Habrá en esta postura algunos restos de racismo?
De todas maneras, lo que podemos aprender del famoso concierto de Enero de 1938 es que el arte puede colaborar y ayudar a superar sentimientos negativos en la población: a pesar de las rivalidades entre católicos y luteranos, era proverbial la amistad entre Giovanni Gabrieli y Heinrich Schütz (siglo XVII) o entre Antonio Vivaldi (quien era sacerdote) y Johann Georg Pisendel (siglo XVIII). La colaboración musical entre muchos músicos de jazz fue también un ejemplo a seguir para la superación de esas barreras incomprensibles entre personas de diferente color de piel o de distintos credos religiosos. Ojalá podamos seguir esa conducta y revivir los valores que alimentaron a esos corazones generosos, que tuvieron que luchar a contracorriente para vencer a la incomprensión, la falta de caridad cristiana y los sentimientos de superioridad racial. En nuestras manos está lograrlo.
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Centro de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)