José Antonio Meade es probablemente el mejor candidato presidencial que haya lanzado el PRI en su historia: con impecables credenciales académicas, una trayectoria muy destacada en el servicio público y sin estar marcada por la militancia partidista, un perfil alejado de escándalos de corrupción y una capacidad administrativa que le reconocen propios y extraños, al grado de que hasta el propio Ricardo Anaya en su momento lo calificó como “un mexicano del que nos sentimos profundamente orgullosos” y de una “extraordinaria calidad humana”. De todos modos va a perder.
El hecho es que, por razones que no cabe discutir aquí, la marca PRI se ha convertido a nivel nacional en un lastre tan pesado que simplemente esta fuera de la competencia, y ni siquiera Pepe Meade ha podido sobreponerse al inmenso arrastre hacia el abismo de esas infernales anclas de los 22 gobernadores priístas acusados de corrupción durante los últimos seis años, varios de los cuales están ahora en la cárcel por malversaciones que podrían superar los $258 mil millones de pesos.
Tampoco se ha podido quitar la losa de la condena en la opinión pública por escándalos como el de “la Casa Blanca” o “la estafa maestra”, que involucran directamente a la actual administración federal y que se suman a las secuelas del caso Ayotzinapa, a la fuga del Chapo y a los “gasolinazos”, todos ellos preservados frescos en la memoria de los votantes a través de la caja de resonancia de las redes sociales, consolidando una nefasta imagen del gobierno federal, cuya dolorosa incompetencia en términos de comunicación ha exacerbado el problema.
A principios de diciembre y a pesar de todo lo anterior, tras una operación de destape impecablemente ejecutada, parecía que Meade tenía el impulso para posicionarse como la opción competitiva ante Andrés Manuel López Obrador y que incluso podría absorber a buena parte de los simpatizantes panistas a través del fenómeno del voto útil. Sin embargo, a dos meses de distancia de su registro como precandidato, la tendencia de los sondeos de opinión es cada vez más clara: aunque tuvo un ligero aumento en sus niveles de apoyo inmediatamente después de su lanzamiento oficial, conforme avanzan las semanas y ante los ojos de la sociedad Meade se identifica más con el PRI, el peso de los “pecados de la marca” se acumula sobre el candidato, y lo está hundiendo.
Veamos los números.
· A principios de semana El Financiero publicó su más reciente encuesta: Obrador aparece con 38% de los apoyos, Anaya tiene un 27% y Meade está claramente en el tercer lugar con un 22%.
· Un día después Reuters y Parametría dieron a conocer otro sondeo: Una vez más Obrador muestra una ventaja de dos dígitos, con 34% de los apoyos, contra 23% de Anaya y sólo 18% de Meade.
· Cifras que también se asemejan a las publicadas un par de semanas por El Universal: 32% AMLO, 36% Anaya y 16% Meade.
Lo verdaderamente grave de este escenario para José Antonio Meade no es estar en tercer lugar, sino que, tomando como referencia la encuesta de El Financiero, su porcentaje de apoyos (22%) es notoriamente menor al del PRI como partido en cuanto a la intención de voto para senadores (25%, y 30% cuando sumamos al PVEM y Nueva Alianza). Es decir, que casi 1 de cada 3 priístas/aliancistas de “voto duro” le está negando el respaldo.
Este fenómeno era de esperarse, después de todo el candidato nunca ha militado en el PRI y su perfil dista mucho de ser el de un tricolor promedio. Sin embargo, originalmente el plan era que esos rechazos dentro del voto priísta se compensarían con la suma de voluntades de ciudadanos independientes o de otros partidos, y se suponía que para ello lo único necesario era que las personas conocieran a Pepe Meade y se dieran cuenta de sus fortalezas. Pero eso no pasó.
¿Cómo lo sabemos?
Porque, gracias a la multitud de anuncios de su precampaña, los porcentajes de reconocimiento de Meade se triplicaron en el lapso de un par de meses, pero sus porcentajes apoyo en lugar de aumentar, disminuyeron. Para mediados de noviembre, entre un 28% y un 40% de las personas lo identificaban, ahora ya lo ubican entre el 70% y el 85% de los electores potenciales, pero en la intención de voto bajó de aproximadamente un 20% a un 18%.
· Es decir, prácticamente nadie que se haya enterado de la existencia de Pepe Meade a través de la precampaña se convenció de votar por él.
Por el contrario, generó una mala percepción. Tanto los sondeos de El Universal como de El Financiero coinciden en que la imagen del candidato priísta es notoriamente más negativa que la de AMLO e incluso que la de Ricardo Anaya.
· Es decir, tras iniciar su campaña Meade heredó los monumentales niveles de rechazo ciudadano al PRI como partido y a la administración Peña Nieto como gobierno. Puesto en números, casi un 60% de la gente afirma que nunca votaría por el PRI y más de un 70% rechaza la labor de Enrique Peña.
Con la suma de todos estos elementos la única conclusión posible es que, a pesar de todas sus innegables cualidades personales, Meade no es la opción para evitar que Andrés Manuel López Obrador gane la presidencia de la República el próximo 1 de julio.
El único que le puede competir realmente a AMLO es Ricardo Anaya.
Es más, incluso para Anaya el camino es cuesta arriba. Está entre 6 y 10 puntos por detrás de AMLO, y encabeza un Frente cuyo funcionamiento en el fragor de la batalla electoral sigue siendo un misterio. La buena noticia es que los niveles de rechazo a Acción Nacional son mucho menores que los del PRI y que el candidato de la coalición Por México al Frente está subiendo de forma ligera, pero generalizada, en los sondeos. Si aquellos simpatizantes de Meade, Zavala y el Bronco que repudian el proyecto de Andrés Manuel deciden a tiempo, Anaya podrá alcanzar a Obrador y definir la elección en una lucha de dos, en lugar de que el candidato de Morena se vaya solo.
· Es decir, a partir de los datos actuales, la única esperanza realista para evitar el viejo PRI de López Obrador regrese al gobierno federal es que el voto anti-AMLO se sume a la campaña de Ricardo Anaya. Meade no es opción.
Personas libres y mercados libres