Existen actualmente diversas organizaciones que se dedican al estudio de las fuerzas armadas del mundo y que publican con cierta regularidad datos y cifras sobre ellas. Algunos estudios se centran en el número de efectivos y de equipo, otros consideran el grado de adiestramiento del personal militar, etc. Hoy comentaremos un estudio que mide el poder de fuego de las diversas fuerzas armadas en el mundo, elaborado por el “think tank” Global Firepower (GFP). Para ello, los investigadores del GFP miden alrededor de 50 variables diferentes para llegar a un “Índice de Poder” de cada país, en el que las cifras más bajas equivalen a mayor capacidad militar (0.0000 sería perfecto). En el estudio más reciente, que se refiere a 2017, se presentaron los resultados de 133 países, entre ellos México.
Los factores que se toman en cuenta son, por ejemplo: los recursos demográficos (pues las naciones con mayor número de habitantes tienden a tener más personal militar), poder aéreo, terrestre y marítimo, recursos económicos y energéticos, presupuesto de defensa, magnitud de la marina mercante, cantidad de puertos y aeropuertos, monto de la deuda externa, cobertura ferroviaria, tamaño del país, extensión costera, etc. Así que, en contra de lo que señalan diversos medios informativos mexicanos, que generalmente no tienen mucha idea de temas militares, lo que se midió en el estudio del 2017 no fue nada más el Ejército Mexicano, sino también las otras fuerzas: la Armada y la Fuerza Aérea, considerando además las otras variables ya mencionadas.
En este estudio no se toma en cuenta la capacidad nuclear, sino la capacidad para emprender una guerra convencional por tierra, mar y aire. Sin embargo, el estudio muestra que Rusia y los Estados Unidos superan a cualquier país del planeta, con 8 500 y 7 700 ojivas nucleares, respectivamente.
El país que se encuentra a la cabeza del poder de fuego mundialmente considerado es Estados Unidos y le siguen, a mucha distancia, Rusia y China (segundo y tercer lugar, respectivamente). India, Francia, Reino Unido, Japón, Turquía, Alemania y Egipto, en ese orden, completan los primeros 10 lugares del mundo. En América Latina, el país mejor posicionado es Brasil (lugar 17 mundial), seguido por México (lugar 34). Este lugar 34 es notable, si tomamos en cuenta que nuestro país destina un raquítico presupuesto para sus fuerzas armadas, a todas luces insuficiente (alrededor del 0.5% del PIB, mientras que el promedio internacional es de 1.23%). De ese gasto en México, ya de por sí muy bajo, hay que descontar todavía lo que se destina a labores de seguridad pública (que la inmensa mayoría de las fuerzas armadas del mundo no realiza), por lo que el presupuesto que realmente se invierte en el armamento y personal necesarios para cumplir con las funciones militares de las fuerzas armadas mexicanas es totalmente insuficiente y no está en concordancia con la importancia económica y política del país a nivel internacional.
Esta falta de equipamiento necesario se refleja en los datos del GFP: de entre los países más desarrollados económicamente, México es el único que carece de aviones de combate (los vetustos F-5 ya son sólo para desfiles y espectáculos aéreos). Esto en parte se explica porque carecemos de una doctrina de superioridad aérea, cosa verdaderamente inusitada en el mundo moderno. Por su parte, el ejército no cuenta con vehículos blindados de combate (tanques), entre otras cosas. En lo que respecta a la Armada, encontramos un fenómeno llamado “enanismo”, debido al elevado número de embarcaciones pequeñas de patrulla (alrededor de 130), en detrimento de navíos de mayor calado que deberían ser la columna vertebral de la fuerza naval. Esto repercute negativamente en el índice de poder, que privilegia la diversidad del armamento y no solamente su cantidad, además de que 50 embarcaciones de patrulla costera están muy lejos de igualar la importancia táctica y estratégica de una fragata o de un destructor.
Lo anterior es en parte reflejo de la asignación de funciones a las fuerzas armadas mexicanas, que deben cumplir con tareas que deberían estar en manos de autoridades civiles: se gasta en equipo para atender casos de desastre como primera instancia de acción, para substituir a las ineficientes policías y para realizar labores de guardia costera, por nombrar unos cuantos ejemplos, en lugar de que haya autoridades civiles que se encarguen de cumplir eficientemente con esas funciones, interviniendo las fuerzas armadas sólo en caso de que aquellas sean rebasadas, donde sea necesario, durante el tiempo necesario, y procurando que no sea necesario. Es el Principio de Subsidiariedad.
Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Dirección de Posgrados en Ciencias Sociales
Grupo de Investigación en Ciencias Sociales (INCISO-UPAEP)