En anteriores entregas, argumentamos sobre la importancia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), como pieza jurídica facilitadora del intercambio comercial entre México, los EEUU y Canadá. Sin embargo, dado el actual proceso de re-negociación y la probable salida de EEUU del pacto, es importante decir que el tratado también ha sido pieza clave para la regionalización de la producción y la creación de empleos.
En su capítulo 11, el tratado contiene los principios de protección a la inversión extranjera directa (IED), es decir a las empresas de cualquier de los tres países miembros que deciden trasladar alguno de sus procesos productivos al territorio de otro de los países miembros. ¿De qué se les protege a las empresas? De acuerdo al texto del documento, de posibles actos discriminatorios e injustos que el país receptor pueda ejecutar y con ello perjudicar el esquema de obtención de ganancias de la empresa, entre ellos la discriminación hacia los inversionistas extranjeros en favor de inversionistas nacionales, la intervención en la gobernanza corporativa de la empresa, la obstaculización de los procesos de repatriación de ganancias, entre otros.
Como podrá constatarse, el TLCAN fue un tratado redactado con dedicatoria especial para aquellos inversionistas en búsqueda de aprovechar las diversas ventajas comparativas de cada una de las tres economías. Inclusive al amparo del capítulo 11, los inversionistas, en caso de ser afectados por acciones del gobierno de país receptor de la inversión extranjera, pueden esquivar las cortes nacionales y activar mecanismos de arbitraje internacional, a través de los cuales, jueces internacionales pueden obligar a un gobierno a resarcir económicamente un daño probado al inversionista.
A partir de lo anterior, no es difícil argumentar que el texto del TLCAN ha impulsado los flujos de inversión extranjera entre las tres economías de América del Norte. Refiriéndonos a México, el TLCAN fue esencial para conectar a los circuitos de capital internacional, a la ineficiente economía mexicana desgastada por décadas de un modelo de proteccionismo económico y por una imagen de poca confiabilidad para la inversión extranjera, derivada de su laxo estado de derecho y sus políticas de expropiación que venía mostrando antes de la adopción del tratado.
Dicho lo anterior, la importancia del TLCAN para nuestro país no sólo radica en la reducción de aranceles para las exportaciones e importaciones mexicanas, sino para la llegada de empresas extranjeras y la creación de empleos de nuestra economía.
Considérese por ejemplo que el monto de IED recibida en México en los primeros 7 años de vida del tratado, fue tres veces mayor al monto recibido en los diez años anteriores a la entrada en vigor del mismo. Considérese también que del total de IED recibida en México, 41% proviene de EEUU y Canadá, o que México difícilmente sería la quinta potencia exportadora de autos y autopartes, sin la protección que el tratado brinda a las empresas extranjeras del ramo en nuestro territorio.
De este tamaño es el impacto que se juega nuestra economía tras las amenazas de Trump de cancelar lo que para él, es el peor tratado comercial firmado en la historia.
El 23 de enero, en Montreal, comienza la sexta y penúltima ronda de renegociación del tratado. En su última declaración, Trump manifestó que podría considerar extender el plazo de la compleja renegociación, aunque sigue insistiendo en que cancelará el TLCAN si sus negociadores no consiguen el acuerdo correcto.
Por su parte el gobierno mexicano me parece que se ha actuado a la altura del reto. El 11 de enero pasado, México se adhirió a los tribunales CIADI del Banco Mundial, especializados en resolver conflictos entre inversionistas y gobierno. Con dicho movimiento, se manda la señal de certidumbre necesaria a los inversionistas: Ya sea que las renegociaciones se extiendan o que EEUU decida cancelar el tratado, México seguirá respetando los principios de protección a la inversión extranjera estadounidense.
Ante el embate trumpista, no queda de otra más que tratar de mitigar la incertidumbre.
Mtro. Derzu Daniel Ramírez Ortiz
Profesor de Relaciones Internacionales en la UPAEP