El Papa es consciente sobre la complejidad de su visita apostólica por Chile y Perú, que inicia este lunes. Pero los antecedentes lo muestran como un líder capaz de agigantarse en las dificultades
“Es un viaje difícil, lo se”. Francisco es consciente de la complejidad de su periplo sudamericano, que comienza hoy. Se lo confesó en estos días a personas con las cuales dialogó en la intimidad de su residencia vaticana, la Casa Santa Marta. Pero él se muestra sereno. Sin importar las noticias alarmantes de las últimas horas en Chile. El paso por ese país hace de esta gira, quizás, la más complicada de su pontificado. Producto de una Iglesia dividida, desprestigiada a nivel público, sometida a un flamígero escrutinio público. Pero los antecedentes muestran a Francisco como un líder capaz de agigantarse en las dificultades.
Discutible gestión de la crisis por los abusos sexuales de parte de clérigos, los elevados costos de la visita papal, el conflicto mapuche con reivindicaciones pendientes, la llegada a un país vecino sin haber visitado aún su natal Argentina y la discusión por la salida al mar de Bolivia, son el marco incandescente que recibirá a Jorge Mario Bergoglio la tarde-noche de este lunes cuando aterrice en el aeropuerto de Santiago de Chile.
La noticia sobre los atentados incendiarios contra seis iglesias en diversas localidades chilenas puso en alerta a las fuerzas de seguridad y captó la atención de la prensa. Pero no afectó la agenda del Vaticano. La seguridad de las cosas y las personas durante una gira apostólica corre por cuenta del país anfitrión, y el gobierno chileno garantizó la incolumidad del Papa y su comitiva, considerando que –si bien resultan graves- los ataques a los templos resultan aislados.
¿A qué se debe la virulencia de las protestas? Entre otras cosas a la sensibilidad de los chilenos producto de emblemáticos casos de abusos sexuales contra menores de parte de sacerdotes y religiosos. “Hemos tenido problemas serios de abusos que no sólo se han publicado, el periodismo te busca y te revuelca, eso ha generado una desconfianza en la Iglesia. No sólo los políticos y las instituciones perdieron credibilidad en los últimos años. Por esto la misma Iglesia es hoy, dentro de América Latina, la menos prestigiada”, aseguró Fernando Montes, sacerdote y amigo de vieja data del Papa, con quien coincidió como provincial de la Compañía de Jesús en Chile.
Todos tienen aún en la memoria el caso de Fernando Karadima. Un poderoso sacerdote, párroco de una tradicional iglesia de un barrio acomodado en Santiago, formador de vocaciones y “hacedor” de obispos. Su obra, que incluía una asociación pía, se derrumbó cuando se conoció su propensión a abusar de jóvenes bajo su cuidado.
“Esto fue para la Iglesia una bomba, porque seguramente no respondió con la rapidez y la fuerza que se requería, por eso el caso es emblemático. Tenemos el problema de un obispo salido de ese grupo que fue nombrado en Osorno y la diócesis se resistió. Este tema lo tenemos muy metido dentro, en el país hay mucha sensibilidad y se sigue pidiendo su renuncia”, añadió Montes, anticipando las perspectivas del viaje.
Se refirió así al caso de Juan Barros Madrid, acusado de ser cómplice de Karadima. La polémica en torno a su persona se recrudeció en estos días tras la publicación en la prensa de una carta reservada en la cual el Papa reconocía que su designación en Osorno (del 10 de enero de 2015) podía causar problemas. Finalmente, Francisco decidió mantener el nombramiento y un grupo de laicos de esa pequeña diócesis del sur del país creó un movimiento de resistencia. Sus protestas se mantienen e incluso organizaron manifestaciones en diversos puntos durante la visita.
Pero el Vaticano no se mostró preocupado. “Es interesante cuando se dan estas polémicas antes de los viajes, como cuando Benedicto XVI visitó Inglaterra y estuvo precedido por muchas discusiones. Después hubo protestas muy pequeñas, pero se notó que la gente en los actos fue porque amaba al Papa o, al menos, fueron con respeto a escuchar. Después cada quien es libre de hacer lo que quiera, máximo respeto a eso pero no estamos preocupados”, aclaró Greg Burke, director de la sala de prensa de la Santa Sede.
Consideró improbable que el Papa se reúna con los disidentes de Osorno. Y sobre la posibilidad de que reciba a víctimas de abusos sexuales precisó: “No está en el programa, pero eso no quiere decir que sea imposible. Es claramente un tema importante cuando estemos allá, dicho eso los encuentros mejores son los encuentros privados, muy privados”.
El otro aspecto de dificultad corresponde al conflicto de los pueblos originarios. Francisco decidió viajar a Temuco, en el corazón de la Araucanía. Es territorio mapuche, un pueblo que reivindica autonomía, tierras y libertad productiva. En ese lugar, el pontífice almorzará con 11 representantes indígenas, ocho de ellos mapuches.
Montes recordó que se trata de un pueblo nómade que ni el imperio Inca pudo conquistar y que incluso España llegó a reconocer como soberano, estableciendo un territorio autónomo en una franja ubicada entre el río Bio Bio y el Tolten. Pero después de la independencia, precisó, Chile quiso conquistar esas tierras para crear un Estado con un sentido liberal y de matriz europea. Para lograrlo “arrasó con la cultura, con el lenguaje y aplastó a los mapuches”.
“Generó unidad aplastando y lo estamos pagando ahora. El problema que tenemos es ver cómo los incorporamos. El pueblo mapuche siempre ha sido disperso, hoy existen algunos núcleos violentos pero la enorme mayoría no lo es. Es peligroso decir que cuando se quema una iglesia es el pueblo mapuche el que la quemó porque no es así, son algunos grupos. Hay que ver cómo aprendemos a dialogar, cómo sentarnos y ese es uno de los desafíos de la visita del Papa”, apuntó.
Por otra parte, los costos económicos de la visita alimentaron la polémica y generaron un incendiario debate mediático. Esa discusión llegó hasta oídos del mismo Papa, quien incluso llegó a pedir expresamente a sus colaboradores más cercanos trabajar en la moderación de los gastos. Pero la explicación oficial del gobierno chileno es que el 82 por ciento de los recursos invertidos por el Estado son imposibles de modificar, porque se trata de insumos necesarios para asegurar la realización de la visita.
Según explicó Benito Baranda, coordinador de la visita por parte del Estado, jamás Chile había tenido un evento tan masivo. Sólo comparable con las visitas de la Reina Isabel II, de Fidel Castro y de Juan Pablo II. “Para ser transparentes contabilizamos todos los costos, incluso la movilización de las fuerzas de seguridad, algo que por ejemplo Colombia no incluyó en las cifras públicas”, indicó.
Entre las inversiones incluidas en el presupuesto destaca el reforzamiento a numerosos pasos fronterizos con Argentina, desde donde se generó un verdadero éxodo de fieles que coincidió con un tiempo ya de por sí propio de turismo trasnacional. “Todo eso hace que el Estado en Chile tenga que invertir muchos recursos. Todo eso ha sido valorizado y se transparenta. Desde el punto de vista económico no es un problema, es más bien una oportunidad, aunque hay cierta dificultad mediática para explicarlo”, consideró.
Baranda también se refirió a los desafíos y dificultades que afronta la Iglesia chilena. “La confianza de la Iglesia en nuestro país históricamente llegó al 70 por ciento, incluso tuvo picos del 80 por ciento, pero fue descendiendo en los últimos años bruscamente hasta el 40 por ciento, incluso por debajo de la confianza que tiene en Uruguay, el país más laico de la región. La confianza es menor del número de quienes se declaran católicos”, reconció.
Y anticipo: “Reconstruir la confianza resulta muy difícil, pero este trabajo recibirá un espaldarazo con la visita del Papa, por cómo habla y los mensajes que entrega. Va a ayudar mucho a Chile, por su franqueza y por cómo te invita a mirarte a ti mismo, sin apuntar a otros con el dedo y te preguntes qué estás haciendo tú por cambiar las cosas. Eso baja la actitud de estar siempre criticando, mirando a los demás, sino decir: esto pasó, lo debemos sancionar, pero tenemos que construir un país más justo”.
Artículo originalmente publicado en: www.lastampa.it