La Santa Sede anunció el nombramiento de un comisario que dirigirá los destinos de esa sociedad de vida apostólica de origen peruano. El Papa “ha seguido con preocupación” las informaciones de “notable gravedad”, denuncias de manipulaciones, abusos sexuales y psicológicos
Intervención y descabezamiento. El Vaticano anunció que tomará el control del Sodalicio de Vida Cristiana. La sociedad de vida apostólica emblema de la expansión evangélica durante décadas en Sudamérica y que se encuentra sumida en una crisis sin precedentes luego de comprobarse abusos de todo tipo, incluso sexuales, perpetrados por su fundador, Luis Fernando Figari y otros de sus miembros de alto rango. Este día, la Santa Sede designó un comisario y aclaró que el Papa “ha seguido con preocupación” el caso, ventilado con informaciones “de notable gravedad”.
Con la autorización de Francisco, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica promulgo este miércoles 10 de enero un decreto con el cual determinó la intervención y nombró como comisario de esa realidad eclesiástica a Noel Antonio Londoño Buitrago, obispo colombiano de Jericó (Antioquía).
Al mismo tiempo comunicó que el cardenal estadounidense Joseph William Tobin, quien había sido designado en mayo de 2016 como “delegado papal”, seguirá cumpliendo su función “particularmente para las cuestiones de índole económica”. Ambos clérigos mantendrán sus puestos según la fórmula “ad nutum”, es decir hasta que no se determine otra cosa.
“El Papa se ha mostrado especialmente atento a la notable gravedad de las informaciones acerca del régimen interno, la formación y la gestión económica-financiera, motivo por el cual ha pedido con insistencia al dicasterio una particular atención”, indicó un comunicado de la sala de prensa vaticana.
“A esto se han sumado últimamente las graves medidas adoptadas por la autoridad judicial peruana con respecto al señor Luis Fernando Figari. Después de un profundo análisis de toda la documentación, el dicasterio ha promulgado el decreto de comisariamento”, agregó.
La medida sorprendió a todos, aunque era muy deseada tanto dentro como fuera del Sodalicio. Es la primera vez que la Santa Sede emite un comunicado oficial sobre la situación de ese organismo. Toda la anterior información conocida hasta ahora sobre la crisis en esa sociedad fue publicada por los mismos superiores sodálites, o conocida por filtraciones en la prensa.
En mayo de 2016 y luego de un notable escándalo mediático, la congregación vaticana había emitido un decreto en el cual anunciaba la designación del delegado apostólico en la persona de Tobin. Según informaba, su misión era guiar al gobierno general en la valoración de las decisiones a adoptar acerca de las acusaciones formuladas al fundador y sobre la procedencia y administración de los bienes de dicha sociedad de vida apostólica.
Ya entonces muchos se preguntaban, tanto en la Curia Romana como en otras latitudes, porqué la Santa Sede no iba a fondo y nombraba un comisario. Esa figura es distinta a la del delegado, responsable más bien de acompañar. Un comisario suele contar con todo el poder. La respuesta a esa interrogante la había dado el mismo cardenal Tobin, en una entrevista difundida en agosto de 2016 en el sitio web del Sodalicio.
Ante el cuestionamiento de por qué no se había designado un comisario, el purpurado respondió: “Porque el Vaticano todavía tiene esperanza en el gobierno actual del instituto. Suele ser el caso cuando hay una cierta ingobernabilidad en un instituto que el Vaticano ve la necesidad de nombrar a un Comisario. Esta necesidad ahora mismo no la ve”.
Pero esa esperanza se acabó. La designación del nuevo comisario implica un descabezamiento del Sodalicio y la pérdida práctica de poder del superior general Alessandro Moroni Llabrés. A él le tocó afrontar desde el vértice la peor crisis de este movimiento de origen peruano, fundado en 1971 y que hoy tiene presencia de diversos países. Todo el escándalo había desgastado notablemente su autoridad.
El decreto de Carballo de 2016 fue producto de una investigación realizada por un obispo visitador, el prelado de Chota Fortunato Pablo Urcey. Ya desde el año 2011, el Vaticano había recibido múltiples denuncias de numerosos abusos cometidos durante años por Figari y otros superiores. La mayor parte de esos actos salieron a la luz gracias a un informe confeccionado por una comisión independiente formada por cinco notables (también llamada “de ética para la justicia y la reconciliación”).
Paradójicamente constituida por el mismo Sodalicio, la comisión condujo pesquisas durante semanas y tras entrevistar a 245 personas, emitió un informe pormenorizado y demoledor, con testimonios de ataques sexuales, físicos y psicológicos. Entre otras cosas, describió a Figari como “narcisista, paranoico, degradante, vulgar y vengativo”.
Una realidad que contrasta sorprendentemente con la historia de éxito de un movimiento que su iniciador convirtió en un grupo de élite. Fundó escuelas e instituciones. Junto a su mano derecha, Germán Doig, llevó su creatura más allá de las fronteras peruanas. Reconocido por obispos y cardenales, el ápice de su notoriedad llegó el 3 de junio de 2006 cuando, en vísperas de la Solemnidad de Pentecostés, fue uno de los líderes de un selecto grupo de movimientos eclesiales en tomar la palabra ante Benedicto XVI.
Mientras todo eso ocurría, muchos miembros de su comunidad vivían un infierno. Eran sometidos a tocamientos sexuales, horarios esclavizadores, exigencias extravagantes, violencia verbal y psicológica. La lista de las ofensas, cometidas por Figari entre 1975 y 2009 incluye abusos contra menores y mayores, manipulaciones con intenciones sexuales, insultos y vejaciones. En todos los casos las víctimas fueron jóvenes en formación, menores y mayores de edad.
En diciembre de 2017, el Ministerio Público del Perú solicitó la prisión preventiva contra Figario y otros ex miembros del Sodalicio por los presuntos delitos de asociación para delinquir, secuestro y lesiones psicológicas graves.
Texto originalmente publicado en: www.lastampa.it